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Una sociedad en una situación extrema de vulnerabilidad

Existe el mal entendido de creer que la nuestra es una sociedad con sectores vulnerables. Esa convicción que, como ya lo acabo de indicar, es un mal entendido, que parte de la creencia -también equivocada- de que la nuestra es una sociedad que con los recursos que cuenta puede considerarse como un barril sin fondo, es decir con una abundancia de ellos que se consideran inagotables. Sin embargo no es una sociedad con sectores vulnerables sino que ella misma es vulnerable.

Por Rocinante

Partiendo de ese error por partida doble, es que se hace en nosotros presente una ausencia generalizada de la comprensión de que no es el caso que en nuestra sociedad existan sectores vulnerables; sino que la que se encuentra en un estado de vulnerabilidad total, considerada en forma global.

Ello no quita que esa situación de vulnerabilidad social golpee con más fuerza a algunos sectores sociales que a otros, pero aun los segmentos menos afectados en apariencia, tienen que sufrir las consecuencias de una situación que a todos y a cada uno de nosotros, como sociedad nos afecta.

Aclaro que en esa relación no incluyo a los elementos asociales de nuestra comunidad, los que efectivamente existen, y que en realidad deben, en este caso, considerarse como una auto exclusión, ya que viéndolos medrar de las penuria ajenas vienen a corroborar el acierto del contenido de aquel refrán que habla de los que pescan en río revuelto.

Es que según se ha precisado con acierto,la vulnerabilidad se relaciona con la incapacidad de un individuo o de una comunidad para enfrentar eventos peligrosos o dañinos específicos en un momento dado. O sea que es laincapacidad de resistencia cuando se presenta un fenómeno amenazante, o la incapacidad para reponerse después de que ha ocurrido un desastre.

Aquí se debe aclarar, para mostrar el alcance de nuestra vulnerabilidad, que se ha vuelto con-textural ya que la misma no está referida a un evento peligroso específico, al que aparecemos como al menos no del todo con aptitud para enfrentar, sino que el estado de cosas es mucho más complejo, ya que no se trata de uno sino de una gran cantidad de cosas peligrosas que debemos enfrentar en forma simultánea, independientemente que la celeridad de las acciones frente a cada una de ellas admita diferencias.

Situación que tiene una primera dificultad a superar, cual es la de la ausencia en muchos de nosotros de esa perspectiva global de nuestro estado de cosas. Error que lleva a que algunos se ilusionen con la perspectiva de una salvación individual (una manifestación concreta del grito de sálvese quien pueda) improbable, y a otros a una actitud de negación, con lo que se cuenta de su ceguera.

Mientras tanto, ese estado de vulnerabilidad social global se expresa de una manera que dada su generalidad se vuelve inespecífica, en dos notas predominantes decisivas cuales son la ausencia creciente de cohesión social y la tentación cada vez más observable de vivir sino al margen de la ley, al menos haciéndolo como si esta no existiera, dándose como resultado la presencia de la anomia.

En ello reside la explicación de que vivamos en estado de emergencia casi permanente, algo que viene a expresar el pésimo funcionamiento de nuestras instituciones, y que esa emergencia sea totalmente abarcadora, ya que va a alcanzar ámbitos que van de lo económico a la salud, pasando tanto por la educación, el trabajo, la seguridad como por la administración de la justicia.

Todo ello sin dejar de advertir, que superar ese estado de cosas se da en medio de resistencias sociales al cambio, la mayor de las cuales al convertirse en corporativas, son un factor generador de rigideces difícil de domeñar.

No es por lo tanto curioso, y no puede llamar la atención, que desde posiciones ideológicamente contrapuestas se haya comenzado a hablar acerca de nuestro estado de cosas, como una situación de tierra arrasada, paragón que más allá de su validez relativa, tiene la particularidad de ser utilizado con el objeto de señalar al causante de esta situación, como si esto fuera consecuencia de un proceso que hubiera comenzado ayer nomás, y sin que venga a significar el desarme de viejos enconos y una convocatoria al esfuerzo común, sin el cual el mismo devendría en un fracaso.
La pregunta acerca de la ingeniería social, como instrumento apto para enfrentar nuestro estado de vulnerabilidad (I)
Debo comenzar por señalar que la expresión ingeniería social es de esas no solo conflictivas sino que inclusive, explicablemente, el escucharla puede despertar señales de alerta.

Es así como se recuerda que etiquetar una política como "ingeniería social" es a veces una cuestión de intenciones o percepciones. En la actualidad, el término se emplea con más frecuencia por parte de la derecha política para referirse al uso que, a su juicio, hace la izquierda de la ley o del poder político para tratar de modificar aspectos de las relaciones de poder social o la conducta o del comportamiento privado de las personas: por ejemplo, respecto a relaciones entre hombres y mujeres, o entre diferentes grupos étnicos o respecto a la salud individual.

Los políticos conservadores en los Estados Unidos han acusado a sus oponentes de ingeniería social a través de su promoción de la corrección política, en la medida que se intenta cambiar las actitudes sociales al definir los lenguajes o actos aceptables e inaceptables. El conservadurismo y la derecha política también han sido acusados de intentos de ingeniería social que a juicio de la izquierda, promueven costumbres sociales "de orden" y conductas derivadas de consideraciones morales o religiosas en relación al comportamiento privado de las personas, tales como la abstinencia sexual, y por tratar de hacer al ser humano más competitivo que lo que sería por naturaleza. Al analizarse de esa manera la expresión, se lo está haciendo de una manera que cabe considerársela como suave. Ya que como se ha señalado la expresión es utilizada en los regímenes totalitarios, como técnicas de manipulación enderezadas a lograr lo que se conoce como lavado de cerebro de los miembros de una sociedad.

