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Por Daniel Medvedovsky.

El Acuerdo de Libre Comercio firmado entre la Unión Europea y el MERCOSUR, el pasado viernes 28 de junio, comporta sin dudas una importancia histórica para el vínculo birregional. Pero, ¿de dónde viene? ¿Por qué se demoró tanto para firmarlo? ¿Qué implicancias tendrá para Entre Ríos? Vamos por parte.
¿De dónde viene?
Desde principios de la década de los noventa, la Unión Europea ha demostrado interés por lograr un acercamiento económico con América Latina. Principalmente, por la propuesta de creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Como se escuchaba por aquel entonces, se buscaba crear un comercio sin fronteras “desde Alaska hasta Tierra del Fuego”. ¿Qué significaba esto? Virtualmente, todos los países de América(excepto Cuba) estarían incluidos en ella. Implicaba una eliminación a todas las barreras en los intercambios de bienes, inversiones y servicios dentro de la zona. Europa no quería perder la oportunidad para ganar mercados para sus productos.

En este contexto, se procedió a concluir Acuerdos Marco de Cooperación de 4ta Generación con la región latinoamericana.Un acuerdo marco consiste en establecer previamente una serie de condiciones que serán comunes a todos los contratos que se basen en dichosacuerdos. Con dicho espíritu se concluyeron acuerdos marco con Mercosur en 1995, Chile en 1996 y México en 1997.

Mediante los mismos, se buscó instaurar un nuevo modelo de relación, en el que no solo se privilegiara el diálogo político, sino que también se fomentaran las relaciones económicas. Entre sus características, se habilitaba la posibilidad de establecer zonas de libre comercio a mediano plazo y tras las negociaciones correspondientes.
¿Por qué se demoró tanto para firmarlo?
Recién en el 2000 se iniciaron las negociaciones para el acuerdo de libre comercio, concluidas el pasado 28 de junio. Pasaron 19 años en el medio. La dificultad para avanzar en la puja UE-MERCOSU residió, desde el primer momento, porque era evidente que se enfrentaban dos bloques con grandes diferencias en el nivel de desarrollo económico (aunque Brasil pueda ser considerada una de las mayores economías del mundo), cuyos intereses eran divergentes y los objetivos que ambas partes buscaban no eran equivalentes.

En efecto, el interés central del MERCOSUR estaba enfocado en el comercio de bienes y especialmente en el comercio de productos agropecuarios, más que en todos los demás aspectos de la negociación. Con todo, se puso de manifiesto que el mayor interés estaba relacionado con el comercio de mercancías, y con la obtención de las mejores condiciones de acceso al mercado de la UE para los bienes de su oferta exportable.

Por el contrario, los objetivos de la UE apuntaban solo parcialmente a la apertura del mercado de bienes industriales. Si bien estaba claro el interés por el acceso de sus bienes exportables al mercado de los países del MERCOSUR, se focalizaban en la liberalización del comercio de servicios y de compras gubernamentales (con énfasis en el mercado de Brasil), en el tratamiento de sus inversiones y en la aceptación de nuevas reglas de protección de los derechos de propiedad intelectual.

Tras la interrupción de las negociaciones en el año 2004, y luego la reactivación en 2010, llegamos a mediados de 2019 y nos encontramos con una sorpresiva firma del tan buscado Acuerdo de Libre Comercio Unión Europea-MERCOSUR. ¿Por qué ahora y no antes? Se preguntará el lector. Bueno, seríamos ingenuos si no tuviéramos en cuenta las razones políticas coyunturales detrás de este hecho.

A nivel mundial, las recientes tensiones comerciales entre China y Estados Unidos propiciaron una serie de medidas proteccionistas que resintieron la economía global. Una de las lecturas posibles es que la Unión Europea buscaría instaurarse como líder del libre comercio. Muestras de ello, son la conclusión de acuerdos recientes con Canadá, la actualización del acuerdo preexistente con México, la firma de un tratado con Japón, con Singapur y con Vietnam, concluido el pasado 30 de junio.

A niveles domésticos, ambos bloques presentan motivaciones que presumen haber precipitado la conclusión positiva en las negociaciones. Por el lado nuestro, las futuras elecciones en Argentina y Uruguay podrían haber catalizado la necesidad de rubricar el acuerdo, como una muestra de capacidad a la hora de lidiar con el contexto internacional. Esto confluyó con el marcado cambio de intereses predominantes en el Brasil de Bolsonaro, con una clara orientación hacia los negocios agropecuarios y un desdén creciente por el papel de la industria. Al interior de la UE, se aproxima la renovación de las autoridades europeas, por lo que firmar el acuerdo antes de este cambio se tornaba vital. El acuerdo es “un regalo” que le dejan al posible ascenso a cargos directivos de sectores de ultraderecha, reticentes a este tipo de cuestiones.

Ahora toca la aprobación de los parlamentos europeos y de los países integrantes del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) para que el acuerdo entre en vigor. Esto podría llevar 2 años. En cuanto al texto que se firmó, solo se conocen las versiones que han difundido las partes mediante comunicados oficiales.
¿Qué implicancias tendrá para Entre Ríos?
Nuestra provincia cuenta con altas ventajas comparativas a la hora de producir bienes agrícolas y ganaderos. Según el comunicado brindado por Cancillería Argentina, la UE liberaliza el 99% de las importaciones agrícolas del Mercosur: para el 81,7% eliminará los aranceles de importación, y para el 17,7% restante ofrecerá cuotas, es decir un cierto cupo para importar. Se excluyen algo más de 100 productos, pero aún no se sabe con precisión cuáles serán. Estas, a priori, son buenas noticias. Ganar acceso a un mercado de aproximadamente 500 millones de personas suena interesante.

Sin embargo, el sector agrícola europeo (especialmente en Francia) cuenta con fuertes intereses y puede presionar para que no se apruebe el acuerdo en el Parlamento de la UE. Más aún, en las últimas elecciones parlamentarias en Europa, los sectores ecologistas han ganado mucho peso, y ya han alzado críticas en relación a lo acordado. El ingreso de productos fitosanitarios les supone una amenaza, ya que los estándares europeos para producirlos tienen un nivel más elevado que los de la región mercosureana.

Finalmente, el Acuerdo nos invita a pensarnos y repensarnos estratégicamente. ¿Queremos depender de la exportación de productos primarios? ¿O debemos explorar vías para trascender dicho modelo y ganar en competitividad para ascender en las cadenas de valor globales? De por sí, se debe evitar caer en los extremos: un acuerdo de libre comercio NO ES una panacea que traerá progreso sin fin a nuestra región, pero tampoco debemos demonizarlo y juzgarlo con tintes negativas. Los grises en el medio importan. Y las consecuencias a largo plazo estarán determinadas por la (in)capacidad de nuestros dirigentes para poder sacarle provecho a este instrumento.
Fuente: El Entre Ríos.

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