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Al cumplirse 166 años de la fundación de la Colonia San José, el historiador colonense Alejandro González Pavón compartió un discurso de Alejo Peyret.

“Tras un largo proceso de gestación, la Colonia San José da inicio formalmente el 2 de julio de 1857. Si bien aquel primer contingente de inmigrantes europeos llegó a la Calera Espiro el 1° de julio, desembarcaron a las primeras horas del día siguiente”, comenzó diciendo el docente en una publicación realizada en redes sociales.

“No cabe duda de que la figura de Alejo Peyret entre nosotros sobresalió desde el primer momento. Sus antecedentes personales y profesionales lo hicieron destacarse en varios ámbitos, sobre todo en el educativo y el político. Desempeñó el cargo de Administrador de la Colonia San José, fue profesor en el histórico Colegio del Uruguay escribió varios libros sobre diferentes temas, fue masón, libre pensador, entre otras tantas cosas”.

“Una mente brillante en medio de tantos que como él, se animaron a forjar desde cero esta empresa colonizadora que dio como resultado el surgimiento de pueblos y ciudades como así también formar parte de la formación académica de varias generaciones”.

No cabe duda de que la figura de Alejo Peyret entre nosotros sobresalió desde el primer momento. Sus antecedentes personales y profesionales lo hicieron destacarse en varios ámbitos, sobre todo en el educativo y el político. Desempeñó el cargo de Administrador de la Colonia San José, fue Profesor en el histórico Colegio del Uruguay escribió varios libros sobre diferentes temas, fue masón, libre pensador, entre otras tantas cosas. Una mente brillante en medio de tantos que como él, se animaron a forjar desde cero esta empresa colonizadora que dio como resultado el surgimiento de pueblos y ciudades como así también formar parte de la formación académica de varias generaciones.

A continuación, dio lugar a tramos del discurso que pronunció el Prof. Alejo Peyret con motivo de cumplirse el 20° aniversario de la fundación de la Colonia San José, el 2 de julio de 1878, de acuerdo a lo publicado por el Sr. Claudio Premat “Los pionners de la colonización entrerriana, la Colonia San José 1857 – julio 2 – 1915”:

Amigos míos:

Después de larga ausencia, me siento feliz al encontrarme en medio de vosotros, para celebrar un grande y glorioso aniversario.

Hace veinte años, os encontrabais acampados en la selva que cubría la margen del Uruguay en el lugar donde hoy se levanta la Villa Colón.

Hacía frío; un sol de invierno calentaba a duras penas vuestros miembros ateridos, el pampero silbaba en la arboleda y de noche la helada hacía tiritar hasta las piedras. Nada se había preparado para recibirlos. Os fue necesario tomar vuestras hachas para talar el monte y cortar paja a fin de prepararos albergue, construir algo parecido a una tienda de campaña apoyada al tronco de los algarrobos y ñandubay en un recoveco del terreno.

Un hacha y una azada basta al hombre para domar la naturaleza y conquistar el mundo.

Y bien… A pesar de aquellos sinsabores, recuerdo que vosotros estabais contentos y pletóricos de esperanzas. La alegría reinaba soberana en vuestros vivaques y las canciones resonaban en la espesura del bosque.

Esperabais pacientemente que el agrimensor trazara las concesiones. Cuando llegó el momento de instalaros en los terrenos que se os destinaban, se cargaron en carretas de las estancias vuestros equipajes, se os dejó en medio del campo, se os dijo: “ya no tengáis cuidado”.

No era posible, sin embargo, dormir con sólo el cielo por techo… Y modestas construcciones empezaron a construirse de techo en techo. Los animales se asustaron; las tropillas de yeguas semisalvajes parecían preguntar qué significaba lo que veían; los avestruces y los ciervos huyeron, desterrados de sus dominios.

Enseguida el arado abrió el seno de la tierra virgen; la campaña cambió de aspecto: la Colonia San José estaba fundada.

Veinte años han pasado. Los que han visto este campo cuando no era sino una estancia con tres o cuatro chozas colocadas en las cuatro esquinas lo único que denunciaba la presencia del hombre en estos lugares y los que lo ven hoy ¿no se creerán transportados a un mundo fantástico?

La agricultura ha obrado milagros: la agricultura ha renovado la faz de la tierra como dice la Escritura.

Amigo míos, otros se reúnen para celebrar el aniversario de una batalla, es decir, de una jornada donde se han matado a millares de criaturas humanas, y donde se han atropellado a muchas más.

Es un medio magnífico para abonar un terreno. Cuando se le ha regado con la sangre de veinte o treinta mil hombres y los esqueletos pulverizados se han mezclado con la tierra, no cabe duda que ésta producirá abundantes cosechas. Por mucho tiempo no habrá necesidad de desparramar estiércol.

Los vencedores cantando el “Hosannah” y coronándose de laureles y levantando arcos de triunfo… y esto se llama gloria militar.
Y bien! Os confieso que prefiero el arte de alimentar a los hombres al arte de matarlos; y coloco mucho más alto el mérito del agricultor al del guerrero.

El aniversario de la fundación de una Colonia es más importante que el de una batalla.

Los agricultores, señores, son los verdaderos soldados de Dios! Son los verdaderos conquistadores.

¡Qué guerreros famosos se quiten sus coronas para ceñir con ellas la frente de aquellos trabajadores! ¡Que los héroes, bronceados por la pólvora, inclinen sus espaldas sangrientas ante las rejas de los pacíficos arados! Que el cañón Krupp se humille ante la segadora Mac Comik! Que Napoleón mismo, el gran Napoleón ceda su sitio a Mathieu de Dombasle!

