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Gisela Saavedra vive junto a su esposo y cinco hijos, uno de ellos con parálisis cerebral, en una vieja, y precaria vivienda a pocos metros de la Avenida Julia Irazusta en el barrio Pereda de Gualecuaychú. Le pidieron que deje la casa que pertenece a familiares de su esposo y ahora asegura que no tienen dónde ir.

Entrevistada por el diario El Día, contó que hace “18 años estamos inscriptos en el IAPV para llegar al sueño de la casa propia y que Axel pueda llevar mejor su discapacidad, movilizarse en un andador, algo que en este lugar no puede hacer. Vivimos hacinados, los cinco niños en una pequeña pieza y mi marido y yo en una habitación muy chica.” Dijo que los “techos de la casa están en condiciones deplorables y cuando llueve no sabemos dónde meternos”. La casa en la que reside es prestada. Pertenece a familiares de su esposo.

“Esa propiedad está en sucesión, razón por la cual nos están pidiendo que la desocupemos, pero no podemos irnos. Nuestros recursos son mínimos y no podemos alquilar siquiera una vivienda, máxime con Axel (8 años) que requiere de cuidados especiales y permanentes”, contó. Calificó a la situación como de “mucha angustia”. Dijo que “el único que trabaja es mi marido que hace trabajos de albaliñería, pero hay veces en que no tiene trabajo y no cobra un peso”. Contó que se las arreglan con la pensión de Axel y las asignaciones universales, pero hay días en donde cuesta demasiado.

Gisela no puede salir a trabajar “debido a que tengo que estar con Axel todo el día”. Ella misma lleva al nene al Hospital alzado, porque no cuenta con otro medio.

“No pedimos que nos regalen nada, simplemente que se nos tenga en cuenta. Queremos pagar una cuota y trabajar en la construcción de una casa si tenemos la posibilidad de hacerlo como ha pasado en otros barrios. Queremos que se atienda nuestro caso que ya es viejo, que ya lleva 18 años en el IAPV”, dijo y señaló que “además del pedido de los dueños de la casa, está el problema de que la vivienda presenta serios problemas en su estructura y humedad en ambas piezas y en una cocina a punto de desmoronarse”.

Gisela recurrió a hablar con autoridades municipales que “trabajan en el área de viviendas del municipio”, sector en el que no habría “tenido respuestas favorables”. Dijo que hasta pensó en radicarse en un asentamiento, como último recurso, aunque no lo descartó.

“Estoy cansada de recorrer pasillos rogando por una solución que tarda en llegar”, aseguró y destacó que, por fortuna, Axel puede concurrir a la Escuela “Santa Rita”, donde lo tratan “muy bien”, y en cuanto a la provisión de medicamentos, mencionó: “la obra social de mi esposo los cubre, y cuando no recurro al hospital”.
Fuente: Diario El Día

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