Hijo, no sé si voy a poder. Es que me cuesta encontrar una definición. Será porque los recuerdos se amontonan, desordenados, a punto de chocar entre sí, como se atoraban los autos al llegar a la primera curva del Autódromo Salvia, después de la largada.

Sí, ya sé. Tampoco sabés qué era el Salvia. Menos aún sospecharías cómo era, nada de asfalto, la tierra compactada, el fascinante tobogán. Ni se te cruzaría por la cabeza que ahí, en el Salvia, una vez me colé. Sí, lo confieso, tu padre se coló. Fue una travesura de niños, cortando campo entre los abrojos y escabulléndonos por debajo de un alambrado de púas, mientras un policía hacía como que no nos veía. Creo que con un primo mío como cómplice, aunque a los coautores del delito la memoria parece haberles facilitado la prescripción de la causa.

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Ravassi en el Salvia
Mirá, para ser claros, y volviendo al eje del asunto, Ravassi, Jorge Alberto "El Cordobés" Ravassi, el mismo que desde hace apenas una semana anda con su Ford T volanteando entre las nubes con San Pedro, viene a ser un pedazo de mi niñez. Y de la niñez de muchos otros.

Ahí tenés una primera definición: Ravassi es un pedazo de niñez.

Pero para ser honestos, antes de seguir, aclaremos: Yo de automovilismo sé poco y nada. Más nada que poco. Pero hay algo que tengo claro: En las décadas de los 60 y los 70, aún la globalización no había triunfado. No estábamos tan mediatizados. Casi que no teníamos televisión siquiera, ¡imaginate! Menos aún computadoras o celulares.

Sí, ya sé, te parecerá que otra vez me voy de tema. Seguro que te preguntas qué tiene que ver eso de que no había llegado la globalización con Ravassi. . .

Bueno, simple. O no tan simple. Depende. A lo que voy es que la experiencia directa de la realidad que nos rodeaba, ese lugar en el mundo en el que misteriosamente habíamos tenido la suerte de nacer, la identidad local por llamarla de alguna manera, la localía dicho de otro modo, era aún muy fuerte. Y por eso en nuestros pueblos sobraban historias en las que confluían, tan entremezcladas que ya no sabías dónde comenzaba una y terminaba la otra, verdades, leyendas, mitos y hasta algunas mentiritas.

Yendo más al grano, en aquellos tiempos pre globalización, los ídolos del deporte nacionales e internacionales, de los cuales nos enterábamos por la radio y los diarios (impresos, porque internet no había sido inventada todavía), no lograban aplastar a los ídolos locales, que eran admirados, queridos, amados, incluso aunque entre semana los encontraras atendiendo un comercio, o cambiando el filtro de aceite en un taller, o llenando surtidores en una estación de servicio, o barriendo las calles de la ciudad.

Verlo a un delantero del fútbol local, como "Chacara" Flores, que los domingos despertaba ovaciones al otro lado del alambrado de la cancha con sus gambetas endiabladas, y que hasta las mujeres se enloquecían por él y le gritaban hasta quedarse afónicas. . . Verlo después, un miércoles por ejemplo, con el uniforme municipal, escobillón en manos, era de lo más común. Y no vas a creer que por eso se nos caían los ídolos. ¡Todo lo contrario! Había algo de especial en eso de que un humilde trabajador fuera a su vez el mejor cada domingo. Era el ascenso social hecho realidad, aunque más no fuera en el terreno simbólico. . . Porque la plata no logra todo. . . Pero bueno, dejemos eso para discutirlo otro día.

"Chacara" jugaba para Sauce y era municipal. Los memoriosos recuerdan una de sus frases favoritas, una idea simple y verdadera, que tal vez la había escuchado de otro pero que la había hecho suya: "La pelota es como una braza. Si no la largas rápido, te quema". . . Deberían aprender de Chacara tantos "comilones" del fútbol de hoy. . .

Y así como te digo de Chacara, te puedo agregar muchos nombres más, como Roque Nanoia, de mi querido Defensores, empleado de banco. O José Luis "Maca" Martínez, hombre clave de aquel "equipo de todos" del 86/87, que casi llega a la A, integrante de Prefectura y luego empleado en una escuela. O Fernando Cáceres, municipal en San José. Y la lista sigue: El Flaco Locher, que se convirtió en técnico y dicen que está trabajando en Boca. . .

