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Su nombre y apellido son casi desconocidos para la casi totalidad de los concordienses. Pero no pasa lo mismo en el gabinete municipal ni tampoco en un círculo de empresarios concordienses, donde suelen estar atentos a cada una de sus visitas, con la expectativa de escuchar sus consejos.

En efecto, sin salir en los medios locales (“No doy notas, pero podemos hablar en off”, respondió a una invitación de El Entre Ríos), cultivando un extremo bajo perfil, el diputado nacional radical Fabio Quetglas se ha vuelto un hombre “influyente” en la vida política y económica de Concordia. Incluso ha llegado a atribuírsele la redacción del primer borrador del Pacto de Julio.

Quetglas fue entrevistado por el periodista Matías Moreno para el diario La Nación. Entre las principales definiciones políticas que aportó, se pronunció por una tercera posición respecto del radicalismo. Considera que los radicales no pueden cerrar filas con el presidente Javier Milei y convertirse en un aliado del oficialismo como Pro, pero tampoco deben adoptar el espíritu de resistencia del kirchnerismo frente a la agenda reformista de los libertarios. Quetglas reclama una mayor apertura al debate de los jefes partidarios para desactivar la lucha de facciones y gestar una alternativa a la polarización “desgastante”. “El radicalismo puede ser opositor a Milei sin ser destituyente ni poner palos en la rueda”, puntualiza.

Además, Quetlas reclama que la conducción nacional de la UCR, que encabeza Martín Lousteau, rechace el pliego del juez Ariel Lijo, el candidato que impulsa Milei para la Corte Suprema de Justicia. El miércoles, la mesa partidaria instruyó a sus senadores a actuar para “garantizar una real equidad de género” en la composición del máximo tribunal.

-¿A qué atribuye esta crisis de la UCR? ¿Hay un déficit de conducción o Milei puso en jaque el sistema de representación de los partidos tradicionales?

-Tenemos un problema de fondo de lectura política. Hay quienes, legítimamente, leen que este es un gobierno que siempre está al borde de poner al país en una crisis constitucional. Y en esa lectura definen que hay que oponerse en toda la línea a Milei. Hay otro sector del partido que lee que la Argentina llegó a diciembre en una situación de enorme fragilidad financiera e institucional y que corresponde hacer una contribución nacional en una transición hacia una normalización. Y hay una tercera posición que cree que el Gobierno encara las reformas que la sociedad votó en el 2023, mayoritariamente en el balotaje -la propuesta de reforma de Bullrich también era muy disruptiva y de shock-, y que hay que acompañarlas, porque gozan del asentimiento mayoritario.

-¿Son visiones irreconciliables?

-Creo que esas tres lecturas son difíciles de hacerlas compatibles en una misma estructura política y partido. Pero, en cualquier caso, merecerían un debate más sincero, honesto y profundo, porque las tres tienen puntos de legitimidad. Frente a eso, un partido político como el radicalismo precisa construir una posición sin pensar tan a corto plazo, que lo consolide en el imaginario social como el partido reformista que siempre se propuso ser. Y para ser reformista hay que proponer reformas.

-¿Y cuáles serían las reformas que deberían impulsar el radicalismo con Milei al frente del gobierno?

-Bueno, un caso claro es lo que pasó esta semana con el tema de la democratización del sistema sindical, pero también hay reformas en el sistema económico en las que hay que ir más a fondo, como la independencia del Banco Central o el manejo del déficit. En el radicalismo hay una posición ambigua en ese sentido, sobre todo, en la dirigencia parlamentaria.

-¿Por qué no hay espacio en la UCR para ese debate interno bajo el liderazgo de Lousteau?

-Se cruzan intereses de defensa de posiciones territoriales, corporativas y ventajas momentáneas con esta moda de la política espectáculo, que es lo contrario al debate serio. Me refiero a la consagración de la chicana como lugar de posicionamiento político. A eso hay que agregarle un aspecto muy agudo de faccionalismo interno. La cultura internista nos erosiona mucho y nos impide mostrar lo bueno que podríamos darle al sistema político: una fuerza reformista que tenga sensibilidad social, calado institucional y capacidad de hacer acuerdos.

-Un sector de la UCR, encabezado por Manes y Lousteau, sancionó a los diputados que cambiaron su voto en la ley de movilidad jubilatoria y presiona para expulsarlos del partido. ¿Usted comparte esa mirada?

