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En el marco del 120° aniversario del fallecimiento de Alejo Peyret, el intendente de San José Gustavo Bastian, hizo un escrito a través del cual describe parte de su biografía, pero en el que además pinta la personalidad, las ideas y las acciones que llevaron al crecimiento de la colonia.

Tampoco faltaron en sus palabras sentimiento, la mirada política propia y su opinión sobre aquel personaje “transformado en un prohombre, una suerte de prócer local que cada tanto redescubrimos”.

Alejo Peyret, un imprescindible de nuestra historia local

por Gustavo Bastian

La historia de la Colonia San José es rica en anécdotas, en relatos, en sucesos que dieron forma a la región y a la provincia. También es rica en personajes y en figuras notables, entre las cuales destaca enormemente Alejo Peyret, a quien esta semana le rendiremos un sentido homenaje al cumplirse 120 años de su paso a la inmortalidad.

Nuestra historia y nuestros referentes le dan forma a la idiosincrasia y a identidad de un pueblo. Son parte del patrimonio de los sanjosesinos y es responsabilidad nuestra preservarlos. En ese sentido fue que hace algunas semanas, cuando celebramos el 165° aniversario de la fundación de nuestra Colonia, decidimos aprovechar la oportunidad para devolver nuestra Fiesta de la Colonización al lugar y fecha que le corresponden por historia: la Plaza Urquiza en julio.

Fue una fiesta popular maravillosa, y la hicimos gratuita en la firme convicción de que todos merecíamos la oportunidad de disfrutar plenamente de un festejo que nos es propio, sobre todo después de los dos años difíciles que nos ha tocado atravesar. También fue un momento en el que una vez más el pueblo volvió a vincularse con sus orígenes, con su identidad, con quienes somos. El arraigo, la pertenencia, son emociones muy profundas. Se sienten… pero también se conocen. Y en eso pensaba al escribir estas líneas.

El próximo fin de semana, cuando conmemoremos el aniversario del fallecimiento de Alejo Peyret, volveremos a conectar con ese San José de antaño; recordaremos su figura y su obra, fuertemente plasmadas en los orígenes de nuestra ciudad.

Me pasa algo curioso con Peyret; se trata de una figura tan trascendental en nuestra historia que se ha transformado en un prohombre, una suerte de prócer local que cada tanto redescubrimos. Y al igual que todos los próceres se volvió una escuela, una calle, o un paseo costero en la hermana Colón. Sin embargo, lo particular de Alejo Peyret es que cualquiera que decida indagar sobre su vida se encontrará con que la persona es mucho más interesante que el mito.

Nacido en 1826 en Serres Castet, en lo que hoy es el departamento de los Pirineos Atlánticos, en el sudeste de Francia, Alexis Pierre Louis Édouard Peyret estudió Letras y Derecho y fue en el parisino College de France donde desde joven abrazó las ideas republicanas y liberales.

Sí, tal vez hoy en día en que muchos referentes políticos se esconden detrás de la palabra República para camuflar las ideas más conservadoras y reaccionarias; y en que aparecen algunos personajes mediáticos que solo se dedican a gritar e insultar en cámara amparándose en un supuesto liberalismo, estos conceptos puedan estar un poco bastardeados. Sin embargo en el mundo en el que se formó Peyret, que aún se debatía entre monarquías, esas ideas tenían otro valor y eran lo más revolucionario del espectro político.

Fueron esas ideas de vanguardia las que lo impulsaron a militar activamente en la Revolución de 1848; y las que ante el advenimiento del Segundo Imperio de Napoleón III, lo llevaron a elegir el exilio en el Río de la Plata a fines de 1852.

Entre ese año y el ’57, Peyret se asentó primero en Montevideo y luego en Entre Ríos, donde ejerció la docencia, el periodismo, y participó activamente en organizaciones que lo acercaron cada vez más al presidente de la Confederación Argentina, el general Justo José de Urquiza. Fue en reconocimiento a sus capacidades y a su condición de intelectual, que Urquiza le encargó la que sería la empresa de su vida: la dirección y administración de la recién creada Colonia San José.

