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Todas las grandes religiones nos aconsejaron practicarlo, para muchas es un mandato. ¿No ayunó Cristo 40 días? y ¿Bautista no lo proclamaba en el desierto, que como un lujo lo proveía de langostas y miel? Moisés también había ayunado 40 días en el Sinaí, antes de recibir la ley. Diez versículos de la Biblia señalan las bondades del ayuno.

La medicina científica, que suele dejar a un lado las religiones como una colección de supercherías, está estudiando y aconsejando el ayuno. ¿Para mortificarnos? Lejos de eso. Para prolongar la vida y mejorar muchas enfermedades.

Si pensamos en lo que fue la vida de nuestros ancestros de las cavernas o las llanuras, podemos imaginar que su manera de alimentarse, y no solo en cuanto al tipo de alimentos, era muy distinta de la nuestra. No conocían nuestro ritmo de desayuno, almuerzo, merienda y cena (más un café a media mañana y un bocadillo de queso y galletitas mientras vemos Netflix a las 11 PM). Comían una vez al día, y no todos, cuando conseguían la comida, que no era tarea fácil, como les ocurría a tantos compatriotas en los meses ya pasados. Nuestros antepasados cavernícolas ayunaban mucho.

Si hay buena provisión de alimento a nuestro alcance, estos nos dan energía, sobre todo transformándola en azúcar y grasa, que son almacenadas.

Cuando no ayunamos, la energía nos la da el admirable hígado, manteniendo niveles de azúcar en la sangre para un buen funcionamiento de cerebro, corazón y músculos. Si el alimento escasea, el hígado entra en reposo y la grasa acumulada en los tejidos comienza a transformarse en ácidos grasos y cuerpos cetónicos (parecidos a la acetona), que son los que darán energía al cerebro y a los músculos.

Nos mantenemos vivos gracias al juego intermitente de estos dos jugadores: si hay comida juega uno, si falta, el otro toma el comando. Pero lo interesante es lo que ocurre cuando toma el comando este segundo jugador, que hasta ahora estaba oculto. Pues estas horas en que por el ayuno las grasas se transforman en cuerpos cetónicos, toda la maquinaria que hace funcionar nuestras células entra en reparación: es como si lleváramos nuestro automóvil a un buen service (cosa que no siempre ocurre). Así, si queremos una buena puesta al día de nuestro querido cuerpo, tan fiel compañero, nada como un buen ayuno dos días a la semana.

Reconozco que la explicación que doy, tratando de ser simple, es incompleta, pobre y así algo equivocada.

Hace algunos años se comprobó que en ratones sometidos a ayuno se prolonga su vida media entre 25 y 40%. Se han comprobado ya las ventajas del ayuno intermitente en la obesidad, alteraciones de las grasas en sangre, hipertensión arterial y en procesos inflamatorios (¡Ojo! Pues la arterioesclerosis tan temida es una inflamación de las arterias). La mejoría tiene mayores beneficios que los esperados por el descenso de peso, que lógicamente provoca el ayuno. Mejora el funcionamiento muscular e incluso el neurológico, tanto que se lo está ensayando en enfermedades "degenerativas" del cerebro. Y mejora la memoria, lo que no es poco.

También en ratones sometidos a ayuno intermitente disminuye la incidencia de tumores, y si estos aparecen son de crecimiento más lento y más sensibles a los rayos y a las drogas. El ayuno mitiga el asma en pacientes obesos, y mejora los síntomas de artritis reumatoidea y también de la esclerosis múltiple, tan desdichadas dolencias. En un temible tumor cerebral, el glioblastoma multiforme, el ayuno retarda su crecimiento, lo que es una maravilla. También los post-operatorios son mejores en los pacientes que ayunaban.

Los musulmanes deben ayunar todo un mes, Ramadán. ¿Deberán a ello su ímpetu avasallador? Pedro, “el Ermitaño”, aconsejaba a los guerreros de la primera cruzada varios días de ayuno antes de lanzarse a una batalla. ¿Y si entre nosotros, el Congreso y el Poder Judicial, en vez de entrar en receso, ayunaran? Sería un magnífico ejemplo, se agilizarían leyes y sentencias y serían más justas y sabias.

Vale la pena recordar que Ramadán, que significa: ardiente, ocurre en el noveno mes del calendario árabe, que es un calendario lunar. Ese día se abren las puertas del “Paraíso” y se cierran las del “Infierno”, los pecados serán quemados y es más dulce el agua de las fuentes. En esos días, Alá todopoderoso, dictó los libros del Corán al Profeta, pacientemente, día a día. Al ayuno comienza con la salida del sol y finaliza completado su ocaso. Se prohíbe toda actividad sexual.

Para los interesados en conocer en profundidad los mecanismos en juego y beneficios del ayuno, les recomiendo The N Eng J of Medicine. Dic 16, 2019.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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