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Cada uno deja de marca. Ilustra los paisajes urbanos de un modo singular. No se trata de ser más bello, opulento o colorido que otros, sino de ser el primero. O, en verdad, el que ningún otro quiso ser (ya lo entenderemos cuando repasemos su leyenda). El que llega cuando otros invernan, cuando el calendario marca que el frío lo acapara todo y deja raquíticos a los árboles, sean grandes o pequeños.

Pero ahí está el lapacho, radiante de flores. En las calles de Concordia predomina el de color rosado, aunque los hay también blancos y amarillos. Están a la vera de avenidas, calles, patios de las casas o en los predios de una Iglesia. Están radiantes e íntegramente copados por el color de su flor. No tienen el verde característico de sus hojas porque no tienen hojas. Ellas llegarán después. Primero la flor.

Esta semana, El Entre Ríos recorrió algunos sitios de Concordia retratándolos en los días previos al inicio de la primavera. Es que en unas semanas más, al colorido del lapacho y de las azaleas se sumarán otras plantas y árboles. Esa explosión multicolor tan singular que es la estación intermedia entre el invierno y el verano.
A continuación, la “Leyenda del Lapacho”, una forma literaria de explicar por qué florece cuando otros no lo hacen:

Cuenta la historia, que cuando Dios estaba preparando el mundo, se reunió una tarde con todos los árboles y pidió que cada árbol eligiera la época en la que cada uno de ellos quisiera florecer y así, embellecer la tierra.

Y en un estallido de alegría comenzaron todos a gritar: “otoño, verano, primavera!”

Pero Dios vió que ninguno elegía la estación de invierno, entonces preguntó:
- ¿Por qué nadie elige la época de invierno?
Cada uno tenía su razón. ¡Muy seco! ¡muy frío! ... muchos incendios!

Entonces Dios pide un favor...
Necesito al menos un árbol, que embelese el invierno, que sea valiente y capaz de enfrentar el frío, la sequía y las quemas y en ese frío poder embellecer el mundo...

Se quedaron todos en silencio.
Fue entonces que un árbol callado y tranquilo al fondo, sacude sus hojas y dijo:
-¡Yo voy!...
Y Dios con una sonrisa preguntó:
- ¿Cuál es tu nombre?
¡Me llamo Lapacho, Señor!

Los otros árboles, quedan espantados del coraje del Lapacho y su locura de querer florecer en invierno.
Entonces Dios respondió:
- Por atender mi pedido te haré florecer en el invierno no sólo con un color, sino con varios, para que también en invierno, el mundo sea colorido.
Tendrás diferentes colores y texturas y tu linaje será enorme.

Y así Dios hizo uno de los más hermosos árboles que da color al invierno. Y así tenemos al Lapacho:
blanco,
amarillo,
amarillo del pantano,
amarillo de la hoja lisa,
amarillo niebla,
rosa,
púrpura,
morado.

Que podamos ser como el Lapacho, y sepamos florecer en los inviernos de la vida.
Fuente: El Entre Ríos.

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