Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Gabina Paola nació en el Gran Buenos Aires, en una ciudad denominado Lomas de Zamora en la localidad de Temperley y desde hace algún tiempo se ha instalado en Salto cumpliendo con su misión, un lugar al que llegó por vocación, por un llamado de Dios, cuando apenas tenía 15 años.
De Temperley al río Uruguay
Esa vocación la hace sentirse viva y le da un rumbo constante a su vida. Contó, en un reportaje publicado por diario “El Pueblo” de Salto, que se crió con sus padres y hermana. Estudió en un colegio vasco de la zona sur del Gran Buenos Aires. Luego, vivió en Córdoba durante dos años, hasta que finalmente retornó.

“Me formé en idiomas y practiqué muchos deportes: atletismo, jockey, voleibol y bailaba danzas vascas”, describió y contó que asistió a “un colegio católico pero convencional”. Cuando culminó el Bachillerato, emprendió una Licenciatura en Artes Visuales.

A posteriori se decidió a estudiar Profesorado, Comedia Musical, Canto y producciones de cerámica. “El arte estuvo atravesada en toda mi vida. Siempre participe de las misas junto a mi familia. En esa época me impresionó, porque era como que la iglesia estaba retrasada. Y me dije que no podía ser así, que tenía que haber algo más”, relató y agregó: “de hecho tengo una tía que es Consagrada, lo que me llevó a saber que Dios era algo más que esa experiencia de rituales”, contó.

Así comenzó la singular historia de la misionera cristiana Gabina Paola. “Cuando retorné a Córdoba… volví a estar con el mismo grupo de compañeras que había dejado en tercer año. Una de mis compañeras me contó que estaban creando un grupo en una parroquia”, dijo y añadió: “fue así que me enteré que estaba funcionando un grupo joven. Así empecé a sentir necesidad cada vez más de estar conectada con la fe. Mi hermana en ese tiempo hizo el Proceso Comunitario para la Confirmación”, prosiguió.

“Fue así que vi a mi hermana totalmente transformada y la vi diferente en cuanto a la forma de enfrentar la vida. El trato hacia mis padres fue distinto, había mejorado también hacia mí. Este cambio me llamó poderosamente la atención. Me prometí a mi misma encarar el mismo camino de mi hermana”, reveló y continuó: “pude advertir al cumplir los quince años y a los quince años fui por el camino que había visto en mi hermana y descubrí a un Dios que me ama y que quiere que viva en el amor, que es cercano a mi vida, que me ama a pesar de mis errores y me da siempre posibilidades”.

Destacó, que entonces, “empecé a sentir la necesidad de transmitirle a otros mi experiencia, me transformó la mirada dándome un sentido distintos de vivir la vida, de vincularme con los otros y volver a empezar cuando me caigo”.

“Creo que allí empezó mi deseo de misionar para que todos conocieran ese amor de Dios que había conocido”. Gabina ha estado integrando varios grupos misioneros en la Argentina. “Estuve año siguiente en varios grupos diferentes de misioneros. Estuve en la Rioja. Durante ese año iba a Capital Federal a un grupo de misioneros que misionaban a jóvenes y tenía de viaje una hora de distancia”.

“Íbamos a misionar a los boliches y hacíamos talleres. Volvíamos tarde”, recordó y dijo que “a los 17 años decidí, me di cuenta de mi verdadera vocación. Cumplí la experiencia de ir a misionar a Santa Fe. Quería que toda mi vida fuera un canal para que ayudar a otros y me di cuenta que Dios no era algo del momento. Fue en ese momento que se selló mi anhelo de misionar”.
La felicidad
Así fue que, para ella, surgió la oportunidad de ira a misionar a Salto, en la República Oriental del Uruguay. “Dentro de lo que ha sido mi vida en el camino de la vida consagrada. Y mi deseo es estar toda mi vida. La vida consagrada supone estar cerca de Dios y ayudar al prójimo”.

“Me siento muy feliz cuando alguien descubre a Dios a través de mí, mi vida cobra un nuevo sentido. Deseo hacer la misión”, destacó. Actualmente, Gabina brinda una cátedra de la Historia del Arte y Teatro y hace gimnasia artística, orienta a jóvenes en la vida comunitaria. Como hobby estudia gimnasia artística, también en Salto trabaja para los centro del Ministerio de Educación y Cultura.

Gabina, además, cruza periódicamente el puente internacional de Salto Grande para trabajar en Concordia, la ciudad entrerriana vecina a la segunda ciudad más importante del Uruguay. En suelo argentino, es docente del Bachillerato Humanista Moderno, desde hace más de 10 años. Ha formado en disciplinas como Historia del Arte y Teatro y también es animadora / formadora de jóvenes que se preparan para la confirmación, en el llamado Proceso Comunitario para la Confirmación (PCC).

Allí, cuentan los que comparten espacio de trabajo, que “el vínculo que establece con ellos suele perdurar incluso una vez que finalizan sus estudios secundarios”.
La acción en días de pandemia
-Como persona espiritual, ¿qué análisis hace ante lo que estamos viviendo con la pandemia?
-Todavía estoy en esa búsqueda. Tengo en claro que cuando vamos en marcha y nos cambian los planes, detrás de ello existe un plan mayor de Dios, que no conocemos lo que nos va a venir.
En esa labor constante se promueven las misas voluntarias. Creo que se trata de una vida en la que hay que fomentar la solidaridad. En este tiempo le pido a Dios que pueda crecer la fraternidad universal.

“Debemos tener una conciencia global de la realidad mundial. Es un tiempo de recogimiento para buscarnos a nosotros mismos y vincularnos con Dios. Saber qué es lo que más anhelamos, a qué aspiramos”, explicó luego.

Y dijo finalmente: “debemos dejar de lado el individualismo. Los sufrimientos presentes me dan la pauta que algo bueno va a venir. Es necesario reiventarnos a nosotros mismos y amarnos universalmente. Si nos disponemos desde lugar podemos pensar en una única humanidad hermanada”, cerró.
Fuente: Diario El Pueblo.

Enviá tu comentario