Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Un mes transcurrió del repentino fallecimiento de Analía Fernández (49), una médica especialista en geriatría que dejó su Córdoba natal para instalarse en la ciudad de Villa Elisa (Departamento Colón), donde ganó notoriedad por su atención a los adultos mayores tanto en el sector público como privado.

En la noche del martes, fue celebrada una misa en su memoria, que tuvo lugar en un sitio muy especial para ella: el Hospital San Roque - María Aguer de Francou, donde supo desempeñarse como profesional de la salud, encargarse del hogar de ancianos y denunciar cobros irregulares por parte de la administración.

Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imágen

Agrandar imagen

Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imágen

Agrandar imagen
La invitación por parte de “amigos del hospital y de su cooperadora” se expandió vía redes sociales en las últimas horas y así logró una repercusión similar a lo que fue su último adiós con una marcha, suelta de globos y mensajes de despedida el pasado 13 de diciembre, en la esquina del consultorio y frente a su casa.
“El derecho a una vejez digna”
Con motivo del primer aniversario de su partida, y el marco del hogar de ancianos del que supo encargarse detrás, durante la misa fue compartida una carta de lectores que la doctora Fernández había enviado a El Entre Ríos, el pasado 8 de junio de 2021. “La vejez suele ser obligatoria, y sin embargo es tierna como un nido…” (Mario Benedetti)

Cuando ingresé como médica a cargo del Hogar, estaba recién terminando mi especialidad en geriatría… y así ingresé con muchos proyectos y sueños…
Cuando la puerta se abrió, me encontré con un Hogar que, muy por el contrario a lo que me esperaba, sencillamente… invitaba a morir.

Las paredes se descascaraban, los techos se llovían, los ambientes eran oscuros y sin vida, las enfermeras estaban cansadas de luchar en soledad, frente a pedidos que nunca eran escuchados… el Hogar, estaba acéfalo.

Alguna que otra vez, pedían ayuda a algún médico del Hospital para que auxilien a los abuelos que estaban en el Hogar…

El auxilio a veces llegaba…pero otras veces, otras muchas veces, el pedido de auxilio quedaba en el olvido…

Cuando la puerta se abrió, me encontré con abuelos con escaras en la piel, abuelos tristes, con miradas que se perdían en un horizonte, un horizonte que lo único que mostraba… era, más tarde o más temprano, que llegaría la hora final…

La desolación y tristeza que trasmitía ese lugar era tanta, que en vez de dejarme embriagar por esa sensación, junto con las enfermeras que allí estaban, y con el ímpetu de cambiar la realidad, pusimos manos a la obra.

Y así, creamos un reglamento de admisión a “Nuestro Hogar”… normas de convivencia, permiso para que los familiares firmaran cuando se llevaban a alguno de nuestros abuelos del Hogar… protocolos de trabajo, de rehabilitación, en definitiva, se comenzó a realizar una labor conjunta en busca de la autonomía y la independencia de nuestros abuelos.

Con el tiempo, esas miradas tristes comenzaron a cambiar, de repente eran miradas alegres, en los pasillos se comenzó a escuchar música, había melodías, empezamos a festejar sus cumpleaños, las pascuas, las fiestas… las abuelas comenzaron a maquillarse, a vestirse lindas, los abuelos empezaron a arreglarse… y comenzaron, así… a volver a la VIDA.

Fue emocionante ver cómo esas miradas que en un momento fueron tristes y desesperanzadas, volvieron a sonreír, a brillar… dejando vislumbrar pisquitas de felicidad en sus ojos… y así formamos UNA GRAN FAMILIA.

El camino no fue fácil…

Pero el camino no fue fácil, ni todo color de rosas.

Cuando entré al Hospital y comencé a trabajar en el Hogar, para los abuelos nunca había dinero disponible (a pesar de que dejaban buena parte de su jubilación allí).

Ellos… eran invisibles.

Los enfermeros comenzaron de a poquito a conseguir que alguna familia trajera un poquito de esto, otra familia un poquito de aquello, otros aportaban otra cosa… y así fue posible festejar y disfrutar de las fiestas… ¡hasta terminaban bailando!

Hoy… no hay ningún paciente escarado. Hoy hay sonrisas, festejos, música, kinesiología, rehabilitación, contención psicológica y amor…

Hoy tenemos un equipo interdisciplinario de psicólogos, enfermeros, médicos, que hacen la “admisión de los pacientes”, un análisis previo realizado por una asistente social, que nos permite tener la certeza de que cada abuelo que ingresa al Hogar, recibirá la atención que se merece.

“Las señoras de la Cooperadora…”

Las señoras de la cooperadora trabajaron arduamente para mejorar las instalaciones del Hogar de Ancianos. Y gracias a éste esfuerzo, sumado al del equipo de trabajo que cumplimos funciones allí, hicieron que el Hogar se sienta como una gran casa.

Vivencias que transforman…
Hoy, a tantos años de que he ingresado, puedo decir que desde mi experiencia fue transformador, me transformó no sólo como profesional, sino también como persona…

Realicé ésta tarea Ad Honorem, nunca pretendí cobrar por esto, vivo esta posibilidad como una forma de devolverle al Estado todo lo que el Estado me dio: un título y una educación gratuita.

La frialdad de la administración…

Frente a una experiencia de vida tan fuerte y penetrante, era chocante y hasta desagradable ver el interés de la administradora del hospital, para que ingresen más y más abuelos, aunque el costo de sumar abuelos, afectaba directamente la buena atención que el personal del Hogar queríamos darle a cada uno de ellos. Por ello exigimos que el ingreso sea de manera escalonada, única forma de asegurarnos brindar una atención de calidad…

Hoy quisiera que, cuando ésta pandemia pase, nos encontremos trabajando en el Hogar con las mismas ganas de siempre… para que los abuelos, nuestros abuelos, puedan ser felices… puedan mantener en su mirada esas ganas de VIVIR… puedan disfrutar la vida… ES NUESTRA RESPONSABILIDAD… VELAR POR SU BIENESTAR, EN TODOS SUS ASPECTOS.

Dra. Analía Fernández
MP: 8253
Idas y vueltas tras el hallazgo
El cuerpo sin vida de Analía Fernández fue encontrado en la mañana del domingo 12 de diciembre en su vivienda de Avenida Libertad al 1100 de Villa Elisa, aunque su deceso se habría producido entre la noche del viernes y la madrugada del sábado.

Si bien en un primer momento se descartó de plano la realización de una autopsia -considerando que no había dudas acerca de que se trataba de una autodeterminación-, finalmente la hubo: el informe forense arrojó que su muerte se produjo por “coma metabólico”, relacionado a los cartuchos de insulina que se habría inyectado. El cambio de criterio se dio cuando la causa pasó de manos del fiscal Juan Sebastián Blanc –que se encontraba de turno ese fin de semana– a su colega elisense Alejandro Perroud, que tomó el caso en la mañana del lunes siguiente y decidió despejar dudas.

Fernández había dejado un total de siete cartas manuscritas, en las cuales manifestaba la voluntad de que sus restos fueran cremados y las cenizas volcadas al río Uruguay.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario