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Pasó un año y 7 meses y… nada… No hay detenidos. Tampoco sospechosos.

Los médicos que llevaron a cabo la autopsia contabilizaron ni más ni menos que 13 orificios de bala en el cuerpo de la víctima. Los dos últimos estaban ubicado en la cabeza, para rematarlo, un clásico del manual del “sicario profesional”.

La “ejecución” no ocurrió en Rosario ni en el conurbano violento. Sucedió en una apacible comarca del interior del Departamento Concordia, denominada Estancia Grande.

Los autores ni siquiera creyeron necesario ampararse en la oscuridad de la noche. Desafiantes, se atrevieron a plasmar el crimen en pleno mediodía del 11 de diciembre de 2020. Y, al menos por ahora, se salieron con la suya, porque más de un año y medio después andan como si nada por la vida. Tal vez hasta se cruzan con cualquiera de nosotros en una vereda, en algún comercio, en el súper del barrio, disfrutando de una impunidad mayúscula.

¿Quién fue la víctima? ¿Quiénes los victimarios? ¿Por qué lo mataron? Para la primera pregunta hay respuestas. Para las dos siguientes, apenas hipótesis… o menos que eso: conjeturas.

Raúl Alberto Molina fue noticia mucho antes de ese fatídico 11 de diciembre que marcó el final de su ajetreada vida. Las crónicas sobre su trágica muerte lo describieron como un empresario tabacalero, iniciador de la SRL “Tabacalera del Litoral”, y recordaron que había sido condenado por la Justicia por “Asociación Ilícita”. También aludieron a negocios poco claros, a las variadas marcas de cigarrillos registradas en una zona de la “Gran Ciudad del Este” en Paraguay, a la pelea con su exsocio, Mariano Roberto Javier Tedeschi, de quien Molina sospechaba que lo había traicionado al extremo de haberse convertido presuntamente en “testigo de identidad reservada” ante la Justicia Federal.

Tal vez algunos apelarán al viejo refrán “quien mal anda, mal acaba”, un dicho impiadoso como pocos, para restarle relevancia al casi nulo avance de la investigación para esclarecer su muerte. Pero la impunidad siempre es una derrota del Estado de Derecho. Que los autores de un atentado de semejantes características permanezcan “anónimos” es una preocupante señal de que el crimen organizado puede más que la Justicia en Entre Ríos… Y si es así, estamos todos en el horno.
Las respuestas de Fiscalía
“La causa no tiene detenidos todavía. Estamos tratando de dilucidar, de encontrar quiénes serían los autores”, respondió el Fiscal Martín Núñez, a cargo de la investigación. El “todavía” apenas si insinúa el significativo paso del tiempo: ¡19 meses!

“Sabemos que son dos hombres. Más que eso no puedo informar, porque no tengo las identidades y, si doy más detalles que esos, estaría poniendo en peligro la investigación”, se justificó.
¿Sicarios importados o “made in” Concordia?
Culpar a “los venidos de afuera” por los problemas es un recurso bastante usual en toda la historia humana. Está en la raíz de los odios tribales de la antigüedad. Se trata de un peligroso prejuicio que invita a cerrarse. Muy por el contrario, las comunidades abiertas, receptoras, que valoran los aportes de la diversidad, suelen ser las que más progresan. Valga como ejemplo nuestra Entre Ríos, en tanto “crisol” de razas, que supo recibir a muchos “de afuera”, y no “para peor” sino “para mejor”.

En Concordia, hay voces que insinúan que la pobreza se explica en parte por los “migrantes”, que desde otras regiones del país eligieron mudarse a la capital del citrus, porque vieron en ella una “tierra de oportunidades”, dicen. También el déficit de viviendas sería consecuencia de esa migración. “Tanto ingreso mensual de familias que vienen a trabajar, a buscar una oportunidad, que se van ubicando de manera irregular en la ciudad”, se escuchó explicar a una funcionaria municipal.

¿Y la inseguridad? ¿También se explicaría por “los de afuera”? ¿Sigue vigente aquel rumor -nunca confirmado con datos fidedignos- que le atribuía a Duhalde y Busti haber traído pobres “peligrosos” desde el conurbano bonaerense?

Lo cierto es que el crimen de Raúl Alberto Molina, su prolija y fría ejecución, ha sido explicada por algunos como el resultado del accionar de no identificados “sicarios venidos de afuera”. Dicen que desde Paraguay, sin prueba alguna, obvio. Como si en Concordia no hubiera antecedentes del accionar de delincuentes armados hasta los dientes y con suficiente experiencia para asesinar a sangre fría.

En sus escuetas declaraciones a El Entre Ríos, el Fiscal Núñez no parece “comprar” esa teoría de los sicarios importados. “Sospechamos que son personas de Concordia, porque huyeron para Concordia luego del hecho”, dijo.

Otro funcionario que participa de la investigación abonó la misma teoría: “Fueron en moto desde Concordia, cometieron el hecho y luego regresaron a Concordia. O los tipos son de Concordia o pararon en Concordia”, remarcó.

