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En el jardín lateral de la Parroquia Santos Justo y Pastor –sobre calle 12 de Abril de Colón- se trabaja en la construcción de un cenizario.

La Ordenanza Municipal N° 73/2019, sancionada en noviembre último (modificatoria de la Ordenanza N° 42/2018), autoriza al Poder Ejecutivo Municipal a crear un cenizario en sitios como parroquias e iglesias que lo soliciten. Las mismas llevarán los registros correspondientes de los restos depositados, conforme a la reglamentación presente (Ordenanza N° 28/1988).

La obra se encuentra encabezada por la Arquitecta Carolina Lema y el Constructor Javier Rey.
Acompañar en la experiencia de la muerte
Entrevistado por El Entre Ríos, el Padre Néstor Toler comentó: “Lo vemos como una necesidad pastoral de estos tiempos. En muchos casos, las urnas con las cenizas de los familiares fallecidos las tienen en las casas. Para muchos jóvenes el cementerio ya no representa un lugar sagrado, quizá por el cambio de mirada sobre la vida y la muerte”.

Refiriéndose a la importancia de los ritos que rodean a este momento tan especial en la vida de una persona y sus seres queridos, el cura párroco explica que para la Iglesia Católica, “el cuerpo es un lugar sagrado, donde me fui santificando. Pablo dice: ‘Ustedes no saben que su cuerpo es templo del espíritu’. Por eso, de las ocho obras de misericordia, una es la sepultura de las personas fallecidas y otra la oración por los difuntos. Todo lo que hace al contexto de la muerte es para los creyentes y para nosotros como sacerdotes, una de las experiencias más fuertes. Cada acompañamiento es una experiencia distinta en la fe, por eso cuando pensamos en crear este cinerario, nos pareció que significa abrirnos pastoralmente a un grupo grande de nuestros hermanos”.

“Pensamos la posibilidad de hacerlo en el cementerio, pero –además de que a algunos ese lugar ya no les es significativo- queremos recuperar la iglesia como espacio, ya que antes los cementerios estaban en las mismas iglesias. Acá encontrarán cobijo, una seguridad espiritual que está muy unida a la Comunión de los Santos”, agrega sobre la elección del lugar.

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Para Néstor Toler, “será como una antorcha encendida, no solo tendremos la Adoración Eucarística sino la oración por las almas del purgatorio. Es una misión muy grande”.

Si bien a lo largo de la historia la sepultura de los fallecidos fue la opción más apropiada, “buscamos fundamentación en la doctrina de la Iglesia y la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el Papa Francisco, hizo una bula aclarando que se respeta la decisión de la persona o de la familia”, indica el sacerdote.

En cuanto a las características de la obra, da a conocer que “tiene dos metros de profundidad y un metro y medio de diámetro. Lleva tiempo porque no estamos copiando sino creando, cuidando la estética para que sea parte del paisaje de la parroquia”.

“Será una fosa común y llevaremos un libro para que queden registrados. También haremos una celebración mensual para vivirlo desde lo espiritual”, dice para concluir.

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Qué dice la Iglesia Católica sobre la cremación
Desde hace un tiempo, la Iglesia católica viene considerando que es una realidad a escala mundial la falta de espacios en los cementerios, las nuevas concepciones que existen sobre la muerte, los ritos funerarios y la misma elaboración del duelo.

A partir de la década de 2000, la Iglesia (como Institución) no rechaza la idea de la cremación ni la condena. Al contrario, sostiene que el destino (desde la fe) de esa alma sigue el mismo curso que las que fueron inhumadas y cuenta con las mismas condiciones que el resto.

El 25 de octubre de 2016 la congregación para la doctrina de la fe en el Vaticano ha emitido una Instrucción "Ad resurgendum cum Christo", acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación. Transcribimos algunos puntos que fundamentan y dan razones de su valor pastoral:

Cuando razones de tipo higiénicas, económicas o sociales lleven a optar por la cremación, ésta no debe ser contraria a la voluntad expresa o razonablemente presunta del fiel difunto, la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo y por lo tanto no contiene la negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo.

La Iglesia sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos; sin embargo, la cremación no está prohibida, «a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana».

Si por razones legítimas se opta por la cremación del cadáver, las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente.

Desde el principio, los cristianos han deseado que sus difuntos fueran objeto de oraciones y recuerdo de parte de la comunidad cristiana. Sus tumbas se convirtieron en lugares de oración, recuerdo y reflexión. Los fieles difuntos son parte de la Iglesia, que cree en la comunión «de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia».

La conservación de las cenizas en un lugar sagrado puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana. Así, además, se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas.

Por las razones mencionadas anteriormente, no está permitida la conservación de las cenizas en el hogar. Sólo en casos de graves y excepcionales circunstancias, dependiendo de las condiciones culturales de carácter local, el Ordinario del lugar, puede conceder el permiso para conservar las cenizas en el hogar. Las cenizas, sin embargo, no pueden ser divididas entre los diferentes núcleos familiares y se les debe asegurar respeto y condiciones adecuadas de conservación.

Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos, teniendo en cuenta que para estas formas de proceder no se pueden invocar razones higiénicas, sociales o económicas que pueden motivar la opción de la cremación.
Reducción de los restos mortales de los Presbíteros Berín y Duce
Hace algunos días se hizo efectiva la reducción de los cuerpos de quienes en vida fueron el Pbro. Cipriano M. Berín y el Pbro. Jorge A. Duce. La tarea fue encargada por el Padre Néstor Toler, párroco de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor.

