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Hace 91 años, un día patrio de 1935, nacía Isabel Sarli, en Concordia, Entre Rios. Con el tiempo se convertiría en una de las máximas divas de este país pero también en un personaje controversial: amada, odiada, despreciada, siempre polémica, jamás pasó desapercibida. Sus curvas (que le valieron el mote de Coca por su similitud con la botella de gaseosa); su pelo largo y negro con el que sabía jugar de manera perfecta; sus desnudos; el amor inmoral con un hombre que jamás se separó de su mujer pero que juró amarla con el alma; la censura; la violencia; el incesto; su filiación peronista. Todo siempre fue motivo de debate, expresa Paola Florio, en una nota para el diario La Nación.

Cuenta la leyenda que cuando era una niña a la que aún llamaban Hilda Isabel Gorrindo Sarli, su padre se despidió para irse a Uruguay a conseguir un trabajo mejor y jamás volvió. Se quedó sola con su madre, María Elena, y ese abandono marcaría su vida y su relación con los hombres. Esa cicatriz la hizo perseguir el amor por siempre: primero buscando la aprobación de su madre, que odiaba a los hombres y ejercía asfixia psicológica sobre su hija; luego aceptando las migajas de Armando Bo, ese hombre del que se enamoró con locura y que no pudo tener cada noche en su cama, y después de él, la oscuridad. Una profunda depresión que la recluyó por más de por vida. Nada volvió a ser igual.
La reina de la belleza
Isabel jamás pensó ser estrella de cine: había estudiado para ser secretaria bilingüe y comenzó a ganarse la vida sentada en un escritorio. Pronto llegarían las publicidades, primero fueron las sesiones de fotos para anuncios, más tarde los desfiles de moda y finalmente los concursos de belleza. En 1955, Sarli fue elegida Miss Argentina, un triunfo que le daba la posibilidad de competir en el certamen de Miss Universo de ese año y del que fue semifinalista. Antes de viajar para competir por el título mundial la recibió Juan Domingo Perón en la Casa Rosada. "Usted es la más importante de mis embajadores", le dijo el entonces presidente. Ella no lo consiguió: él sería derrocado por un golpe de Estado, pero esa es otra historia. De aquella época nació su amor por el peronismo.

Ser elegida como la mujer más linda del país también traía como premio la posibilidad de trabajar en la pantalla grande para el importante sello cinematográfico Argentina Sono Film. El destino tenía otros planes para ella. Antes de grabar la primera película, le tocó entregar la corona a su sucesora en el concurso de belleza local, una joven Dorys del Valle. En ese programa de televisión conoció al hombre que gobernaría su corazón hasta el último día de su vida: el entonces prometedor actor y productor, Armando Bó.
Su gran amor
El flechazo fue inmediato aunque ambos estaban casados. Ella contrajo enlace con Ralph, un hombre de ascendencia alemana al que no amaba. En realidad, quería escaparse de su madre controladora, de la que se hacía cargo por completo, emocional y económicamente; tampoco lo logró, porque la mujer terminó viviendo con ellos. Con él sólo compartía la pasión por el tenis y alguna cena elegante, no mucho más. Desde el inicio, el matrimonio tenía un destino claro: el naufragio, pero este fracaso no dejó huella en una joven que buscaba otra brújula para su corazón.

Bó estaba casado con María Teresa Machinandiarena, con quien tuvo tres hijos y quien fue su esposa formal hasta el final, como los mandatos de la época así lo indicaban. Aunque durante tres décadas compartiese su vida con Sarli, aunque nunca se ocultaron, aunque su propio hijo Víctor, actor y coprotagonista de la Coca en las películas que rodarían juntos, presenciara ese amor que crecía detrás de cámara. Fueron la Coca y Armando, una de las duplas sentimentales y artísticas más importantes de la Argentina.

En 1957 rodaron juntos la primera película, El trueno entre las hojas . Para su debut como director, Armando Bo eligió La hija del ministro , un cuento de un escritor paraguayo que comenzaba a tener cierto prestigio en esa época, Augusto Roa Bastos. Luego vendrían 28 películas más.

Juntos fueron imparables, una máquina de hacer dinero. La fórmula sencilla pero explosiva: sexo, erotismo, violencia, música, paisajes y ciertos toques kitsch. Una sacudida a la moral. La crítica los destruyó, los censores los persiguieron, el público los amó. Y como siempre, la gente manda y fueron éxito de taquilla en cada estreno.

Bó fue el principal exportador de películas argentinas. Sus cintas llegaron a países como Estados Unidos, Europa, Rusia y Japón, en donde Sarli fue un boom porque, según ella, uno de sus pechos "era más grande que la cabeza de un japonés medio".

La actriz se convirtió en socia, como sabía inglés era quien peleaba los contratos en el extranjero. Lejos de ser una mujer sumisa y vulnerable como todo el mundo la veía, era una mujer poderosa que peleaba por lo que le correspondía. "A lo mejor yo, por dentro, era más libre que mi mamá y que Armando, pero me dejé someter para que me quisieran", confesó alguna vez en una entrevista. Al final, ella lo único que buscaba era amor.
Carne (su propia carne)
Carne es la película más emblemática de toda su trayectoria. En la historia, filmada en 1968, interpreta a una obrera de un matadero que camino a su trabajo es violada cada día por uno de sus compañeros. Pero como si le faltase drama al guion, todo se torna más cruel cuando el agresor decide raptarla, encerrarla en un camión frigorífico y venderla como un trozo de carne a un grupo de hombres que la tienen a disposición para violarla cada vez que quieren. Sería muy difícil ver hoy esas escenas sin estremecerse en el asiento ante la naturalización de la permanente violación en manada.

Ya la historia de su primer desnudo fue polémica. En la ficción, se estaba grabando una huelga en un aserradero y la Coca tenía una escena en la que se bañaba en un lago. Bó fue el encargado de convencerla de que se bañara completamente desnuda. La actriz se negó. Él le dijo que la escena se rodaría desde una zona lejana y elevada. Además, le prometió que llevaría una malla color carne. "Al final no hubo malla pero sí teleobjetivo", recordaba años después la propia Sarli.

Incluso, conscientes de su negativa y para evitar que se oponga, cuando le mostraron algunos recortes del film obviaron la escena del desnudo. Fue durante el estreno, cuando vio la película completa, que descubrió el engaño. Antecediendo a Susana Giménez, dicen que estrelló un cenicero contra el escritorio del director. "Si vos no te bañás y la gente no te ve desnuda, es como Palito o Sandro si no cantaran", argumentó Bó. Otra vez ella cedería.

Así se convirtió en la primera actriz del cine nacional en realizar un desnudo frontal. También se convirtió en un símbolo sexual de su generación, un mito, en la referente indiscutida del cine erótico y en el exponente del sistema patriarcal que gobernaba la industria cinematográfica. Sus personajes, siempre como mujer objeto, atravesaban todo tipo de abusos, golpes, violaciones, y pocos se horrorizaban. Hoy, revisando su filmografía con perspectiva de género, pocos títulos pasarían el tamiz de lo aceptable.

Bó era amante de las provocaciones y como protagonista masculino eligió a su propio hijo, Víctor. La prensa los destrozó, hablaban de incesto, de besos, de erotismo entre madrastra e hijastro. El público se horrorizaba, los cines se llenaban cada vez más. Toda valía para él, y para ella, que si él era feliz, ella también era feliz.

Con la muerte de Armando, la Coca se fue apagando hasta el día de su muerte. Sin él, ya nada tenía sentido.
Fuente: La Nación - Paola Florio

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