El lugar del crimen, Estancia Grande, está ubicado a 5 kilómetros de la Ruta Nacional 14, a algo más de 14 kilómetros de Concordia y a escasa distancia del cruce con la 18. Quiere decir que había varias opciones rápidas para la huida. Ello alimenta la teoría de que optaron por esconderse en el “conurbano” profundo de Concordia porque de allí proviene. Como sea, no deja de ser sólo una teoría.

Un oficial de policía consultado por El Entre Ríos no tiene duda alguna de que en la capital del citrus hay “mano de obra” con conocimientos y experiencia para acometer un crimen como el de Molina. Esta premisa lo ha convencido de que los sicarios son “autóctonos”, por llamarlos de otro modo.

De ser así, el caso permite detectar que el sicariato concordiense tiene al menos dos ramas. Una, más improvisada pero no menos peligrosa, integrada por menores y jóvenes, en su mayoría adictos, que le prestan servicios de “seguridad” a los tranzas en los barrios. Roban y matan para consumir, en un accionar escasamente planificado. La otra rama, con cierta impronta profesional, más calculadora. Posiblemente, esta última actuó en el crimen de Molina.
¿Venganza de una “mejicaneada”?
Aunque en Fiscalía hay absoluto hermetismo sobre la marcha de la investigación, El Entre Ríos pudo saber que el peritaje al celular de Molina permitió acceder a información que alimenta algunas conjeturas respecto del “móvil” del crimen.

“Se pudo establecer que el empresario era una persona activa y que viajaba periódicamente a Paraguay y Buenos Aires. Mantenía una fluida vinculación con personas de Brasil, Paraguay y Uruguay”, confió un funcionario que participa de la investigación.

Eso no es novedad. Era sabido. Pero los datos extraídos del smartphone llevaron a los investigadores a otras conclusiones más urticantes. “Estaba vinculado a Dios y medio mundo y coimeaba a todos, a los del paso de frontera, a organismos tributarios, a las fuerzas de seguridad. Hacía funcionar todo lo de él en base a coimas”, se despachó un funcionario ante una consulta.

La información en el celular de Molina también posibilitó “reconstruir” algunas situaciones vividas por el empresario poco antes del crimen. “Hablan de que mandan un cargamento desde Paraguay para Santa Fe y acuerdan bajar acá, algo, en la Ruta 14”, precisó la fuente consultada por El Entre Ríos. Y arriesgó una hipótesis: "Mejicaneó un cargamento que iba para Santa Fe, junto con un paraguayo. Bajaron carga de drogas, casi seguro”.
El operativo “cerrojo” que no sirvió para nada
Ni bien la Policía y la Justicia tomaron conocimiento del crimen en la residente “El Bosque Eventos” de Estancia Grande, comenzó un “operativo cerrojo por toda la zona, con recorridas, en búsqueda de los posibles autores del hecho, continuándose con análisis de cámaras de video vigilancia ubicadas en los domicilios aledaños, en la autovía y en los accesos a la ciudad de Concordia”.

Los resultados han sido casi nulos. Vamos camino a los dos años del asesinato y no hay un solo avance. O si lo hay, Fiscalía no lo quiere dar a conocer por temor a que la difusión obstaculice la investigación.

Las relaciones de Molina con diferentes espacios de poder eran muy numerosos. Es más, pidiendo estricta reserva, una fuente extraoficial confió a El Entre Ríos que una de las frecuentes visitas a “El Bosque Eventos” era una de las autoridades policiales de Concordia.

Otro de los tantos “misterios” del caso está referido a la presunta existencia de un “identikit” de los autores, que habría sido elaborado en base a descripciones bastante detallistas aportadas por un testigo, pero que nunca fue difundido.

- ¿Fue imposible lograr algún identikit o cosas por el estilo?, -preguntó El Entre Ríos al Fiscal Martín Nuñez.

- No puedo informar sobre eso -reaccionó el funcionario.
La metáfora del arquero
En un país futbolero como el nuestro, nada mejor que las metáforas salidas del campo de juego para entender algunos asuntos bastante más complejos.

“¿Visto lo que le pasa al arquero al que le hacen un gol de entrada? Después cualquiera se le anima y le patean desde cualquier lado, desde la mitad de la cancha, porque lo ven débil”.

El funcionario que transmitió este razonamiento a El Entre Ríos lo aplicó al fracaso de la investigación del crimen de Molina. “Si la Justicia y la Policía de Entre Ríos no esclarecen casos así, se nos va a animar todos y no nos asombremos de que los narcos más pesados se terminen mudando hacia nuestra zona”, alertó. Una advertencia de la que deberíamos tomar nota, antes de que sea demasiado tarde…

La impunidad no le hace bien a ninguna sociedad. Si se roban miles de millones en contratos truchos en la legislatura y no pasa nada, o si al mediodía acribillan a una persona y tampoco pasa nada, se vuelve difícil preservar un mínimo “orden” civilizado y el “estado de derecho” se vuelve una abstracción.
Fuente: El Entre Ríos

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