El hecho de permanecer obligados a movernos dentro de nuestras propias ciudades y a nivel departamental en el caso de Colón, propició ejercitar la marcada diferencia que existe entre “ver” y “mirar” lo que tenemos a nuestro alrededor. Todo listo en casa, limpieza estructural y digital mediante, la situación epidemiológica permitió salir del confinamiento absoluto para adentrarnos en la naturaleza más próxima.
A partir de allí, conocer para descubrir -no siempre de la mano de valorar para cuidar- se convirtió en un fenómeno que, sin orden ni control, puede tornarse perjudicial tanto para el entorno natural como para el patrimonio arquitectónico que en los últimos meses se llevó todas las miradas.
Masiva concurrencia
Una postal que comenzó a repetirse, una y otra vez, en las redes sociales tenía como protagonista a un antiguo puente ferroviario que atraviesa al arroyo Mármol, a la altura de Colonia Hoker en el Departamento Colón. De arquitectura tan imponente como generosa, sus durmientes de madera al mismo tiempo dejan circular el agua por debajo y ofician de base a la traza vial, prácticamente intactos pese al paso del tiempo.Sin embargo, el camino que conduce al punto de atracción que comenzó a representar ese puente ferroviario y paso obligado para llegar a destino, para muchos se convirtió en un atractivo en sí mismo por todos los paisajes que ofrece el recorrido: vías libres de vegetación, campos sembrados y verdaderos túneles verdes, que permiten sumergirse dentro de la naturaleza pero sin apartarse de la línea ferroviaria.
No obstante, la concurrencia masiva al lugar despertó cierta preocupación y malestar entre dueños de campos linderos a las vías, dado que en algunos casos se habrían invadido propiedades privadas con vehículos, dejando residuos y hasta fogatas sin apagar, lo que motivó denuncias e incluso un operativo policial en la zona.
Los verdaderos hacedores
Un grupo de voluntarios de Villa Elisa y la región, interesados en el rescate de los ramales ferroviarios con fines patrimoniales y turísticos, el año pasado asumió el objetivo de reactivar el ramal identificado como U7, en un trayecto de aproximadamente 40 kilómetros. Iniciando el recorrido del tramo recuperado, “primero nos encontramos con lo que era Estación Liebig, la casa del jefe con el andén y el tanque de agua, intactos”, decía a El Entre Ríos uno de los propulsores de la iniciativa que además le puso el cuerpo a la misión, Hernán Bel.“A unos 5 kilómetros el arroyo Caraballo, con agua de vertientes, mucha arena y un puente de hierro. El siguiente es el Mármol, con paisaje y arenal espectaculares”, continuaba.
Y, a partir de allí, “un tramo que va desde el Parque Nacional El Palmar hasta Ubajay”, completaba el voluntario.