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A decir verdad, al momento de relatar lo que sigue, tuvimos varias dudas. La primera, si en "tiempos de coronavirus”, como cabría decir remedando “El amor en los tiempos del cólera”, de los que supo escribir un grande como lo era y es García Márquez, existe espacio para ocuparse de lo anecdótico. La segunda, la “frase” con la que iniciamos, de lo que es, por lo general, un ligero comentario.

Acerca de lo primero, decidimos seguir adelante, dado que “la vida debe continuar”. En lo que hace a lo segundo, también, porque nos parecía de mal gusto, en las actuales circunstancias, comenzar con: “El gobernador Bordet, ¿está siempre al tanto de las cosas que le hacen firmar?”, pregunta válida porque creemos saber de su prolija minuciosidad. O, en cambio, “esta película la hemos visto antes” o “no debe extrañarnos que caigamos en lo de siempre”, si se tiene en cuenta, como en seguida se verá, que al parecer existen comportamientos que parecen ser “más de lo mismo”.

Lo que sí, debemos dejar algo en claro: que no se nos pidan precisiones ni un pormenorizado número de detalles, ya que nuestra intención es tan solo dar un “pantallazo”. Todo él referido a lo que, en apariencia, es tan solo “una tormenta en un vaso de agua”, cuando en realidad asistimos a una mala práctica política que toca lo institucional. Ocurre que en el Departamento Colón existen dos pequeñas poblaciones rurales vecinas -nos referimos a Pueblo Cazés y Hambis- que el año pasado, con sus colonias aledañas, fueron convocadas a elegir la comuna de un conjunto con reminiscencia a hermanos siameses, con el nombre de ambas.

La elección se llevó a cabo, sus autoridades fueron electas y puestas en posesión de sus cargos, pero por motivos desconocidos y, por ende poco claros, primero comenzó a circular la versión de que, con lo que no era precisamente una operación quirúrgica, se iba a separar a los “hermanos siameses”, y de allí en más iba a haber dos gobiernos donde desde diciembre debía existir uno solo.

De nada valió que, ante la posibilidad de que ello ocurriera, un grupo de vecinos del lugar se hubiera presentado ante el gobierno provincial dando cuenta de su oposición a que se adoptara una medida de esta índole.

Entre lo que no era menor el hecho que “no se encuentran razones que justifiquen la división del territorio, es más, correríamos el riesgo de perder la comuna recientemente creada, ya que ninguna de las localidades que integran la misma, por separado, alcanzarán el número mínimo de habitantes necesarios para constituirse en comuna, fijado en el artículo 3º, inciso b) de la ley 10.644, en el cual se establece que para ser comuna de segunda categoría deberá tener entre 400 y 700 habitantes”.

Agregando que “el padrón electoral de las últimas elecciones nacionales, tomando a todas las localidades en un mismo circuito, Nº 280, denominado San Antonio, mesa Nº 3.018, comprende un total de 330 electores, incluyendo el padrón de agregados, es decir que, de dividirse el territorio, automáticamente debería disolverse la comuna”.

Argumento el cual, de ajustarse a la verdad -algo que no tenemos por qué dudar-, vendría a significar no la separación de dos siameses, sino el descabezamiento simultaneo de ambos, dada la imposibilidad de existir en forma separada.

Lo que no se hizo esperar fue, producida la misma, la reacción de la oposición local que, en un extenso documento, dio razones para fundamentar lo que considera un “atropello”. Se debe señalar que, frente a esta reacción, desde el gobierno provincial se le salió al cruce, advirtiendo que las dos juntas habían nacido separadas, aunque se guardaron de explicar acerca de por qué se habían unido y asistido como una sola “a las urnas”, lo que habría otro mal nacido separado, de esa manera trasformado en matrimonio incestuoso, a lo que sería hasta ese momento una falsa hermandad siamesa.

Pero, si con lo dicho hasta aquí fuera poco, se nos dice que en la zona de esos dos figurados hermanos, se afirma que la flamante Junta de Gobierno de Hambis está presidida por quien no vive en el lugar, rodeado de parientes como vocales.

Nada que pueda, a decir verdad, extrañarnos. Ya que sabemos de gobernadores que no han nacido ni vivido en la provincia en la que se los ve mandar, hasta el momento de su elección.

Y en cuanto a eso de “subirse a la carroza” con la parentela toda atrás, estamos llenos de casos parecidos que se los ha visto y se los ve a nuestro alrededor.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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