-Primero, las sobreactuaciones en la que cayeron algunos de nuestros correligionarios al acompañar al Gobierno están mal. En segundo lugar, tampoco restablecieron la tortura. Yo estoy con la posición de la recomposición de los haberes jubilatorios, pero hay que reconocer que el argumento de que la situación de fragilidad fiscal es delicada no es una tontería. Había un debate legítimo.

No estoy de acuerdo con lo que hicieron los díscolos, pero llevamos nueve meses de muy baja tasa de disciplina partidaria en el Congreso. Entonces ahora caer en una posición más extrema de separarlos del bloque frente a esta circunstancia es delicado. Amerita una reflexión.

-¿Qué pasaría si los “díscolos” o conversos apuestan a posicionarse como aliados permanentes del oficialismo?

-Si ellos efectivamente van a hacer parte de un esquema de poder de ser un para-oficialismo, como es el Pro, hay que pensar cómo procesar esa cuestión. Es un debate que hay que dar de manera abierta.

-¿El radicalismo no debe estar parado cerca del oficialismo?

-No. Uno puede ser colaborador con un gobierno del que no es parte en una medida puntual, en un acuerdo transversal o en una situación delicada; y puede ser opositor sin ser destituyente, sin poner palos en la rueda. ¿Cuál es el marco en el que tiene que estar el radicalismo? Que la colaboración no lo transforme en oficialista y que la oposición no lo transforme en destituyente.

Nosotros tenemos una personalidad política. Somos reformistas e institucionalistas. Y desde ese lugar dar soluciones puntuales en cada uno de los temas de la agenda pública. El imaginario del radicalismo no es igual al de Milei. Ahora, en la coyuntura, yo quiero tener un país previsible en lo fiscal y que tome en serio la agenda de la seguridad. Esa es una demanda, inclusive, de nuestros votantes.

-Entonces, ¿qué rol debe asumir la UCR? ¿Ser oposición responsable y cooperar por la frágil situación social y económica?

-Si el Gobierno hubiera apelado a un veto parcial, habría dado una muestra de cuidado por el déficit, por un lado, y racionalidad y sensibilidad. Entonces se le pide a la oposición un conjunto de atributos vinculado a la sensibilidad, sentido de cuidado del momento, que muchas veces que no se le pide a Milei.

Ahora mi sensación es que reiteradamente el Gobierno juega siempre a todo o nada. Y eso es un tipo de apuesta que rompe un elemento esencial de la vida democrática -no sé si llamarlo la amistad cívica-, pero que es el sentido de sentirnos todos responsable con lo que resulta en el país. Milei erosiona eso todo el tiempo. Hemos sido responsables hasta acá y pagamos un costo inclusive con nuestro electorado.

-¿Qué opinión tiene sobre el proyecto de Presupuesto? ¿La UCR debe acompañar a Milei?

-Yo creo que la Unión Cívica Radical lo tiene que acompañar con una salvaguarda. Llegar a un presupuesto razonable es una necesidad del momento, pero cómo llegamos nos define. Si mientras ejecutamos el 30% de las jubilaciones, no tocamos las jubilaciones de privilegio, eso nos está definiendo más que llegar al equilibrio presupuestario.

-En ese marco, ¿van a volver a acompañar la idea de privatizar Aerolíneas Argentinas?

-En ese caso no me cabe ninguna duda, porque el volumen del subsidio que le otorgamos a beneficiarios de clases medias y medias altas es enorme. Deberíamos tener la sensibilidad para la salvaguarda de situaciones especiales, como puede ser la conectividad con la Isla de Tierra del Fuego.

-La UCR habla de modernizar el Estado o hacerlo eficiente, pero Milei habla de eliminarlo o destruirlo. ¿Es difícil colaborar con un Presidente que apuesta a una visión extremista?

-No importa si Milei cree o no en el Estado. La Argentina precisa que los bienes públicos sean bien prestados y que el financiamiento sea el adecuado. Por supuesto, Milei deja poco margen en ese sentido. Pero a medida que pasan los meses la sociedad argentina va a ir sintiendo en la obra pública o en un montón de aspectos la necesidad de una intervención pública inteligente. Entre el Estado predatorio que nos propuso el kirchnerismo y el abolicionismo estatal que nos plantea Milei, hay mucho en el medio para pensar soluciones para problemas públicos. Y no es simplemente recurrir a recetas ya fallidas.

