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En una reunión de trabajo me consultaron qué opinión tenía acerca de los programas y sistemas de evaluación del desempeño y cuál sugería como el más adecuado. Debo admitir que de todas las herramientas que se utilizan en la gestión de personas y que generalmente su administración es responsabilidad del área de recursos humanos, la evaluación del desempeño es la que más insatisfacción me ha generado.

Existen infinitos modelos de evaluación y también de nombres respecto de este proceso, cualquiera sea el tipo de organización de que se trate, con o sin fines de lucro. En charlas informales con los líderes o gerentes tratando este tema, en su gran mayoría confiesan que la consideran inútil, que de cualquier modo deben cumplir con la rutina o “ritual”, generalmente una vez al año. Sienten que pierden el tiempo, que es otro elemento más de la burocracia de Recursos Humanos, por lo que la dedicación es mínima.

En un Ente Binacional, los jefes debían realizar una evaluación mensual de cada uno de sus colaboradores, completar el formulario y enviarlo a Recursos Humanos, -desde hacía 3 años-. Jamás había experimentado un modelo de estas características en mis más de 50 años de experiencia laboral, por lo que con mucha curiosidad me permití consultarle al responsable de R H cuáles eran los resultados y el porqué de la aplicación una vez por mes. La respuesta me dejó atónito: “lo hacemos de forma mensual para que se capaciten evaluando”, pero lamentablemente muchos jefes no cumplen con lo solicitado.

Agradecí la respuesta, me alegró que muchos jefes no cumplieran; era un acto de salud organizacional.

Ningún líder o gestor cuestiona la importancia de la valoración del rendimiento. Lo que se cuestiona es siempre la metodología y los modelos, y en este sentido los modelos tienden a la estandarización de los aspectos a evaluar y la realidad es que cada uno de nosotros somos únicos, también en el trabajo diario y, a mayor especialización, naturalmente menor estandarización.

Cuando la valoración se relaciona con la remuneración, es difícil evitar la subjetividad en un sentido y en otro, sea para un aumento o no. Si no se vincula a los ingresos y solo es parte de la aplicación de una herramienta, los resultados son los antes mencionados. Otra situación muy frecuente es que la evaluación se enfoca más en las debilidades que en las fortalezas y, como he expresado en los Principios de Conducción como Profesión, son las fortalezas las que nos permiten obtener los resultados deseados. No las debilidades.

Lo realmente cierto es que los gestores responsables todos los días están evaluando a sus colaboradores sin necesidad de grandes y complejos sistemas. Para la detección de potencial, además de las baterías de tests que se utilizan, sigo creyendo más en los resultados de los proyectos que se asumen y de los resultados que se alcancen.

Como estamos muy cerca de un nuevo proceso electoral me permitiré reflexionar acerca de si se evalúan los candidatos que cada partido o coalición presenta. En primer lugar deseo recordar la definición de Max Weber, quien sostenía que quien hace política aspira al poder, al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder por el poder mismo, para gozar del sentimiento y prebendas de prestigio que él confiere.

También sostenía que hay dos formas de hacer de la política una profesión: O se vive para la política o se vive de la política.

Esta definición ya nos permite una primera evaluación. Con raras excepciones en nuestro país prevalece la segunda opción y, en nuestro caso, agravadas por otros elementos o conductas que han llevado a la Argentina a la dramática y dolorosa situación actual.

El nepotismo se ha convertido en un derecho adquirido en la clase dirigente. No sorprende que sean designados funcionarios por el solo hecho de ser hijos, pareja, hermanos, primos, incluso amantes, en cargos que requieren conocimientos específicos y que hacen a la calidad de vida de los ciudadanos.

Sin embargo, como viven de la política, solo prevalecen los intereses individuales; los ejemplos sobran, desde la cámara de Diputados, Senadores y múltiples Entes de Gobierno.

Un amigo, refiriéndose a un funcionario conocido en la Región que nombró a todos sus hijos en diferentes entes públicos, a quien además solía encontrar en la misa de los días domingos, se preguntaba si iba para pedir perdón… ¡¡!!

La hipocresía, el cinismo, la mentira, la falta de principios éticos y morales son tapa de todos los diarios por estos días, triste y dolorosa representación del tango Cambalache.

Que en La Argentina las empresas no consigan trabajadores con formación -y no solo la empresa de origen japonés, también acontece lo mismo en el interior del país-, es el resultado de lo antes descripto.

Funcionarios que se destacan por su incapacidad e inutilidad pero que se enorgullecen de crear y ampliar la burocracia estatal, quizás para justificar su lugar o, más decadente aún, como un empresario me comentó vez pasada, “son las nuevas estaciones de Peaje”…

Una sociedad solo puede funcionar cuando cada ciudadano ocupe un lugar, cumpla una función y ejerza su libertad. Para ello están las instituciones que han sido diseñadas para facilitar y cumplir con estos propósitos o ideales.

En nuestro caso, por el contrario, se han utilizado para coartar la libertad, generar dependencia, ampliar la ignorancia y perpetuarse en el poder a partir de la necesidad del otro, convertido en un esclavo moderno.

En septiembre de 1945, Juan D. Perón expresaba en un encendido discurso: “De la casa al trabajo y del trabajo a la casa”. La realidad actual modificó aquello que imagino pretendía consolidar la cultura del trabajo:

“DE LA CASA A LOS PLANES SOCIALES, DE LOS PLANES SOCIALES A LA CASA” - ARGENTINA ME DUELE.

Las elecciones son una buena ocasión para evaluar a los candidatos “No son las palabras ni los discursos, son los hechos lo que valen”.
Fuente: El Entre Ríos

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