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La historia de Yentl (que en yiddish significaría "dama") fue popularizada por una película de Barbra Streisand, hace ya muchos años. Como es rutinario en las adaptaciones de Hollywood, el autor de la historia, I. B. Singer, no quedó nada feliz. Yentl en su cuento era una joven, a quien su padre enciende el amor del conocimiento. Pues eso existe, aunque muchos lo duden. El papá dirigía una "Yusiva" en la que diariamente se enseñaba la Torah y el Talmud, y Yentl asimilaba escondida toda esa sabiduría.

Un día el papá muere y Yentl se queda sin escuela y sin la posibilidad de asistir a otra, por su condición de mujer. En casa de su padre aprendía "de oídas”. El amor al conocimiento, como lo has sufrido, lector, es difícil de sofocar. Y Yentl entonces decide vestirse de hombre, invertir la apariencia de su sexo y estudiar. Hoy día se hubiera sometido a alguna cirugía y tendría un lugar destacado en nuestra TV, no por su amor al conocimiento sino...

Además de una historia sobre las ansias de conocer se insinúa en la historia el tema de la transexualidad. El papá le repetía: “Tienes mente de varón”, lo que no parece muy delicado. Por suerte, desde hace ya casi un siglo, las mujeres tienen abiertas las puertas de la universidad, donde no siempre se imparte conocimiento.

Una digresión: I. B. Singer fue un escritor polaco, quien escribió en idish centenares de cuentos y algunas novelas. Su tema fue la desintegración y muerte de toda una cultura judía, la vinculada al idish, cuando no amenazada por el exterminio lo era por la diáspora y la cultura moderna. Algún cuento se desarrolla en el barrio de Once, y también en una colonia entrerriana, Clara, si recuerdo bien. Aquí es poco o nada leído, incluso por mi familia, que debe estar sorprendida ante la larga fila de sus libros en mi biblioteca. Fue Nobel en 1978.

Ahora Yentl dio nombre a un síndrome. Un síndrome es el conjunto de síntomas y signos con los que se presentan una o varias enfermedades. Se llama síndrome de Yentl al diagnóstico erróneo de una enfermedad y el tratamiento equivocado que sufre alguien por el hecho de ser mujer. Y esto no ocurre porque médicos perversos piensen: "A esta joven la someto a un mal diagnóstico”, sino por algo que no es quizá más disculpable: la representación de muchas dolencias se ha hecho tal, como ocurre en varones, y ello puede llevar a error, si quien consulta es una mujer.

Ejemplo: la imagen que se tiene de un infarto de corazón es la de un varón, fumador, exitoso, que en medio de alguna discusión se aprieta el pecho por un dolor insoportable que irradia al brazo izquierdo, empapa la camisa con sudor (saco ya se usa poco), y cae sobre una mesa. En la mujer, el infarto más frecuente está en sordina: una molestia en la boca del estómago, náusea, un raro cansancio, falta de aire, palidez. Una vecina le dirá: "Es la vesícula”, y le alcanzará un té de boldo, el dolor en el pecho, si presente, es más leve, “atípico". Los electrocardiogramas en las mujeres con infarto de corazón suelen ser menos precisos, al igual que los análisis de laboratorio. La aspirineta que previene el infarto en los hombres lo hace en menor grado en mujeres. Después de un infarto, la mortalidad es mayor en mujeres que en hombres, en parte porque en aquellas el diagnóstico es erróneo. En los varones, las coronarias suelen en los estudios radiográficos estar "tapadas", en las mujeres con el cuadros más solapado, las arterias coronarias son normales, son las pequeñas divisiones de ellas las enfermas. Claro está que una minoría de mujeres sufre el mismo cuadro que padecen los varones, y se les ofrece el mismo tratamiento, en general rezagado. Pero en todas el tratamiento es menos intenso, hecho, digamos, con menos fervor.

En 1991, una eminente cardióloga norteamericana describió y dio nombre a este síndrome, la doctora Bernardine Healy, y los problemas allí descriptos son de algún modo todavía vigentes.

Los modelos para detectar una enfermedad y la predicción de riesgos se desarrollan en poblaciones en las que los 2/3 de los participantes son varones. Esa mayoría masculina desdibuja las características de la enfermedad.

Pero las diferencias de algunas enfermedades, entre hombres y mujeres, no están solo circunscritas al corazón. El cáncer de colon derecho es más frecuente en mujeres, y las colonoscopias en las mujeres suelen ser incompletas, pues el intestino grueso es en ellas más largo y estrecho. La tuberculosis mata a muchas más mujeres que hombres, y mueren a causa de ella muchas más mujeres que las que fallecen a consecuencia de malos partos o sus complicaciones.

El autismo se diagnóstica más en varones jóvenes, suele ser menos florido en la mujer. Y el dolor crónico en mujeres suele ser rotulado de histeria, esa etiqueta que viene desde la antigüedad, que sigue siendo de alguna manera misteriosa, y es un rótulo fácil para dolencias ignoradas por la ciencia o por el médico.

¿Tendrán algunas mujeres, con extrañas dolencias y médicos esquivos, que disfrazarse de varón como hizo Yentl, para tener un diagnóstico y tratamiento correcto?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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