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No deja de provocar sorpresa-aunque en realidad a esta altura de la vida se puede afirmar que ya no queda acontecimiento alguno que pueda provocarla- el hecho que el Ministro de Defensa de la Nación haya dispuesto el desplazamiento de su cargo tanto del Director de Arsenales del Ejército Argentino y del jefe del Batallón de Arsenales ubicado en Fray Luis Beltrán, en las cercanías de Rosario, y el cese de toda actividad en el mismo, al haberse detectado la desaparición de veintiséis mil proyectiles de calibre 9 milímetros.

Una situación que viene a agregarse a una infinidad de faltantes comprobados o comprobables en distintas guarniciones, de las que resulta un ejemplo prototípico “el faltante” de un misil con una caracterización alfabética incomprensible que despareció de una guarnición de La Plata, aunque en este caso lleve a una tranquilidad relativa la información oficial que da cuenta que ese proyectil, al ser robado sin su correspondiente lanzador no estaría en condiciones de ser utilizado para su destino específico. Nada se ha dicho, en cambio, acerca de que, por la circunstancia de no estar operativo, el material del que está compuesto o su carga no pudieran utilizarse de otra manera que también implique la existencia de un peligro.

Mientras tanto voces autorizadas se han encargado de remarcar que “a diferencia del misil, que de estar operativo tiene capacidad para perforar un blindado, (ignoramos el vaya a saber por qué, la súbita asociación de ideas, nos haya llevado a pensar en un camión blindado encargado del transporte de dinero), las veintiséis mil balas “faltantes” pueden ser utilizadas en cualquier pistola de calibre 9 mm.

Aparece entonces la nada curiosa circunstancias que armas de ese calibre se las utilice en la mayoría de los homicidios y hechos de inseguridad que se cometen cada día. A la vez el valor de ese verdadero arsenal no es despreciable, si se tiene en cuenta que en el mercado del submundo el valor de una caja de cincuenta proyectiles puede alanzar hasta los mil pesos.

En lo que se considera en la jerga periodística una forma de “estirar la información”- algo que en este caso resulta de indudable utilidad- se rescató de los archivos delos medios la información que en el mismo batallón que ahora desaparecieron esos proyectiles el 18 de febrero de 2011, el Ejército denunció el faltante de ciento cincuenta y cuatro fusiles FAL, piezas para el armado de otros doscientos cincuenta fusiles, una ametralladora MAG (calibre 7,62 mm), piezas de cinco ametralladoras (calibre 12,7 mm) y una pistola 9 milímetros.

La curiosidad investigativa ha llevado a su vez a destacar que en manos de grupos violentos de las favelas de Río de Janeiro se habrían secuestrado de manos de los criminales, fusiles que responden a las características de los faltantes, y que dan muestras de elementos que vienen a establecer esa procedencia.

La situación descripta no puede ser de mayor gravedad ya que si es fácilmente explicable que un ladrón perseguido por la policía consiga eludirla; no lo es que un preso encerrado en una cárcel de máxima seguridad se evada; tampoco lo es que ante un policía malherido o muerto el autor del homicidio se vaya con la pistola de la víctima y resulta verdaderamente inadmisible que `pueda “faltar” por “haber desaparecido” armamento o proyectiles de una unidad militar.

Un estado de cosas que podría servir para escribir una nota más abarcadora que haga referencia a una “argentina en estado de desguace”, que viene al caso para aludir a una situación similar que viven nuestras fuerzas armadas.

Es que los hechos referidos posibilitan inferir que son consecuencia de un relajamiento de la disciplina dentro de las guarniciones castrenses. La que a la vez es potencializada por malos sueldos y un tiempo ocioso abundante, para que en la cabeza de algún personal en esa situación aparezcan ensoñaciones malévolas.

La referencia a unas fuerzas armadas en situación de desguace es un hecho distinto y mucho más que un mero giro literario. Para comenzar, resulta inconcebible que en una estructura como la del Ejército que se ve favorecida por cuantiosos fondos destinados a los servicios de inteligencia, los “ojos”, alimentados en esa forma sean, sobre todo, para espiar a la población y no sean para procurar que no se produzcan esos malos resultados, fruto de condenables tentaciones.

Mientras tanto sería conveniente que la población estuviera en condiciones de conocer la real capacidad operativa de nuestras fuerzas armadas, si se tiene en cuenta que, tal como se ha indicado, hechos como los referidos aparecen como una consecuencia maligna de sus cualidades. ¿Cuántos de nuestros barcos, aviones y tanques están en condiciones de operar? ¿Es cierto que esos tipos de vehículos pueden seguir en funcionamiento gracias a la utilización de piezas que se utilizan como repuestos y de las que son privados otros vehículos que se los transforma en depósitos virtuales de ese tipo de provisión? ¿Cuántos días podrían sostenerse en un conflicto bélico nuestras fuerzas de defensa con los recursos indispensables para actuar eficazmente, con los que cuenta en la actualidad?

Preguntas como las indicadas seguramente podrían desplegarse en un abanico mayor en el caso que quien se las formule y las formule cuente con información y conocimientos especiales de los que nosotros carecemos.

Como también aquella que tiene que ver con el dibujo que conforman el total del `personal que cuentan las fuerzas armadas, segmentados según el grado o situación de revista. Es que no podemos dejar de recordar aquello de la existencia de “más caciques que indios”, de lo que sería el equivalente exagerado del resultado de un dibujo, en que sospechamos existiría una desproporcionada distorsión en el número de generales y oficiales superiores en relación al número de soldados.

No estamos seguros que al actual estado de cosas se haya llegado por la sola circunstancia de la desconsideración con la que han sido tratadas las fuerzas armadas por las autoridades de la Nación en los últimos años. Pero de lo que sí estamos convencidos es que si no se acomete de inmediato la implementación y ejecución subsiguiente de un programa de reconversión de las fuerzas armadas de manera de transformarlas en un mecanismo de dimensiones más reducida, `pero a la vez en condiciones de intervenir rápida y eficazmente ante un conflicto externo, lo único que estamos haciendo es transitar un penoso y no corto camino que solo tendrá fin de una manera formal con una partida de defunción, sea cual sea la forma que se le dé a la misma.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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