En ese sentido los ejemplos más conocidos, sobre todo por lo extremos que se han exhibido, son el de la Alemania nazi y el de China durante la Revolución Cultural de Mao, del cual en la actualidad existen no precisamente insignificantes signos de pervivencia.

Del caso alemán, así se ha señalado que la propaganda nazi no buscaba solo fortalecer la fidelidad al régimen o el odio hacia los judíos, sino también modificar o controlar la totalidad de la vida ciudadana, difundiendo formas culturales consideradas convenientes, aceptables o saludables para la nación, lo que implicó que se extendiera a todas las áreas de la vida de los individuos. No es de extrañar entonces que dentro del mecanismo institucional del régimen existiera un Ministerio del Reich para la educación del pueblo y la propaganda.

A la vez existen autores que en el mismo sentido ven a la Revolución cultural china como una tentativa de ingeniería social, dado que la idea maoísta de que la nueva China debía romper con los hábitos feudales del pasado adquirió gran importancia. Esa idea se concretó en un llamado a los jóvenes a acabar con los llamados «Cuatro antiguos» (a veces traducido como 'Los cuatro viejos'): los usos antiguos, las costumbres antiguas, la cultura antigua y el pensamiento antiguo.

Independientemente de la forma como se la caracteriza, en China en la actualidad se siguen utilizando mecanismos de reeducación, en establecimientos de reclusión que son verdaderas cárceles y en los que se ve circular a los que desde el gobierno se consideran disidentes, mencionándose al calificativo más benévolo que se les aplica.

Ateniéndonos a esos ejemplos, resulta indudable que nos encontramos ante mecanismos que buscan modificar la manera de pensar y ver las cosas, como una manera de control social estrictamente severo.
La pregunta acerca de la ingeniería social, como instrumento apto para enfrentar nuestro estado de vulnerabilidad (II)
Ello no obstante, se debe tener en cuenta, que se considere como se quiera a la ingeniería social, la misma es una disciplina esencialmente instrumental, dado lo cual, como en el caso de cualquier instrumento, todo depende del destino o uso que se le quiera dar al mismo.

Esa es la postura del epistemólogo y filósofo Karl Popper, quien en una obra escrita más de siete décadas atrás, titulada La sociedad abierta y sus enemigos vuelve a valerse del concepto de ingeniería social, en una forma coherente con su manera de pensar contraria a todos los totalitarismos, del signo que sean.

En realidad el nombre de su obra lo dice todo, ya que el suyo es una apología de la sociedad abierta. Es por eso que un glosador de esa obra luego de explicar que utiliza la expresión ingeniería social en un sentido diferente, efectúa un resumen del pensamiento de Popper, sobre el tema.

Señala así que para el autor la ingeniería social consiste en la implementación de los métodos críticos y racionales de la ingeniería y ciencia a la solución de los problemas sociales. Es por eso que introduce una diferencia entre la implementación "razonable" de una propuesta y la "utópica". La implementación razonable —gradual e incremental— es propia de las democracias, y la utópica —que intenta resolver el problema o problemas en forma absoluta e inmediata— propia de sistemas totalitarios.

Aclara que la ingeniería gradual habrá de adoptar, en consecuencia, el método de buscar y combatir los males más graves y serios de la sociedad, en lugar de encaminar todos sus esfuerzos hacia la consecuencia del bien final, objetivo al que son tan afectos los regímenes totalitarios, y hasta cierto punto al menos los autoritarios, que se fijan metas fantasiosas como lograr una supremacía racial, o alcanzar una sociedad sin clases y sin estado. Y que aplicado sistemáticamente, puede conducir con facilidad a un intolerable aumento del padecer humano.

La metodología sugerida por Popper puede ser resumida en los siguientes aspectos básicos: los objetivos a ser logrados deben ser problemas concretos —instituciones o situaciones específicas a diferencia de soluciones últimas o totales definidos —aun implícitamente— de manera consensual. Por ejemplo, de la misma manera que en ingeniería industrial el objetivo es aumentar la producción o productividad y no planear indefinidamente a fin de lograr la máquina o fábrica perfecta (lo que lleva a "analysis paralysis"), un objetivo social es disminuir la pobreza más que planear la solución de todos los males sociales.

Los ingenieros sociales no solo deben estudiar cuáles y cómo se han implementado otras tentativas de solución sino establecer objetivos específicos, medibles y alcanzables en un plazo realista: el objetivo final puede ser "la eliminación de la pobreza" pero el objetivo práctico de un programa concreto debe ser reducir el número de quienes son afectados de acuerdo a un criterio.
La cuestión que importa: en manos de quién está su disposición en la práctica
El primer pensamiento que nos viene a la mente es que la ingeniería social así concebida debería quedar en manos de los que mandan quienes, a su vez, deberían necesariamente mostrarse como eximios ingenieros sociales.

Pero haciéndolo de una manera más calma, y partiendo de la base que la verdadera política más que agonal (es decir que implica lucha) es arquitectónica (lo que se traduce en un construir consensuado), deberíamos concluir que a los que mandan les cabe un rol más importante cual es el de ser articuladores honestos y equitativos de los diferentes intereses de una sociedad.

Algo que si bien da lugar que todo gobierno tenga que contar con quienes implementan políticas sociales, su formación y despliegue en último grado debe quedar en manos de la sociedad civil, a través de toda esa multitud de grupos y asociaciones cuyo objetivo es formar ciudadanos, y en capacitarlos para el ejercicio de sus responsabilidades para con el común.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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