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Cuando vieron llegar las máquinas que harían el anhelado pavimento, los vecinos de calle Lamadrid, entre Monseñor de Andrea y Gerardo Yoya, celebraron la obra que mejoraría la calidad de vida del barrio. Difícilmente habrán imaginado que, apenas unos meses después, daría comienzo una saga interminable de roturas y reparaciones, porque los líquidos cloacales (¿o aguas de vertientes?) porfiadamente persisten con su costumbre de aflorar a la superficie.

No es que el problema apareciera después de algún esporádico diluvio, muy de vez en cuando. No. Bastaba una lluvia tenue para que la pesada tapa ubicada en la esquina de Lamadrid y Monseñor D'Andrea se corriera del lugar y la cloaca saliera de las profundidades, algo que no pasaba desapercibido ni a la vista ni -especialmente- al olfato.

Los esfuerzos para lograr una solución definitiva al problema fueron muchos. Nadie podrá reprochar al municipio no haberlo intentado. Cada tanto, aparecía el camión desobstructor, cuando no directamente los martillos neumáticos y las retroexcavadoras para abrir zanjas aquí y allá. Pero el problema siempre volvía.

En una de las últimas intervenciones, se optó por abrir el pavimento casi al medio, todo a lo largo de la cuadra, en lo que parecía ser una cirugía mayor. ¿Dio resultado? Al parecer, lamentablemente, fue otro intento frustrado.

Las imágenes captadas por El Entre Ríos muestran como, incluso en horas de intenso calor, el líquido sale a la luz, primero coloreando las grietas y luego corriendo lentamente hacia el cordón cuneta.
¿Agua o cloacas? Las otras "vertientes" de la Concordia
¿Es agua o cloaca?
"Es cloaca. Cuando cambiaron los caños, no los unieron bien y pierden", dijo un vecino que se prestó a dialogar con El Entre Ríos. Recordó haber hablado con un empleado de Obras Sanitarias. "Ellos dicen que son vertientes de agua, pero no es así, es líquido cloacal", opinó.

- Al menos la tapa de la cloaca, que se levantaba cada dos por tres, ya no se mueve, -le comentamos.

- Sí, pero ¿a qué costo? Venga, mire lo que hicieron allá -dijo, mientras señalaba un boquete en el pavimento, un cuadrado de aproximadamente 1 metro por lado, rodeado de unas cintas de esas que se usan para delimitar zonas de obra.

Asomarse al pozo permite apreciar en lo más hondo un caño de donde permanentemente -aunque no esté lloviendo- sale un importante caudal que, a través del desagüe pluvial que pasa por debajo de la Avenida Gerardo Yoya, iría a parar al Arroyo Manzores. "Después que abrieron la calle, como no pudieron resolver el problema y la tapa seguía saltando cada dos por tres, hicieron esto, que manda la cloaca al arroyo", explicó el vecino, aunque se preocupó por dejar en claro que no es lo que dicen en Obras Sanitarias.

Como sea, lo que está fuera de discusión es que la calle hoy se parece a un cuerpo atravesado por varias heridas que supuran un líquido que poco a poco erosiona el pavimento y agranda aún más las grietas. ¿Se superarán estos problemas cuando avance la sistematización definitiva del Arroyo Manzores? ¿O será otra la solución? El tiempo dirá, aunque a esta altura de los acontecimientos, a los vecinos les cuesta creer que llegará el momento en que dejen tranquilo al lastimado pavimento de calle Lamadrid.

Aunque "mal de muchos es consuelo de tontos", les basta con mirar a las cuadras siguientes, de Gerardo Yoya hasta Salto Uruguayo, para constatar que también en ese tramo las roturas y reparaciones del asfalto son incontables.
Fuente: El Entre Ríos

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