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Número 1 y 2 del PAMI, en el Caribe
Número 1 y 2 del PAMI, en el Caribe
Número 1 y 2 del PAMI, en el Caribe
Luana Volnovich, la jefa del Pami, está de vacaciones con su “número dos”, Martín Rodríguez, su actual relación sentimental, en la paradisíaca isla de Holbox, en el Caribe mexicano. Una forma laxa de nepotismo, de ser admisible la extensión del concepto. Un gesto de independencia frente a la “recomendación” – ¿o se trataba de una directiva?- del presidente Fernández, según la cual los funcionarios públicos, al menos de esa alta jerarquía, no deberían viajar de vacaciones al exterior.

Nada que asombre, ni menos escandalice, ya que en realidad, si se miran bien las cosas, existe, o pareciera existir en lo relatado, por sobre todo, una transgresión de carácter administrativo, de la que parece que muy pocos se han percatado. Ya que en este viaje a una playa que se suponía invisible para ojos argentinos, viene a mostrar que la pareja conservaba un prurito de fallida discreción, tratándose ellos “del 1 y el 2 del PAMI”, vinieron a dejar “descabezado” a ese organismo. Aunque a decir verdad no se notó su ausencia, ya que el organismo siguió funcionando en la forma deficiente que ya es costumbre.

Aunque esa falta administrativa, y estaría mal no reconocerlo, se debe considerar que quedó atenuada con un twitter, el cual contiene un especial recuerdo afectuoso a los jubilados en vacaciones, más específicamente a quienes las disfrutan en las termas de Colón. Mensaje por el cual esa delicada muestra de afecto a todos ellos, viene acompañada de una mención, la cual indirectamente sirve para impulsar la visita -de quien se entere de aquél- a esa ciudad.

Pero no solo Colón está más que rebosante de turistas. Ya que son muchos los argentinos –y entre ellos muchos jóvenes- que “viajaron al este”, o sea a las playas uruguayas de esa privilegiada ubicación. Quienes al volver, según se dice, en una gran proporción superaron la exigencia de hacerlo con la certificación de un hisopado con resultado negativo, valiéndose de la exhibición ante los funcionarios de control al salir de ese país – nos preguntamos, por qué al salir y no al ingresar en el nuestro-, del ejemplar a su nombre de un documento de esa naturaleza “truchado”, el cual aparece en la pantalla celular. Aquí tampoco, nada que asombre ni que escandalice, ya que esa “viveza criolla” de la que tanto nos ufanamos, y por la cual pagamos a la postre tan alto precio, ¿de qué nos serviría de no poder aplicarla de ese modo?

No todo lo que se da a conocer tiene que ver con el turismo, pero para el propósito de esta nota sirve igual. Se trata ahora de una noticia confusa en su redacción, aunque no es de nuestro interés profundizar en ella, yendo más allá. La interpretamos a nuestra manera, viniendo a relatar el impreciso suceso, en el cual una empleada judicial habría sido objeto –ignoramos si cabe considerarla una víctima- de una suerte de “acoso” por parte del titular del tribunal en el que se desempeñaba.
Nada que suene extraño, porque todos sabemos de la debilidad de la carne.

Y precisamente por eso, tampoco puede sorprender lo salomónica de las sanciones aplicadas a los supuestos protagonistas de esa situación, por un tribunal superior. Un mes de suspensión sin goce de sueldo, para el supuesto acosador. Y hablamos de “supuesto”, porque de no ser así, las cosas tendrían que haber ido más allá, y la situación de “duda” no daría para eximirlo –en violación del principio de “in dubio pro reo”(¡!)- de toda sanción. Dado lo cual a la supuesta acosada, se la mandó a trabajar en otro tribunal, no se sabe si como medida de prudencia, o por su temeridad fastidiosa, al denunciar ese supuesto acoso. Nada, tampoco en este caso, que pueda sorprender, ni menos escandalizar, ante un servicio de justicia al que cada vez se lo ve más convertido en una “justicia pretoriana al “uso nostro”.

¿Qué es lo que encontramos de común en todas estas situaciones, que solo representan ejemplos de una serie que podemos prolongar casi hasta el infinito? E inclusive más que precisamente en ellas, el poder da una explicación, ya ante una ausencia de reacción de incomodidad y hasta de reprobación frente a ellas; ya en el dedicarles por un instante una cuota de interés que se agota con la misma rapidez.

No se trata inclusive de la circunstancia de que nuestra capacidad de asombro se haya agotado ante la reiteración incesante de hechos de esa especie, sino que precisamente sucede que cabe conjeturar, que esa reiteración persistente de ellos, habría servido para conformar entre nosotros una “nueva normalidad”, de esas que en el campo de la astronomía se las conoce como una “singularidad”.

La cual ha venido, en forma creciente a ser caracterizada por norma alguna, sino que entre nosotros las conductas que son en otras latitudes transgresoras de las normas, han pasado a ser de frecuentes y usuales a habituales.

Una situación que se vuelve más alarmante todavía si se tiene en cuenta que esa singular normalidad de la anormalidad, puede llegar al punto que todos nosotros resultaremos contaminados ante su presencia.

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