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No es cuestión de condenar a nadie; ni a quienes lo han practicado, ni a quienes lo propugnan, sino de aportar un elemento fundamental para el debate.

Por Alfonso Frank (*)

En “no” al aborto no se debe a cuestiones religiosas sino a razones científicas. En el debate sobre este tema en cuestión se trata de saber de qué se está hablando. El avance de la biología y la genética muestra de forma palmaria que el ser humano es tal ya desde la primera célula diminuta que se forma mediante la fecundación. Esa primera célula es el comienzo de la aventura de su existencia.

Sabemos que cada especie viva se caracteriza por un determinado número de cromosomas, que llevan una enorme dotación de genes, los cuales dan las características únicas de cada individuo. La especie humana se distingue por 46 cromosomas. Cada gameta, femenina y masculina, tienen esa cantidad de cromosomas. Ahora bien, lo interesante es que tanto el espermatozoide como el óvulo se van desprendiendo de la mitad de sus cromosomas, quedando cada uno con 23. De modo que al fusionarse en la concepción forman un nuevo ser, o genoma, con sus 46 cromosomas que caracterizan a la especie humana, mitad de la madre y mitad del padre. Esta primera célula comienza a desarrollarse de forma autónoma, se autoconstruye de acuerdo a un programa definido en fases perfectamente determinadas. Este nuevo ser no es parte de la madre; ésta sólo le brinda cobijo, calor y nutrientes a través de su sangre.

Es un ser distinto, tanto es así que en el viaje de siete días que esa célula inicial, a la vez que se desarrolla, va enviando señales al cerebro de la madre para que inhiba su sistema inmunológico a fin de no rechazar a este nuevo ser extraño a su cuerpo que va anidar en su seno.

Durante las primeras semanas de desarrollo, incluso antes que la madre se "entere" que lleva un hijo en sí, se van produciendo fenómenos maravillosos, como por ejemplo: a los 22 días ya comienza a palpitar y luego a latir el corazón - no dejará de hacerlo hasta la muerte del individuo -; entre la 6ta y 7ma semana comienzan a esbozarse los brazos y piernas, y se van constituyendo los huesos. De mismo modo va construyendo su propio cerebro, que tomará finalmente el control.

Y así pasan los días y semanas, y ese ser va adquiriendo la forma de un niño hasta que asoma a la luz. No hay diferencia entre el no nacido y el nacido. Las conclusiones son obvias.

Vale extraer algunos párrafos del Texto del veto del presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, a la ley de despenalización del aborto, de 2008:

“La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia. La biología ha evolucionado mucho. Descubrimientos revolucionarios, como la fecundación in vitro y el ADN con la secuenciación del genoma humano, dejan en evidencia que desde el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. . . El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia.”

Es necesario entonces buscar soluciones adecuadas al problema. Para ello será sin duda necesario estudiar las verdaderas causas del aborto, que seguramente no se deben sólo a la realidad socio-económica, en lugar de optar simplemente por despenalizar.

Por otro lado se requiere también cierta lucidez en el tema, ya que parece que hoy en día a muchos ya no les interesa la objetividad de la ciencia, sino que prefieren más bien que ésta se acomode a determinados intereses subjetivos, de cualquier orden que sea.

En fin, no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti.

(*) Rector del Instituto de Profesorado "Concordia"
Fuente: El Entre Ríos

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