Necesitamos un Estado que sea sostenible, en el sentido de que no sea impagable, y que construya legitimidad, en el sentido de que le provee a la sociedad cosas que la ciudadanía valore. Yo tengo la sensación de que durante el período kirchnerista el Estado inclusive proveyó de cuestiones que la sociedad ni siquiera demandaba y era sobre los efectos de crear una clientela política.

-¿Por qué cree que la conducción de la UCR evitó una definición sobre el pliego de Ariel Lijo?

-Lo de Lijo es una oportunidad desperdiciada de características oceánicas para el radicalismo. El pliego de Lijo no reúne las condiciones de idoneidad prevista en la Constitución para ese cargo. Así de sencillo. No hay que abundar más. Ni hablar de la cuestión de equidad de género, que es violentada.

-¿Esperaba un pronunciamiento inmediato, apenas Milei propuso a Lijo?

-Yo creo que debe expresarse por el rechazo. Y que no lo haya hecho de manera más rápida es delicado porque es un tema de alta densidad institucional.

-¿Cómo evalúa la conducción de Lousteau? Fue cuestionado por el caso Lijo o por haber votado en sentido contrario de los bloques de la UCR en la ley bases o el DNU 70/2023.

-Lo primero que diría es que no me gustaría la idea de estar en sus zapatos. Él administra un partido en el que conviven, como mínimo, esas tres visiones que planteé al principio. Así que su situación es de enorme dificultad. En cualquier caso, un reclamo que yo lo haría es que siempre ante la dificultad es mejor juntarse y no aislarse. Juntarse significa convocar a los bloques de senadores y de diputados.

-¿Lo nota aislado a Lousteau?

-Mi sensación es que no hay la densidad de relaciones que tendría que haber asumiendo la difícil situación. Nosotros tenemos un problema de fondo, que excede mucho a Lousteau, y es que hay una amplísima mayoría de la sociedad que no cree más en que tenga sentido las intervenciones públicas para generar cohesión social. Está golpeado el núcleo de nuestro mensaje y, para poder revitalizarlo, deberíamos tener mejores conversaciones y que la gente nos pueda visibilizar unidos de manera tal de que sea el radicalismo quien lidere una opción alternativa a esta polarización desgastante y que está produciendo efectos psicológicos en los argentinos.

-El Presidente se encamina a vetar la ley que dispuso un aumento a las universidades. ¿Puede gobernar sin el Congreso?

-Lo que pasa es que ni sus opositores ni la sociedad argentina se van a evaporar. Lo ideal sería que haya colaboración, pero que haya tensión es parte de la democracia. Un Congreso opositor o una Justicia que bloquea reformas... Eso una democracia.

-¿Cree que el Presidente tiene una visión sesgada?

-Tiene una visión de dibujitos animados sobre la vida política y es peligroso. Yo soy un gran defensor de la libertad, pero la condición humana es de mucha complejidad y administrar los problemas públicos requiere de una responsabilidad que a veces el Presidente no tiene.

-Milei prometió blindar el equilibrio fiscal pase lo que pase. ¿Es viable con los marcos restrictivos de la economía argentina y sin una construcción política amplia?

-Ahí hay un debate de fondo. ¿Qué es mejor? ¿Defender a capa y espada el déficit cero o construir una mayoría significativa que cambie la cultura política de Argentina hacia la racionalidad presupuestaria de largo plazo? Milei renunció a liderar un bloque heterogéneo con debate interno, pero que, en general, estamos a favor de la racionalidad económica, para confrontar y ser él o el mundo.

-¿Y cuál es su mirada sobre la gestión de Milei en materia de política social? El Presidente se jacta de haber hecho el ajuste más grande de la historia y haber terminado con el “curro” de las organizaciones sociales.

-Está bien que la AUH y la tarjeta alimentaria tengan un nivel de cobertura mayor que antes de la desintermediación, pero eso es una política de contención de la pobreza. Política social es cómo las personas se promueven a una mejor condición de vida. Y en ese sentido, el punto de partida es que haya una estabilidad que permita que la energía de la economía empiece a circular en la Argentina. Eso todavía no pasó, porque este año vamos a terminar con una caída del producto de alrededor de 4%.

Hay un déficit en la mirada del gobierno de Milei, porque cree que solo el aumento de la actividad económica nos va a resolver toda la agenda de problema público.
Fuente: La Nación - Matías Moreno

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