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La fase de construcción subterránea de la segunda planta de la empresa finlandesa UPM en el Uruguay (ubicada en Paso de los Toros) llegó a su fin. Ahora empieza a levantarse el esqueleto. En esta etapa de plena obra civil, y ya comenzando el montaje, es cuando más mano de obra se requiere. Hoy, en el lugar de la planta hay unos 5.000 trabajadores concentrados en la construcción y se prevé que el pico de contrataciones de la inversión en su totalidad sea en octubre, cuando se empleen 6.000 trabajadores. Además, hay 500 en la terminal especializada en celulosa en el puerto de Montevideo y 150 que están asociados a los alojamientos temporales donde viven los trabajadores que llegaron desde todos los puntos del Uruguay —y también del extranjero—, revela un informe de la periodista Delfina Milder.

Desde la ciudad de Durazno, donde se instaló con su familia como tantos ingenieros, constructores y obreros, atiende el teléfono Matías Martínez, gerente de comunicación de la empresa finlandesa. Explica pausadamente y en detalle la etapa en la que se encuentra el proyecto: tras finalizar los movimientos de suelo, las conexiones subterráneas, el saneamiento y demás obras “invisibles”, los trabajadores se concentran en estructuras como, por ejemplo, la chimenea de la planta, la caldera de recuperación, instalaciones mecánicas de automatización e instalaciones eléctricas. En suma, empezaron a levantar la fábrica.

Además, Martínez enumera las obras culminadas hasta ahora. Estas son: soluciones habitacionales para los trabajadores en 11 barrios distribuidos en Paso de los Toros, Pueblo Centenario, Carlos Reyles y en la ciudad de Durazno; una subestación eléctrica que unirá a la planta con la red nacional de energía, una planta de ósmosis inversa en Carlos Reyles —“que permitirá producir 6.000 litros de agua por hora de calidad, por lo que la capacidad en funcionamiento pleno del equipo podrá abastecer a más de 600 personas”, comenta Martínez—, y una celda de residuos sólidos urbanos entregada al municipio de Paso de los Toros. Todo esto representa unos 100 millones de los 3.000 millones de dólares que comprende la inversión total de la multinacional en nuestro país.

Pero volvamos al corazón de la obra, a los 5.000 trabajadores. De ese número, hay entre 600 y 700 provenientes de Finlandia, República Checa, Eslovenia, Ucrania, Polonia e incluso Brasil y Argentina. El resto son uruguayos. La pregunta que queda en el aire es por qué, con la experiencia de tres plantas de celulosa, aun se sigue contratando personal extranjero.

El sindicato de la construcción asegura que hay personal capacitado para las tareas que se están realizando ahora, pero puntualizan que no están “en contra” de que vengan extranjeros a trabajar.

Desde UPM señalan que el porcentaje de personal extranjero bajó en un 50% desde la instalación de Botnia, la primera planta, inaugurada en 2007. En aquel entonces los trabajadores foráneos rondaban los 1.400. “El dato más importante es que, comparativamente con los dos proyectos de gran porte anteriores que tiene Uruguay (uno de ellos es el ubicado frente a Gualeguaychú), en el mismo momento de la construcción en el que estamos ahora, ingresando a la etapa de montaje, hay aproximadamente un 50% más de uruguayos que los que había con el proyecto de Fray Bentos y Colonia (Botnia y la planta de celulosa de Montes del Plata en Conchillas), señala Martínez.

A su vez, asegura que se trata de trabajos de “alta especialización” los que realizan los extranjeros, y hace la siguiente consideración: hay proveedores que, al vender el producto, también venden la instalación con el personal capacitado. Es decir, viene una pieza específica de la obra y vienen también los instaladores. “Tienen que ser ellos porque son los que tienen el conocimiento específico. Son personas especializadas en ese tanque, en esa heladera de tantos pisos, de tantos grados”, dice el representante de UPM. Esto suele darse más en las tareas de montaje, que están en su etapa inicial.

Por su parte, Daniel Diverio, presidente del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca), plantea lo siguiente: “Lo que podemos decir hoy es que en Uruguay estamos en condiciones de tener mano de obra calificada para hacer ese tipo de trabajo que muchos extranjeros están haciendo hoy. ¿Estamos en contra de los trabajadores extranjeros? No. Lo que estamos diciendo es que hubo un proceso de mucho esfuerzo de personas que se calificaron para ese tipo de trabajo, y nosotros pretendemos que esos compañeros sean tomados en cuenta para hacer las tareas que se están ejecutando actualmente”.

Pero Diverio reconoce que en una etapa futura de la obra, por ejemplo en la construcción de calderas, “posiblemente sea necesario mano de obra extranjera para la implementación de esa etapa en particular, cuando se instala toda la maquinaria”. A su vez, puntualiza que se trata de trabajos “muy específicos”.

