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Es una de las tantas personas que atravesó por la experiencia del covid durante esta pandemia. Pero su caso no fue uno más para la comunidad de Colón, que rápidamente se unió en cadenas de oración y buenos deseos hacia su querida doctora.

Colegas, vecinos, pacientes le escribían mensajes, le acercaban regalos. Nadie permaneció indiferente al enterarse que Sandra Mace estaba dando pelea en terapia intensiva.

Tal es así que su regreso hace apenas dos semanas a la guardia del Hospital San Benjamín y a las salas municipales de los barrios Tiro Sur, San Francisco, Barrio Norte y San Gabriel -lugares donde trabaja hace 17 años- fue vivido como esos grandes acontecimientos que merecen ser celebrados.

En su consultorio particular, la médica concordiense radicada en Colón, recibió a El Entre Ríos para contar cuál es para ella la clave del milagro que la mantuvo con vida.

-¿Tenías dimensión del cariño que la gente de Colón siente por vos?

-De una u otra manera lo sentía, pero no pensé que era tanto. Soy muy creyente, y siempre le pedí a Dios que la gente me quisiera.

Cuando pasó esto, si bien uno sabe que los más cercanos van a rezar, nunca imaginé que personas de diferentes religiones y creencias estarían involucradas. Eso para mí fue algo muy grande.

La primera semana en terapia, aunque estuve consciente, no toqué el celular. Pero cuando me conecté y vi la cantidad de gente que me saludaba y ponía cosas en las redes, ahí me sentí muy querida. Eso, sumado al cariño del personal en la institución en que estaba, hizo que en la segunda semana en terapia tuviese más fuerza y se reviertan los valores de oxigenación en sangre.

Cuando ingresé tenía una saturación del 88%, muy baja, y la primera semana no subía. Cuando empecé a ver todos los mensajes, no se explican cómo comencé a revertir esos valores.

-O sea que esto que habrás estudiado en la universidad y que tantas veces le habrás dicho a tus pacientes, de la importancia de mantener un buen estado de ánimo, apoyarse en los afectos y en la fe en lo que cada uno crea para superar una enfermedad, ahora lo estabas experimentando en primera persona.

-Es lo que hace que te sientas con fuerza y ganas de salir adelante.

-¿Sabés cómo te contagiaste el covid?

-No sé cómo me contagié, porque siempre estamos muy protegidos.

-¿Cómo fue el inicio de la enfermedad?

-Comencé un día con un dolor de columna, en la zona lumbar. En ese momento no se sabía que el covid podía presentarse con ese síntoma, entonces pensé que era por hacer fuerza al ayudar con las camillas, tomé un analgésico y se me pasó. A la semana siguiente, otra vez lo mismo. Recién a la tercera semana empiezo con fiebre. Como no tenía síntomas respiratorios no me hisoparon, pero en la guardia me sacaron una placa de tórax y había una neumonía bilateral que no era la típica bacteriana.

-¿Sin síntomas respiratorios?

-Nada, solo tenía fiebre.

-¿Cómo evolucionó el cuadro?

-Así que me hisoparon y di positivo. Yo estaba bien, pero saturaba bajo. A la noche aumentó la fiebre y me internaron. En guardia me hicieron todos los controles y los valores estaban todos alterados.

Pasé un día en sala general, porque yo pensaba que podía salir del cuadro, ya que no me sentía agitada. Hasta que vino un kinesiólogo y me dijo: “Mirá Sandra, acá no vamos ni para atrás ni para adelante. Vamos a ir a la terapia”. Cuando te dicen terapia uno siempre piensa lo peor, pero le dije que sí. Siento que fue un enviado de Dios, porque él no tenía que verme a mí, pero fue quien me llevó a terapia.

Estuve dos semanas y durante la primera no respondía, así que me iban a intubar. Pero cuando sentí el cariño y el estímulo de la gente, empecé a levantar la oxigenación.

Cuando me dieron el alta no requerí de oxígeno, pero sí de kinesiología todos los días, porque de tanto estar acostada quedé con los músculos atrofiados y tuve que aprender a caminar de nuevo. Había quedado sorda de un oído y con la visión borrosa. También con un cansancio extremo e insomnio.

No es fácil recuperar todo. Pasaron dos meses y medio y sigo con cansancio y agitación cuando hago mucho esfuerzo. Ahora también tengo presión alta y estoy medicada.

Me dijeron que me conforme con llegar a tener 95% de saturación; hoy tengo 99%. Así que mirá lo importante que es el cariño de la gente.

Incluso cuando estaba en terapia estaba tranquila, no tenía miedo, porque tenía fe. La Biblia dice que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, entonces yo tenía la certeza de que tenía que salir de ahí y estar bien.

-¿Tenés factores de riesgo asociados?

-Solo quistes en ambos riñones, es algo congénito. Mi temor con el covid era ese, y sin embargo no me tocó los riñones.

-¿Te habías vacunado?

-No, porque como era algo nuevo tenía el temor de que me pueda afectar los riñones y llevarme a una insuficiencia renal, entonces esperaba otra vacuna como la Moderna que es a virus atenuado.

Me vacunaron hace dos semanas cuando retomé las guardias.

-¿Qué mensaje querés dejarle a la gente a partir de tu experiencia?

-En primer lugar, agradecerles por el gran amor que tienen hacia mí hasta el día de hoy, que se ponen contentos de verme bien.

Les digo que no pierdan los afectos y que, ante el mínimo síntoma, concurran al hospital.

Más allá de los cuidados que todos sabemos (usar barbijo, distancia, lavado de manos), no dejar de hacer actividad física, estar en contacto con otras personas, visitar a los abuelos en los geriátricos.

Que el covid no nos asuste, hay que hacer las cosas con precaución. Si tenemos miedo es peor, porque bajan las defensas y no es posible levantarlas sin un abrazo y el afecto del otro.
Fuente: El Entre Ríos

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