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El último mensaje de la Conferencia Episcopal Argentina, titulado “felices los que trabajan por la paz”, (titulo extraído de Mateo 5,9), nos vuelve a enseñar paradójicamente que la violencia ideológica y verbal esta a flor de piel.

El mensaje nos enseña no solo mediante sus reflexiones, sino mediante sus repercusiones, que fueron en algunos sectores y medios, manipuladas, a los fines estrictamente electorales.

Sabemos que estamos en víspera de la sucesión presidencial, y cada día que pasa se suma un candidato más, y la disputa política se centra desde hace tiempo en el desprestigio y crítica al otro, en vez de centrar sobre las fortalezas de la propuesta o proyecto.

Entrando al tema en cuestión, nos sucede algo paradójico, por un lado la procesión al vaticano se transformó en un clásico, la foto con el papa Francisco, extraer alguna frase, cuando no convertirse en un fan del sumo pontífice, cuando otrora la misma persona tiempo antes había sido denostado y vapuleado en nuestro país. “Nadie es profeta en su tierra”, podrán decir, la realidad que el papa es argentino y todos especulan si dirá o no algo en referencia a las presidenciales del 2015.

El título de esta columna, hace alusión a nuestra práctica de opinar sin siquiera haber leído el documento, muchos dirigentes inmediatamente comenzar a cuestionar un extracto del documento, volviendo a frases que se sacan del cajón cada vez que se quiere desacreditar a la Iglesia en alguna opinión.

Resulta triste que no aprendamos a oírnos, tomarnos el trabajo de leer las 3 páginas que tiene el documento, y luego opinar, sin desacreditar a quien opina. Y entender que no todos vemos la realidad desde la misma cosmovisión, valores y experiencias.

Que la desigualdad, la violencia, son males que no tienen nombre y apellido, sino que son síntomas realmente de una sociedad enferma, en la cual estamos inmersos, ya lo hemos advertido en relación a la anomia jurídica, nuestra constante practica cultural de violar la ley, y encontrar el justificativo a medida.

Salir de una sociedad violenta, implica saber escuchar al otro, poder , mirar al prójimo como a nosotros mismos, comprender que esta sociedad enferma no conoce de fronteras políticas, sino que lo trasciende como es el caso de la trata de personas, el narcotráfico, la corrupción, y la manipulación de los mercados mediante políticas neoliberales que tienen a la exclusión social.

Globlalización de la indiferencia, dice el documento citando al Papa, y su encíclica, fijémonos que no dice el gobierno de fulano o de sultano, nos habla a todos, quienes estemos deseosos de construir una sociedad para todos, libre de prejuicios.

No somos propensos a la autocritica, lamentablemente, nuestros silencios son cómplices de la violencia, y la política del miedo no es nueva, incluso Maquiavelo en su obra famosa nos aconsejaba que era algo positivo el temor al Príncipe.

La Iglesia, como otra organización social, tiene el derecho de expresarse, y quienes somos católicos estamos atentos a la mirada de nuestros sacerdotes, quienes no profesan la religión católica, o quienes profesándola disienten con estas miradas, tienen el derecho de expresar su disconformidad, pero siempre desde la tolerancia y el respeto, de lo contrario estamos evidenciando un síntoma más de una sociedad enferma.

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