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“Las plagas avanzan, al principio silenciosamente", me dijo el viejo médico, con la voz todavía no quebrada. Ahí tienes el SIDA. Primero fueron algunos casos aislados de varones jóvenes que se morían rápidamente de infecciones, a veces raras, otras no tanto. Luego aparecieron los hábitos sexuales, las drogas, etcétera y se fue conformando un patrón con cierta identidad y precisión. Culminó, una parte al menos, cuando se identificó el virus. Ahora tienes la nefropatía centroamericana. ¿Sabes de eso?

Pues ocurre que desde la década del ‘90, en los países de América Central se advirtió un progresivo aumento de casos de insuficiencia renal en los campesinos, que los llevaba rápidamente a la muerte. Ocurría en localidades agrícolas húmedas y calurosas, pero se extendió a otras zonas y llegó a ser una de las causas principales de muerte hospitalaria. En Guatemala se registró un aumento de muerte por insuficiencia renal del 83%.

El impacto general de la enfermedad es un tanto desconocido, pues las zonas afectadas suelen tener mala infraestructura y no es obligatoria la denuncia de los casos. La causa certera de esta dolencia no está definida totalmente, pero a las que todos apuntan son las altas temperaturas y la deshidratación. Estas llevarían a daños repetidos en el riñón que lo destruiría, con la consabida aparición de la uremia que llevará a la muerte, salvo que se apliquen medidas como el uso de riñones artificiales o trasplantes. Hay modelos en ratas sometidas al calor y a la deshidratación, que darían aval a esa hipótesis, pero no se descarta la intervención de agroquímicos, metales pesados, infecciones, patrones genéticos y pobreza, como partícipes en el desarrollo de esta enfermedad.

Ocurre sobre todo en los recolectores de la caña de azúcar, que levantan diariamente toneladas de caña, vestidos con ropas gruesas con temperaturas de 40º C. Si bien la temperatura global habría aumentado solo 1º C, hubo un marcado aumento de "olas de calor" y humedad. Éstas, además de afectar a trabajadores agrícolas, aumentan las consultas en emergencia y hospitalizaciones, en parte al agravar afecciones cardíacas y pulmonares, problemas cognitivos y disminución del peso al nacer. Muchas veces no se prioriza el efecto del calor en la exacerbación de esas enfermedades, quedando totalmente oculto.

Esto indica que el cambio climático no es ya una amenaza distante sino que está ocurriendo actualmente. WHO calcula que este cambio llevará a 100 millones de personas a la pobreza extrema en 10 años. En 2017 se perdieron153 billones de horas de trabajo globalmente, por la exposición al calor, el 80% de las mismas en los trabajos agrícolas. Y las paradojas que tiene la vida: son los países que menos contribuyen al efecto invernadero los que más sufren sus consecuencias.

Una de las paradojas de la lucha contra el calor, es lo que ocurre con el uso del aire acondicionado: cuanto más calor hace, aumenta su uso, y esto en forma directa genera más calor. Un verdadero círculo vicioso. El primer aparato que se generó de aire acondicionado (AA), fue en 1902, y su fin fue disminuir la humedad en el interior de una fábrica, el frío fue solo una yapa. Pero por este extra se fue generalizando y se calcula que ahora hay mil millones de aparatos de AA en la tierra, uno cada 7 habitantes y se estima que para 2050 se superarán los 4,5 mil millones llegando a ser tan numerosos como los teléfonos celulares. Un aparato pequeño consume la electricidad de cuatro heladeras, el consumo de electricidad y la generación de CO2 es enorme con lo cual se potencia el efecto invernadero. En 1938, en los Estados Unidos había 1 AA cada 400 edificios, actualmente 1 de cada 7. Esta difusión ha sido considerada como el factor más importante en cambiar la demografía y política de los Estados sureños de esa república, al hacer la vida en ellos más confortables.

El clima, esa injusticia de la que nadie habla.

¿Habrá entre nuestros cañeros tucumanos y salteños un aumento de casos de enfermedad renal? ¿Nos preparamos para los próximos veranos? El viejo doctor golpea sobre el posa-brazo del sillón de mimbre, con una pantalla de cartón. Sabe que no.

Referencias: The NEngl J of Med 2019;381:693-96

The Guardian long reads: 31/08/19
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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