No sé qué habrá sido de "Palita", un puntero de esos que jugaban pegado a la raya, que una vez metió un golazo desde un ángulo imposible, desde el fondo de la cancha. . . Y más espectacular se volvió aquel gol porque no había cámaras ni repetición, y el que lo vio lo vio y el que no se lo contaron. . . Cosas así quedaban en la memoria gracias a los relatos, que -es lógico- agrandaban un poco, adornaban la realidad, la recreaban, podríamos decir. . . ¿Me entendés? No había pantalla gigante en el estadio ni YouTube. . . O veías las cosas o te las contaban. Punto. Y vos contabas a otro, y ese a su vez a otro. . . Y el relato se volvía imparable.

Perdón, perdón. Otra vez pensarás que me fui de tema. Estoy hablando de fútbol y en verdad Ravassi fue piloto de la gran Fórmula Entrerriana. Nada que ver, dirás. Pero aguantame un poquito, que la idea era explicarte eso de los ídolos locales, su vigencia en tiempos de pre globalización, y esa pertenencia al pueblo, esa mezcla de deportista exitoso con hombre de la calle.

Tengo otro ejemplo. Te prometo que es el último y después te digo algo de Ravassi. En ciclismo lo teníamos a los hermanos Dalleve. Uno de ellos, el Mono, ganaba todo y hasta corría la dificilísima Vuelta del Uruguay, sin plata, sin sponsor. Yo alcancé a verlo corriendo en lo que era la Avenida Rivadavia, luego Presidente Perón, la única que tenía pavimento en aquel entonces. Un gigante el "Mono". ¡¿Y a qué no sabés dónde trabajaba?! En el surtidor de la Shell que tenía Totorica, en calle San Martín, que ahora, vaya mutación, se convirtió en frutería y verdulería.

Ahh, sí, claro, Ravassi. Bueno, ¿qué te puedo decir de Ravassi que no lo encuentres en Google? Que el tipo era un genio, que ganaba todo, que tenía una máquina colorada con el número 1 y el motor adelante, a la que se resistía a reconvertir aunque sus rivales, muchos de ellos más adinerados, ya competían con el motor atrás y una aerodinámica de avanzada, como los autos de la Fórmula 1, como el que usaba Carlos Alberto Reutemann.

Y Ravassi toda su vida fue mecánico, ¿me entendés? Un digno mecánico. Después agregó la venta de repuestos, pero, en esencia, mecánico, trabajador del taller.

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Cuando niño era ídolo total. Si ganaba, ganaba Colón. O sea, era Colón que le ganaba, por ejemplo, a Concepción del Uruguay, con sus pilotos más famosos, Próspero Bonelli y Reinaldo Vaccalluzzo. Porque se daba también eso, que había pica entre las ciudades vecinas, cada una alineada detrás de sus pilotos.

Concordia había tenido al gran Vicente Linares y a Von Wernik, entre tantos. Villaguay a Mantegazza. Villa Elisa a Scarazzini. San José a Guiffrey. Hasta venía una santafesino a correr, Tettamanzi, el primero que apareció con el motor atrás.

Y al otro día de una victoria de Ravassi, uno escuchaba conversaciones en la vereda, en la escuela. . . y el mito crecía, y crecía. Que Ravassi preparaba solo el auto en su taller y aún así ganaba igual. Que un mecánico de Colón podía más que los motores preparados que ya empezaban a aparecer. Que casi no hablaba. Que era de perfil bajo. Que era muy humilde. Que entre semana jamás se lo veía andar fuerte en la calle, porque el tipo tenía claro que sólo se corre en la pista. . . Y así, un montón de cosas que se decían y se repetían. . .

Para que veas que no agrando, fíjate que en Google dice que ganó 90 carreras y 5 títulos en la Fórmula Entrerriana. ¡Un genio!

Era tal la pasión que despertaba la Fórmula Entrerriana que en el colegio habían hecho correr la bola de que un profesor no corregía los exámenes sino que ponía la nota en base a la cantidad de hojas escritas. Y entonces un alumno, que no sabía de qué escribir para rellenar, le relató una carrera completa de Fórmula Entrerriana. Seguro que eso nunca ocurrió, pero decime si no está buena la anécdota. El estudiante no sabía la materia pero seguro sabía qué había pasado en el autódromo.

Ya termino, sí, ya podés prender la Play. Pero antes, te agrego un dato: Ravassi recibía todos los domingos la edición impresa de El Entre Ríos. Hugo Velzi me contó que le llevó el diario un día antes de su partida y charló con él. "De piloto de carreras a manejar esta playera" le dijo, a manera de broma, admirado porque el ídolo, a los 70 largos, aún pedaleaba en una bicicleta para ir a comprar el pan. ¿Te das cuenta? Un hombre común Ravassi, pero, a su vez, un ídolo.

¡Que en paz descanse Jorge Ravassi! ¡Y que rujan los motores del cielo para él!

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