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El barrio María Goretti está ubicado en la zona sudeste de Concordia, cerca del río. Allí se encuentra un complejo de departamentos que fueron hechos con el objetivo de sacar de casas precarias que estaban construidas en la zona sur.

Con el estigma de ser un “barrio peligroso”, a nivel nacional el nombre trascendió luego de un tiroteo frente a la escuela República Oriental del Uruguay, la escuela del barrio y, desde entonces, muchos creen que en ese lugar solamente puede haber problemas.

Artistas y profesionales que viven en Concordia, junto con asistentes de Uruguay, decidieron tomar los instrumentos que mejor saben manejar e invitar a los lugareños a sumarse al “lavado de cara” de esa zona “gris”.

Santiago Presas, impulsor del proyecto contó a Mirador Entre Ríos: “Es un barrio en el que vemos desamparo, falta de medios. Imaginate que hace poco murió un chico de tuberculosis, que parece muy loco decirlo. Vemos mucha invisibilidad, entonces la gente que vive acá, que persiste, tiene una creatividad y un potencial enorme, porque está acostumbrada a resolver los problemas de forma creativa y alternativa y la idea es que no usen eso para aprender violencia, para seguir siendo invisibles o para no mejorar, si no salir de la individualidad y sumar voluntades para generar otro entorno”.

En 2016, Presas y un grupo de vecinos tallaron un árbol en una de las esquinas en las que converge el barrio, en aquel momento fueron los niños quienes tuvieron el papel protagonista y, esta vez, no es distinto el plan.

“La idea va por el mismo lado que antes, queremos sacar el barrio de este gris inexpresivo y agobiante en el que parece que hubiera caído una bomba, es todo muy uniforme y hay poco espacio para crear o expresarse”, comentó el conductor del proyecto e indicó: “Los gurises crecen así, sin posibilidades de agregarle valor o dar prestigio a su barrio y transformarlo en un lugar en el que les guste vivir. Por eso queremos empezar desde los más chicos a generar otras cosas, que haya otros espacios, otros mensajes y que demos visibilidad al barrio para que se integre a Concordia como un lugar en el que pasan cosas hermosas”.

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el árbol tallado hace dos años permanece intacto en una esquina Agrandar imagen
el árbol tallado hace dos años permanece intacto en una esquina
Respecto del propósito y los cambios, señaló: “El arte lo que da es una opción. Los chicos que estuvieron tallando salían corriendo con los elementos y los tiraban, porque ellos veían esas cosas, quizás luego llegaban a la casa y tenían un solo plato de comida para 4, pero el arma presente seguro sobre la mesa; entonces lo que buscamos con estas obras es dar una opción de poder reestructurar los pensamientos y el tiempo hacia algo constructivo, aunque sea por un rato” y ejemplificó: “Venimos a lijar los árboles, viene algún chico y trae una escoba y vamos aprendiendo a tener el espacio limpio, a tener en cuenta al vecino y generar situaciones de igualdad y convivencia entre todos, sin necesidad de ir implementando la violencia que es lo que muchos ya traen incorporado”.

Sobre las posibilidades y los elementos, Presas explicó: “Hay algunas personas e instituciones que están interesadas en hacer aportes para este espacio y la idea es que haya muchas fuentes, que colaboren desde muchos lugares, para que nadie imponga ideas ni presione a los artistas, ya que son ellos los que hacen el proyecto y van teniendo en cuenta cada detalle del barrio. El tanque tiene unos 20 metros de altura aproximadamente y tenemos murales y paredes”.

Quienes empezarán los trabajos dicen que se pueden hacer muchas cosas, siempre en colores, como para que los niños tengan justamente un espacio con significado y logren salir de la monotonía.
La elección del lugar
La plazoleta es el espacio en el que se reúnen todos los vecinos, incluso tiene canteros que forman el numero 69, que es la cantidad de departamentos que conforman el complejo habitacional. Allí hay algunos juegos para los más chicos, 3 hamacas y dos sube y baja, que ellos mismos se encargan de mantener.

“Empezamos acá porque es el lugar en donde viven quienes quieren intervenir el barrio, porque además puede verse de lejos y causar un impacto visual muy grande y al hablar con la gente justo queremos encontrar lo que los une e ir plasmándolos”, explicó el artista y contó que “hay contrastes, a veces hablan de indiferencia, pero a la vez es una zona en la que existe mucha solidaridad y las obras van a partir justamente de eso. Con los chicos iremos valorizando su tiempo para que luego reconozcan este territorio como algo suyo que hay que cuidar, como pasó con el árbol que tallamos hace dos años, que cuidan y además muestran felices. Con la base de un lugar que te hace sonreír, seguramente vas a tener otra actitud para mirar la vida”.

Los artistas convocados son Luli Tamaño, que ya trabajó en un mural en la escuela, Daniel Mendoza que es un conocido artista y pintor, intervendrá Adriana Viggiano, que es de Montevideo y Agustina Micucci y Santiago Presas, que son los impulsores.