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Los que sancionaron la Constitución de la República Argentina lo han entendido del mismo modo. El Dr. Alberdi trazó el paralelo de los héroes antiguos y los modernos, de los que destruyen y de los que crean; dio naturalmente la preferencia a éstos últimos, elevándolos a consideraciones más altas al pronunciar el axioma fundamental de la política sudamericana: “ Gobernar es poblar”. El ministro que no haya conseguido duplicaren diez años la población del país ha perdido su tiempo en bagatelas.

No bien el gobierno nacional se hubo afianzado, se apresuró a entrar en esta vía, no obstante las dificultades formidables de la situación contra la cual había que luchar. Los gobiernos provinciales, a su vez, siguieron el ejemplo del Nacional.

Fue en 1854. La provincia de Corrientes celebró contratos con el Doctor Brougnes y con Mr. Jonh Lelong, para el establecimiento de varias colonias. La de Santa Fe, con el mismo objeto, entró en negociaciones con el Señor Aaron Castellanos.

Una nueva era se abría para la Republica. Hombres de la confianza del General Urquiza tales como Carril, Gutierrez, Gorostiaga, Fragueiro, Peña y comprendieron que poblar el territorio argentino debía ser el complemento de la victoria de Caseros; comprendían que no bastaba haber dictado la más liberal de las constituciones, que esta constitución quedaría reducida a la categoría de simple quimera o letra muerta, mientras el país permaneciera en estado desierto.

Gracias a ellos la Colonia Esperanza fue el punto inicial de la colonización santafesina. Era necesario sembrar para recoger. Aunque reducido a sus propios medios, el gobierno de Paraná no titubeó en realizar un gran sacrificio para asegurar el porvenir.

(…) El Coronel Sourigues fue comisionado para reconocer dicho punto. En su informe hizo notar que aquellas tierras eran inadecuadas para la fundación de una colonia agrícola.

Los colonos tuvieron que embarcarse nuevamente y realizar un viaje que duró varios días. Al anclar en la costa del Uruguay, llegaron a término de su larga peregrinación.

Os encontrabais en la tierra de promisión.

(…) Ni bien se fundó la Colonia, se estableció una corriente de emigración espontánea que hubiera alcanzado grandes proporciones si no hubiera mediado la circunstancia de ser muy pequeña la extensión de tierras destinadas a la colonización, y por lo tanto, corresponder un área muy reducida a los nuevos contingentes.

La Colonia tenía su puerto natural; era necesario abrirlo a la navegación para que pudiera desarrollar su comercio. Esta aspiración que se tuvo en vista desde el principio, se cumplió en 1863.

(…) Los herederos del General observaron que la Colonia estaba encuadrada en un marco de muy estrechos límites y resolvieron aumentarle su extensión. Entonces desaparecieron los “puestos” y las “estancias” que se oponían al desenvolvimiento de la colonia. Los agricultores ocuparon el lugar que antes era dominio de las vacas y ovejas. Al sud y al oeste la Colonia se extendió hasta triplicar su superficie primitiva. Actualmente (1878) se extiende desde Perucho Vernex (así figura en la publicación) hasta el Arroyo Urquiza; e iría más lejos aún si se le permitiera. Por lo que a mí respecta, si yo manejara los títeres, si el asunto dependiera de mí, ocuparía cuarenta leguas cuadradas; llegaría al río Gualeguaychú y al Arroyo del Medio (hoy Artalaz) y se detendría en los suburbios mismos de la Capital de la provincia. La agricultura habría vencido al pastoreo, o al menos, hubiera hecho que éste se desarrollara sobre bases científicas.

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Nada está concluido mientras falte algo que hacer, afirmaba el librepensador en este discurso.

Más adelante, Peyret hace una fuerte crítica al proyecto constitucional, las bases de la colonización y las formas en que fueron aplicadas sus normas, llegando a decir, por ejemplo: (...) Un error, un grave error se cometió al no acordarse mayor área de terreno a las familias fundadoras. Mientras muchas de ellas han sufrido, y todavía hay algunas que sufren las consecuencias de aquel error primero. Faltos de terreno, no podían hacer frente a sus compromisos; mayormente cuando los años de malas cosechas, secaban su única fuente de recursos.

Plantea más adelante algunos deseos de manera directa: Quisiera que hubiera cooperativas, que hubiera fábricas cooperativas para el aprovechamiento de la producción agrícola, molinos de vapor, destilerías, trilladoras, arados a vapor y todas las máquinas necesarias para centuplicar el esfuerzo del trabajo humano, y distribuir las utilidades entre todos, en vez de dejarlas repartir entre pocos. Quisiera también que hubiera granjas modelo, invernáculos, cabañas; en fin, todo lo necesario para efectuar experimentos y despertar por la ciencia agronómica el interés de todo el mundo.

(…) Cada hombre debe tener un ideal; y al servicio de ese ideal consagrar su existencia. El mío ha sido la colonización. Por ella he sacrificado muchos años de mi vida: pues creía trabajar por el bienestar de la humanidad y el porvenir del mundo en estas bellas comarcas de la América del Sur que ofrecen tan magnífico teatro para el desarrollo de las actividades humanas. Mi ideal no lo he visto realizado sino en parte. Que otros continúen la obra. Y se verá cumplido: no tengo dudas. Y que podáis vosotros, todos los que me escucháis – aunque decir todos sería demasiado pedir - pero si el mayor número, encontraros aquí dentro de veinte años, para celebrar otro aniversario, y recordar a los que nos ayudaron a echar los cimientos de esta Colonia, como hoy recordamos a quienes la muerte ha impedido de asistir a esta fiesta del trabajo, a este banquete de la fraternidad.

Los hombres morirán, los colonos morirán, pero la Colonia San José vivirá siempre.
Fuente: El Entre Ríos – Prof. Alejandro González Pavón

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