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La torre de transmisión de alta tensión 412, situada del lado entrerriano del puente Justo José de Urquiza, una de los dos que constituyen el complejo Zarate – Brazo Largo terminó convirtiéndose -casi inadvertidamente- en el símbolo del gran apagón que vivimos el pasado Domingo y que nos dejó sin luz a casi todos los argentinos por pocas o muchas horas dependiendo del caso.

Que casi todos en Argentina y Uruguay nos hayamos quedado a oscuras no fue culpa exclusiva de esta torre, desactivada y fuera de servicio desde hace ya varias semanas y mientras se la relocaliza a una zona menos afectada por la corriente del rio Paraná, pero si jugó un rol en lo sucedido. Como resultado de esta obra la línea de transmisión Colonia Elia- Nueva Campana estaba afuera de servicio y eso hizo que una falla en otra línea, la de Colonia Elia – Belgrano, resintiera la red de transmisión y provocara que Yacireta y Salto Grande salieran de servicio.

En definitiva, un cortocircuito en una línea mientras otra paralela no estaba operativa, un tipo de situación que se da unas 60 veces al año y sin mayores contratiempos, hizo que se produjera un efecto dominó que primero provocó la salida de servicio de las dos centrales hidroeléctricas, con la oferta concentrada allí ese día porque es donde se producía la energía más barata del sistema en ese momento, y luego la de todas las demás proveedoras del sistema y operativas en ese momento.

"Hoy el sistema eléctrico puede responder en los momentos de pico de la demanda anual de la demanda con hasta un 10% adicional de reserva"

Según Cammesa, la empresa estatal a cargo del despacho de energía, el problema debería haberse encapsulado ahí, como siempre sucede, pero la anomalía recién explicada seria la razón por la cual el sistema de interconexión fue apagado rápida y preventivamente por los sistemas de computación que los monitorean y cuidan. Transener, la empresa privada con hay participación estatal, y a cargo del manejo de las líneas de alta tensión en buena parte de Argentina es entonces quien ha quedado en el ojo de la tormenta.

Ahora, por más vergonzoso que resulte lo ocurrido para la administración Macri, -les sucedió algo que no estaba en los planes de nadie, ni siquiera en los de sus más férreos detractores-, la realidad es que el sistema eléctrico en Argentina hoy es ¨sólido y confiable¨, parafraseando al respectado ex secretario de energía de la Nación Emilio Apud. Para este especialista, ¨no es necesario realizar inversiones -más allá de las que ya estaban en curso- ni cambios importantes¨. Si tal vez podría surgir, ¨la necesidad de ajuste en los programas y algoritmos del sistema de protección¨.

Para Apud, hoy el sistema eléctrico puede responder en los momentos de pico de la demanda anual de la demanda con hasta un 10% adicional de reserva. Y cuando ocurrió el incidente del pasado Domingo, en un momento en que la demanda era muy baja, esa reserva estaba en el orden del 20%.

"Años de desinversión nos habían puesto a las puertas de un evento no de las características de este del pasado Domingo, sino más cercano al que vive a diario toda la población de Venezuela"

Sin ánimo de hacer de este tema una discusión de corte ideológico, y objetivamente hablando, Argentina parece haber superado los cuellos de botella que sufriéramos durante la última década y que fueran resultado de una desinversión notable y hasta imprudente. Es cierto que las mayores inversiones han significado menores subsidios y una mayor carga para nuestros bolsillos, para muchos una carga importante, pero aun todavía sin acercarnos a las tarifas que sufren los consumidores en todos los países limítrofes. En todo caso, nos habíamos acostumbrado a una situación de manifiesta irrealidad, y cuyo corolario, más tarde o más temprano, era un accidente de este tipo, pero de carácter mucho más permanente.

Esto es, la desinversión de tantos años nos había puesto a las puertas de un evento no de las características de este del pasado Domingo, sino mas cercano al que viene atormentando más o menos permanentemente al total de la población venezolana. Allí, la notoria falta de inversión y la electricidad gratis por muchos años ha hecho colapsar un sistema que ya no tiene casi capacidad de respuesta. Y para hacer más terrible aun todo, una situación así se revierte no solo con decisión política y mucho dinero sino también que se hace necesario disponer de mucho tiempo. Cualquier solución de largo plazo llevaría no unos pocos meses sino más bien varios años.

Lo que lo lleva a uno a pensar que más allá de las incomodidades del momento, vivir el gran apagón del otro día fue tal vez una buena manera de entender qué futuro nos depara el destino si seguimos pensando que las recetas facilistas de tarifas gratis o subsidiadas son la respuesta adecuada para un país que quiere trabajo y progreso. Lo sucedió el otro día parece confirmar aquel viejo dicho de que lo que cuesta, vale.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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