Diverio se remonta a 2005 para realizar la cronología de un proceso que hizo que hoy en día Uruguay tenga esa “mano de obra calificada” para “suplir la extranjera”. Cuando se construyó la primera planta, cuenta el dirigente sindical, uno de los argumentos de ese momento para no tomar personal nacional era que en nuestro país “no había trabajadores formados para ese tipo de trabajo”. En consecuencia, se trajeron “miles de trabajadores, fundamentalmente de Europa del Este a la planta”. A partir de allí, los actores del sector de la construcción comenzaron un proceso de aprendizaje “en oficios para nuevas formas de construcción”, dice Diverio.

Entonces, el sindicato y el Fondo de Capacitación para Trabajadores y Empresarios de la Construcción (Focap) —un instituto privado integrado por trabajadores, empresas constructoras y las cámaras de construcción— comenzaron a capacitar en esas “nuevas formas” de hacer el trabajo, señala. “Esa formación se profundizó cuando se hizo el trabajo en la modificación de la planta de Ancap en La Teja, donde hubo miles de compañeros que se formaron como soldadores, cañistas, instrumentistas y se prepararon para tareas de montaje. Y cuando se hizo la segunda planta en Conchillas ya contábamos con miles de trabajadores que estaban en condiciones de hacer el trabajo que habían hecho miles de extranjeros en Botnia”, explica el sindicalista. Y allí mismo, en Conchillas, también hubo instancias de formación de “cientos de horas de cursos para muchos trabajadores”.

Con cada experiencia, la mano de obra uruguaya se iba especializando.

“La segunda etapa, que tiene mucho montaje, es un trabajo más calificado o quizás son tareas más innovadoras en Uruguay. Y por eso, justamente, hicimos esas capacitaciones. Somos miles los que estamos en condiciones de realizar esos trabajos”, dice Diverio, quien a su vez quiere dejar claro que el sindicato de obreros no está “en contra” de la mano de obra extranjera per se.

“UPM nació hace dos años. La prensa nos preguntaba: ‘¿cuándo empieza la huelga del Sunca en esa obra? ¿Cuándo la van a trancar?’”, cuenta Daniel Diverio, presidente del sindicato. “Durante todo 2019 y 2020 casi no hubo conflicto en la obra porque todos los problemas se resolvían en el lugar mismo. Tuvimos la primera situación que tuvo que ver un aumento de contagiados de COVID. Y la segunda fue la situación de acoso de un trabajador contra una compañera”, que derivó en dos semanas de paro total en UPM, lo que en términos salariales significó una pérdida de tres millones de pesos, según supo El País. “No puede decir que ha sido una obra con permanente conflicto”, señala. Por otro lado, el Sunca convocó el jueves al debate sobre una ley de salud y seguridad en el trabajo, en el marco de un paro nacional parcial por el fallecimiento de un trabajador en Canelones la semana pasada.
El después de UPM
Existe la percepción de que, una vez que la empresa culmina las obras, las oportunidades de trabajo se esfuman. “Esa percepción es uno de los temas que históricamente aparece”, dice Matías Martínez de UPM. Sin embargo, la empresa estima que, cuando la planta esté en pleno funcionamiento, se ocuparán unos 10.000 puestos de trabajo entre empleos directos, indirectos e inducidos. Esto son 4.000 más que el pico de empleo que se dará en octubre, durante el auge de la obra. Martínez lo explica así: “Habrá 4.000 trabajadores directos e indirectos, que se componen de personal propio de UPM y de las empresas que trabajan todos los días para que la planta funcione”. Estos últimos, los indirectos, son empleos que se ocuparán en los viveros que hay ahora en Paysandú, comenta Martínez, y el que se está construyendo en Durazno.

“Por otro lado, están los transportistas, que serán cerca de 1.000 choferes nuevos asociados a nuestra operativa. También el crecimiento de las plantas forestales, la plantación, la cosecha en 12 departamentos del país. Eso es lo que explica que quizá no se visualicen los puestos de trabajo en un único lugar concentrado”, agrega.

El gerente de comunicación de UPM puntualiza que el empleo se redistribuye y cambia el perfil: “No estará el constructor, que efectivamente termina la obra y se va, pero se sustituye por un ingeniero químico, un mecánico, un contador, un tecnólogo químico, entre otros”. En ese sentido, adelanta que UPM ya tiene llamados abiertos para ese perfil de trabajadores que se necesitará en 2023.

Por último están los empleos inducidos, que van desde “la contratación de más cajeros para un supermercado debido a la nueva demanda cuando crece una ciudad”, ejemplifica Martínez, hasta la instalación de nuevos colegios y gimnasios, como pasó en Fray Bentos.
Fuente: El País de Montevideo

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