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Años atrás, Guillermo Fink se sumó a una iniciativa de Oíd Mortales Radio, a la que habíamos bautizado “Lectoradio”. Era todo muy simple: cada cual elegía un texto literario de su gusto, lo leía en voz alta, lo grabábamos y luego lo reproducíamos en micro espacios.

“Fincho” nos sorprendió con la Oda al Perro, de Pablo Neruda. Preparé todo para grabar y le indiqué que comenzara. Y entonces, sucedió algo mágico. Su voz grave y profunda se adueñó del espacio y penetró mi imaginación. El perro que olía las flores se volvió real, perceptible por todos mis sentidos. Desde entonces, contagiado por él, amo las odas con las que el gran escritor chileno confesó su asombro ante las realidades más diversas y simples.
En cada ocasión en que, por obra del destino, me lo cruzaba, o lo escuchaba, o sabía algo de su vida, enseguida venían a mi mente los recuerdos del tiempo que compartimos en el Departamento Informativo de Radio del Litoral, junto a Héctor Heraldo Bradanini y Ángel Leoncio Cardozo. Los cuatro, bajo la dirección del Ingeniero Edmundo Pedro Scattini, hacíamos Periodistas de Turno, por lejos el programa periodístico más escuchado de las décadas de los 80 y 90.

Con algunos años menos que ellos y recién empezando mi camino profesional, de todos aprendí cosas. Y, aunque suene extraño, con todos me divertí. Las bromas de Ángel y las puteadas del “Huevo” se conjugaban con las sonrisas pícaras y las anécdotas bien contadas del “Cabezón”, como también te decíamos.

Por entonces me di cuenta de que eras un observador agudo de la realidad. Agudo y crítico. Y, sobre todo, muy libre. Libre y también desprendido. Tal vez exagere, pero siempre me dio la impresión de que eras un bohemio, al que la plata no le interesaba, salvo para lo mínimo indispensable. Creo que ni auto querías tener, para que ninguna cosa material te esclavizara.

De la radio te fuiste a la dirección de Video Cable. Y, al tiempo, Concordia te descubrió actor. ¡Y qué bien que lo hacías! Cuando te vi en el escenario caí en la cuenta de que tu vocación actoral ya se manifestaba en aquellas mañanas divertidas de la radio, cuando el “Huevo” encontraba alguna excusa para putearte y vos te hacías el ofendido, o le seguías la corriente. Era todo un “acting”, al que te prestabas mientras preparabas tu bloque de información política.

Dicho sea de paso, de tus análisis políticos siempre rescaté algo central: tu capacidad para hablar con todos. Supiste cultivar el diálogo respetuoso, que tanta falta nos hace hoy en día.

Mucho más que un párrafo aparte merece tu pasión por el jazz y el buen cine. Supiste contagiar a muchos con tus gustos exquisitos en estas dos expresiones del arte.

En días previos a las fiestas, hace ya de esto una puntada de años, Oíd Mortales se instaló en la peatonal y a los peatones les arrimó el micrófono para que expresaran un deseo. Quiso el destino que justo aparecieras vos. A diferencia de otros que se veían sorprendidos por la “encuesta”, vos no dudaste. Dijiste que tu gran anhelo era que las personas “nos respetáramos más”. “Respetarnos”, explicaste, era la gran condición para que creciéramos como comunidad.

También esa vez volviste a enseñarme y a ganarte aún más mi admiración. ¡Gracias Guillermo y hasta siempre!
Fuente: El Entre Ríos

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