“Todos lo hacemos gratis, solamente pedimos colaboración con pintura, pero es algo que no nos deja rédito económico, sino que nos llena el hecho de sumar y generar lazos y proyectos en la gente que vive en este lugar”, comentaron.

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Santiago Presas y Agustina Micucci, impulsores del proyecto Agrandar imagen
Santiago Presas y Agustina Micucci, impulsores del proyecto
La vida en el barrio, según las vecinas
Romina y Laura viven en “María Goretti” hace años. Ellas, como tantos, fueron trasladadas desde la zona sur, en los lugares en que es inundable, bajo la cota 14 (que resulta afectada con las crecientes del río y en las que, según las leyes, está prohibido vivir).

“Este complejo habitacional fue construido para evitar las situaciones de desarraigo por las inundaciones. A nosotros nos hicieron dejar ese terreno y nos dieron un espacio acá, a cambio de que pagáramos las cuotas”, recordó Laura y contó: “nos fuimos pensando que iban a destruir todo, pero veo que hay gente viviendo en ese lugar”.

Romina tiene un merendero en su casa al que asisten 32 niños los sábados a tomar la “copa de leche”. Gestiona leche y azúcar y el resto pone de su bolsillo o por colaboraciones de los vecinos. Además, en su pequeño patio se dictan clases de apoyo en las materias más fuertes y clases de educación física, para que los niños comiencen a relacionarse con los deportes.

“Presto mi casa porque no tenemos un centro barrial en donde dar atenciones a los chicos, que necesitan. Quiero abrir un comedor, esa es mi idea en este barrio lleno de necesidades” contó y describió sobre el lugar: “Hay mucha pobreza, lamentablemente en la actualidad los chicos van a la escuela no para aprender, van con la panza vacía y asisten para aprovechar el comedor escolar”.

Tras hablar de la pobreza estructural, Romina hizo hincapié en el esfuerzo de todos los vecinos y remarcó cómo es la situación con el merendero que tiene en su propia casa, ubicada en la esquia de Scattini y Pellegrini. “Yo saco mi mesa porque hasta ahora, aunque pedí ayuda, no me han dado, incluso a las chapas del techo me las donó un vecino”, dijo y resaltó: “En verano zafamos, pero en invierno realmente hace muchísimo frío así que a veces tenemos que suspender las actividades y los niños vienen y hacen las tareas, pero se que es por comida. Los padres son gente del barrio y son humildes y en muchos casos analfabetos, así que también a ellos les damos una mano e incentivamos a sus niños a que estudien, a que escriban otra historia”.

Sobre la seguridad, y el estigma de zona peligrosa, Romina dijo: “Acá es inseguro a veces, pero nos conocemos todos. Creo que no hay diferencia entre este y otros barrios, es más la fama que tiene la zona que lo que realmente pasa”, aunque admitió que “igualmente creo que en todos lados el problema es que hay mucha droga, hemos visto niños de 11 años que están bajo efectos de alguna sustancia, pero todos sabemos que la ley tendría que caer sobre los que venden, sobre los poderosos”.

Laura, en tanto, contó que hace un tiempo le hicieron un boquete para robarle, pero destacó sobre el barrio “acá la gente es solidaria igualmente. Acá el que tiene un poquitito más siempre ayuda al que no tiene, parece mentira, pero es la realidad. Acá vemos al que tenemos al lado, por eso a veces nos organizamos y juntamos cosas, entonces podemos llenar las panzas vacías. Queremos evitar que crezcan pensando que drogarse o vivir en la violencia está bien, creemos que puede salvarse la situación”.

“La zona sur es una zona de amistad, pero que a la vez no se diferencia de otras”, coincidieron las vecinas, que a la vez que pidieron: “Queremos tener nuestro propio salón para poder dictar clases, tener encuentros formativos y avanzar hacia adelante, de hecho tenemos la cancha que tiene zona verde y todo, nos encantaría construir ahí algún salón de usos múltiples para incluir a los padres con oficios, costuras y demás”.

“El año pasado presentamos una carpeta prolija con los vecinos para hacer el SUM, pero siento que desde la intendencia no lo leyeron. Hasta que coloquen el alumbrado público solicitamos, pero todavía no tuvimos respuestas”, aseguraron.

El SUM que se encuentra entre los edificios es administrado por el presidente del barrio. Quienes no pertenecen a esos 69 departamentos no pueden acceder a ellos ya que, por disturbios que se dieron en ocasiones, no está abierto a las actividades de los otros integrantes del barrio.

Las vecinas, que trabajan por los demás, ven en la generación de ideas positivas un camino que lleva a la construcción de valores y comparten sus proyectos con los de quienes, sumando voluntades desde el arte, creen que es posible cambiar la realidad.
Fuente: Mirador Entre Ríos

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