Los cuerpos reducidos y colocados cada uno en una urna, con sus nombres correspondientes, se encuentran en estos días junto a las urnas de los Presbíteros Lantelme y Blanc, quienes ingresaron en el mausoleo hace menos de una década.

Las cuatro urnas se depositarán junto al cenizario con sus lápidas y placas correspondientes, colocadas por orden cronológico.
Cuatro sacerdotes que hicieron historia
El docente e historiador colonense Alejandro González Pavón, nos ilustra con los principales datos biográficos de cuatro sacerdotes que dejaron su impronta en la comunidad, cuyos restos descansarán contiguos al futuro cenizario de la Parroquia Santos Justo y Pastor.

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Pbro. Pablo Esteban Lantelme

Nació en Italia, región del Piamonte en la localidad de Sestrieres, el 4 de abril de 1814. Fue hijo de Esteban Lantelme e Isabel Villot. En su juventud cursó la carrera del Profesorado (Maestro) y realizó estudios de Filosofía y Teología. Se casó muy joven con Margarita Guiot, con la cual tuvo dos hijos: Luisa María Cristina y Ambrosio.

Luego de enviudar en Europa, decide emigrar a América en 1859. Se afinca en estas tierras en los primeros meses del año 1860. Ejerció como maestro primero en la Colonia San José, luego por poco tiempo en Villa Colón. Ingresó al Seminario para ser sacerdote a los 59 años de edad.

Anteriormente a esto había participado en las Juntas de Fomento de Villa Colón, siendo uno de los ciudadanos más comprometidos en los primeros tiempos fundacionales de la Villa.

Ocupó el cargo de Capellán de Colón desde el 13 de diciembre de 1875. El 14 de junio de 1876, es nombrado Cura Párroco, con motivo de la erección de la Parroquia. Se desempeñó como tal hasta el año 1888, fecha en la que se retira y se traslada a la ciudad de Concepción del Uruguay, lugar en donde fallece. Es sepultado en el cementerio de la ciudad homónima. Allí permanece durante varias décadas, hasta que sus restos son trasladados a Colón y depositada su urna junto a la de otros sacerdotes, en el Mausoleo de la Parroquia de los Santos Justo y Pastor.

Pbro. Lucilo Blanc

Nació en Colón, el 13 de abril de 1907. A los 16 años ingresó al Seminario.

Fue ordenado sacerdote en el templo de la Parroquia de los Santos Justo y Pastor el 3 de diciembre de 1933, donde también cantó su Primera Misa el 8 de diciembre del mismo año.

Su primer destino fue Urdinarrain. Allí se lo recuerda como un gran orador, con un conocimiento de cultura general muy importante, traducido a una vida de lectura muy intensa.

Otro de sus destinos como sacerdote fue Gualeguaychú y luego, Villa del Rosario, en 1942. En este mismo año, volviendo en tren de unas vacaciones, desciende del mismo en la estación Chajarí. Allí, un grupo de jóvenes lo esperaba para acompañarlo a Villa del Rosario, pero al cruzar en auto un paso de vía, es envestido por un tren, por lo cual, producto de ese accidente ferroviario pierde la vida a los 36 años.

Sus restos fueron velados en la iglesia parroquial de Colón, y luego sepultados en el cementerio local, donde permaneció durante muchos años, hasta el momento en que se reduce, y se trasladan sus restos al mausoleo de los sacerdotes en la Parroquia Santos Justo y Pastor.

Pbro. Cipriano Manuel Berín

Nació en Aldea Brasilera, Departamento Diamante, el 28 de agosto de 1912. Llegó a Colón el 11 de enero de 1948. Se hizo cargo de la Parroquia ese mismo día, luego de una larga trayectoria de haber estado al frente de la misma, el Pbro. Narciso Goiburu.

Durante su etapa de Seminarista, en Paraná, supo expresar en forma directa sus dotes de músico, siendo el organista del coro del Seminario, el cual diría para ese entonces el Pbro. José Zaninetti. Con él, grabaron los principales cantos que formarían parte del repertorio del Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en Buenos Aires en el año 1934, cuyo material fue distribuido en todas las parroquias del país a los efectos de ir preparando a la gente en los cánticos litúrgico que se interpretarían en tan histórico hecho a nivel religioso.

Fue ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 1936. Feliciano fue su primer destino, luego La Paz y Gualeguay, Villa del Rosario. Hasta que en 1948 se hace cargo de la Parroquia de los Santos Justos y Pastor.

Luego de padecer una larga enfermedad, se retira a su pueblo natal de Aldea Brasilera, lugar en el que fallece en 1980. Al poco tiempo, sus restos fueron trasladados a Colón, y sepultados en el Mausoleo de los sacerdotes en la Parroquia de los Santos Justo y Pastor.

Pbro. Jorge Alberto Duce

Nació en Concordia. Fue ordenado sacerdote el 3 de febrero de 1963. Su primer destino fue la Parroquia de los Santos Justo y Pastor a la cual llegó en mayo de ese mismo año. Permaneció en su cargo hasta 1966, fecha en la que es nombrado rector del Seminario Menor de Concordia, en Villa Zorraquín. Luego fue teniente cura en la Catedral de San Antonio de Padua, también en la ciudad de Concordia.

En 1970, es trasladado nuevamente a Colón y ya para quedarse definitivamente. Trabajo a la par durante casi una década con el Pbro. Cipriano Berín, con el cual tuvieron a su cargo la noble tarea de organizar el Centenario de la Parroquia y el trabajo de las distintas Comisiones que colaboraron en dicha organización.

Luego de padecer por un largo tiempo una penosa enfermedad, fallece en Colón el 29 de noviembre de 1999.
Fuente: El Entre Ríos

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