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El coronavirus le dio tiempo a Entre Ríos a prepararse. Prueba de ello es que la provincia pasó varios meses con una ínfima cantidad de casos, e incluso pudo atravesar semanas enteras sin ningún contagio.

Mientras la enfermedad se demoraba en llegar, hubo visibles esfuerzos para incrementar el número de camas en terapia intensiva, preparar centros de aislamiento, capacitar el personal, proveerse de los insumos indispensables, agregar más laboratorios para procesar los hisopados.

Pero, ¿se hicieron esfuerzos similares para perfeccionar el procesamiento de los datos y elaborar reportes diarios precisos, serios, creíbles, que compatibilicen el derecho que le asiste a la comunidad de conocer la verdad con la imprescindible protección de la privacidad de los enfermos?

El informe oficial matutino del Ministerio de Salud de Entre Ríos correspondiente a este viernes calla mucho más de lo que dice. Es tan pobre en datos, que abre más preguntas que las que responde.

De la calidad y cantidad de la información oficial depende el terreno que ganen las fake news. Podría decirse que hay una relación inversamente proporcional: cuanto más consistente es el reporte del Estado, menor es el margen disponible para que campeen a sus anchas los sembradores de pánico.

Desde el miércoles 2 de septiembre se ha vuelto evidente que los partes diarios provinciales apenas si indican el total de contagios y su distribución geográfica. Pero ya no explican, como lo hacían anteriormente, si son contactos estrechos o si los nexos están en investigación.

Desde un comienzo, tampoco han transparentado, junto al total de contagios de cada día, cuántos testeos se realizan, la cantidad de negativos y los porcentajes respectivos.

Otro dato relevante que el Ministerio de Salud de Entre Ríos no exhibe a diario es el porcentaje de camas ocupadas en las terapias intensivas. El último número oficial disponible es de Paraná y corresponde al 1° de Septiembre, cuando el gobernador Gustavo Bordet reveló que “la ocupación de las camas de terapia intensiva es del 75%” en la capital entrerriana. En este ítems, la información aparece desperdigada en los partes de los nosocomios, cada cual con su particular metodología para transmitirla.

Algunos cortocircuitos se arrastran desde hace ya tiempo. Por ejemplo, incongruencias entre el reporte provincial y el nacional, o entre lo que dice el ministerio desde Paraná y lo que comunican los hospitales y municipios, indicios de que no ha resultado fácil la coordinación entre todos los actores del sistema.

Aún más preocupante resulta la experiencia vivida por quienes perdieron un familiar por Covid-19 y vieron con asombro que los reportes oficiales no contabilizaron ese deceso. El Entre Ríos dio cuenta de un caso concreto: un hombre oriundo de Villaguay, que falleció el miércoles 26 de agosto en Crespo, donde estaba internado. A sus parientes directos, lo mismo que a la empresa de sepelios, se les informó que tenía coronavirus, a pesar de lo cual no figuró en ninguno de los partes publicados desde entonces hasta hoy.

No son tiempos fáciles para los medios de comunicación que se preocupan por ser veraces, expuestos, hoy más que nunca, al peligro de caer en algunas de las tantas maniobras de desinformación que abundan en las redes sociales y –lamentablemente- también en los sitios de noticias. En este contexto, contar con una información oficial de calidad, suministrada en tiempo y forma, se vuelve un antídoto insustituible, apelando a ese vocabulario médico que ha invadido nuestro lenguaje.

Ya que se han puesto de moda los protocolos, tal vez el Ministerio de Salud de Entre Ríos se deba uno para estandarizar el manejo de datos, su procesamiento, lo mismo que, en un último y fundamental paso, saber comunicarlo a la comunidad. Serviría también para que todos los “efectores” –como gustan llamarlos- hablaran un mismo idioma y una misma modalidad de registro.

Para lograrlo, haría bien el Estado en valerse de convenios entre sus equipos de comunicación –que los tiene, formados y con experiencia, pero quizá desaprovechados- y, por ejemplo, el grupo de UTN Concepción del Uruguay, cuya cara más visible es la ingeniera Soledad Retamar. Desde el principio de la Pandemia, ha dado muestras de un gran profesionalismo, que ha sido ponderado por la prensa nacional.

Yerros se seguirán cometiendo, obvio. Forman parte de la condición humana. Algunos, hasta podrán resultar graciosos, como adjudicarle a una localidad del interior un contagio que correspondía a un paranaense con domicilio en la calle que lleva el nombre de esa comunidad entrerriana.

Pero, a no dudarlo, si se hacen mejor las cosas, seguramente será otra la solidez con la que llegue a la ciudadanía información que hoy por hoy resulta crucial y altamente sensible. Caso contrario, se volverá más vigente que nunca el lema de “La Noticia Rebelde” y todo será “un aporte a la confusión general”, minando más y más la confianza, un valor indispensable para la vida en sociedad.
Fuente: El Entre Ríos