Los que sentimos pasión por la política y la reivindicamos como la mejor herramienta para transformar la sociedad, entendemos que no existe una sola manera de hacer las cosas. Más allá de las aptitudes técnicas, capacidades o formación académica de un dirigente, las ideas de este inevitablemente le darán un direccionamiento a su accionar. Y el pensamiento de Alejo Peyret fue quedando plasmado en cada una sus acciones como administrador de la Colonia.

Existen recopilaciones de las notas enviadas por Peyret a Urquiza durante esos años, en las que el administrador hacía las veces de vocero de los colonos ante las dificultades que se presentaban; como cuando reclamó compensaciones por la pérdida del equipaje o el mal estado en que éste llegó a destino:

"...Hágase cargo que han quedado allí herramientas, carros, arados, ropa, vestidos, de manera que los colonos se hallan paralizados en sus trabajos y expuestos a perder su ropa, que Dios sabe en qué estado se hallará. El objeto del reclamo es pues pedir una indemnización por el tiempo perdido y la demora judicial, y además por la ropa y vestidos, si éstos llegan en mal estado...".

Peyret manifestaba gran desvelo por la buena alimentación de los inmigrantes y porque esta no se convierta en otra dificultad propia del desarraigo. Enseguida notó que los recién llegados se mostraban reacios a comer carne de vaca y, en cambio, eran ávidos consumidores de lácteos; por lo que instó a Urquiza a que se enviaran otra clase de vacunos que pudieran suministrar leche.

También, solicitó que se reemplazara la mandioca que estos recibían en sus raciones por maíz, el cual era habitual en su dieta europea y sabían bien cómo preparar. Por su intermediación, logró que el maíz producido en la colonia sea empleado y consumido localmente en San José.

“El maíz es el alimento de todos los colonos; solamente es preciso molerlo dos veces. En todo el mediodía de Francia, en Italia, en parte de Suiza y en España la gente del campo vive con maíz. Se hace lo que los italianos llaman polenta. Yo mismo como muy a menudo”.

Pero las inquietudes planteadas ante el presidente de la Confederación no solo se referían al día a día de los colonos, también dejaban entrever su visión estratégica en torno al modo en que debía efectuarse la colonización para que esta fuera exitosa. En varias ocasiones se mostró preocupado por el escaso tamaño de los lotes que se entregaban a los colonos, a diferencia de las colonias santafesinas. Esto provocaba que el volumen de producción agrícola que podía lograr cada familia sea menor, lo cual dificultaba enormemente la acumulación de capital y, por ende,la adquisición de nuevas parcelas y la incorporación de maquinaria que hiciera más eficiente la actividad, atentando contra el sentido mismo de una colonia agrícola.

“Las mejores familias, según veo, son las que ya poseen algunos bienes en Europa, y no se resuelven a venir a América sino para dejar una herencia más grande a sus hijos. Aquellos vienen muy bien provistos de útiles y aun de dinero y preferirían dirigirse a Santa Fe donde las concesiones son de veinte cuadras... V.E. podría dar concesiones de 16 cuadras a las familias bien compuestas, de seis personas adultas para arriba, que ya traen sus elementos de trabajo y exigen mucho menos gastos que las otras. Otra consideración es que dentro de pocos años, aumentándose mucho las familias por los nacimientos, como ya lo veo, muchos individuos no teniendo bastante terreno se hallarán precisados a salir de la colonia y entonces, no se conseguirá tan pronto el objeto de V.E. que es formar una población importante”.

Todos estos testimonios, maravillosamente recopilados hace 40 años por la profesora Sara Elena Bruchez de Macchi, exdirectora del Palacio Urquiza, y publicados por la Revista Idelcoopen en el marco de la conmemoración por el 125° aniversario de la fundación de San José, nos dejan ver un hilo conductor claro: el absoluto compromiso del administrador para con el bienestar de los inmigrantes y la prosperidad de la colonia.

A120° años de su fallecimiento, es nuestro deber mantener viva la memoria de Alejo Peyret; y reivindicarlo en todas sus facetas. Recordar su vida, su obra, sus proyectos, pero también tener siempre presentes sus ideas y sus luchas, es el mejor homenaje que podemos brindarle a quién tanto hizo por los primeros sanjosesinos.
Fuente: El Entre Ríos / Gustavo Bastian

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