“Manifestamos nuestra más enérgica oposición y alerta frente a los proyectos de dragado, impulsados por lobbies empresariales que priorizan su beneficio económico por sobre el bien común, la salud ambiental y el desarrollo soberano de nuestra región”.
En el caso del Uruguay, el escrito cuestiona el “destino incierto de fondos públicos” que beneficiaría a algunos privados. “Denunciamos la intención de destinar millones de dólares en recursos públicos, escasos y urgentemente necesarios en áreas como salud y educación, para financiar una obra que solo beneficia a un sector: la industria forestal-extractiva”.
En la misma línea, aluden a “un modelo extractivista sin valor que no genera empleo local de calidad y nos condena a ser un mero proveedor de materia prima barata” y al “impacto ambiental irreversible” que afectaría la calidad del agua y la biodiversidad.
Para los ambientalistas, la extensión del dragado aguas arriba es “injustificada” y “busca beneficiar a otros emprendimientos como la planta de bioetanol de HIF Combustibles frente a Colón. “El verdadero objetivo de llegar hasta Concordia es convertir a nuestro río en una hidrovía al servicio de las exportaciones del sur de Brasil. Nuestro Estado nacional y provincial invertiría millones para dragar, mantener y sufrir el impacto ambiental, con el único fin de abaratar los costos logísticos de conglomerados brasileños que exportan soja, rollizos de eucalipto y mineral de hierro”, aseguran. En cuanto al dragado del Río Gualeguaychú, dicen que se trata de “una obra faraónica para satisfacer los caprichos de un puñado de dueños de yates, quienes pretenden navegar hasta el Club Náutico en lugar de utilizar la desembocadura natural en el río Uruguay, a solo 10 km”.
A la vez, señalan lo que sería un “negocio encubierto” de las areneras. “Denunciamos que este proyecto es, en realidad, la punta de lanza para un negocio mucho mayor: la extracción de áridos. Andan dos areneras en danza buscando beneficiarse con esta excusa. En el contexto económico actual, el dragado solo sería ‘viable’ si se realiza mediante chatas areneras, que se llevarían nuestra arena y ripio como mercancía, dejando un río profundamente alterado y vulnerable”.
“Convertir nuestro río en una ‘hidrovía’ para lanchas y chatas areneras destruiría la tranquilidad que hoy lo caracteriza. Aumentaría la contaminación acústica y por combustibles, el riesgo de accidentes para bañistas y deportistas, y atentaría contra el turismo familiar que elige nuestras playas”, enumeran entre los perjuicios. Y agregan que detrás de este emprendimiento “se esconde el interés de desarrollar barrios náuticos, privatizando y transformando la costa para un negocio inmobiliario que nos quitará el libre acceso y disfrute del río”.
En base a sus argumentos, las organizaciones convocan a la comunidad a “informarse, organizarse y movilizarse para defender nuestros ríos, nuestro ambiente y nuestra soberanía”.