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Lepera, junto a Gardel
Lepera, junto a Gardel
Lepera, junto a Gardel
Me contaron una vez de una discusión entre poetas de fuste. En realidad ambos estaban de acuerdo. No hay verdadera poesía en las letras de los tangos. Y allí, suavemente, una joven aspirante a escritora, aventuró: "...pero el viajero que huye..." Desarmó la discusión con esa línea misteriosa y con una pausa, "tarde o temprano, detiene su andar". Lo sugestivo estaba en la huida, perseguido vaya uno a saber por qué.

El autor de ese tango fue Alfredo Le Pera, nacido por accidente en Brasil en 1900 y muerto en Medellín, en la catástrofe aérea de 1935, que también mató a Gardel.

Alfredo Le Pera estudió medicina hasta 4° año, pero abandonada la carrera, se dedicó al periodismo, en muchos de los periódicos que había en esos años.

Después se vinculó con las Revistas musicales porteñas; algunos de sus títulos serían, sospecho, un éxito hoy, si existiera la calle Corrientes. Por ejemplo: "Piernas locas, bocas rojas". Las bocas lo inquietaban: "su boca que reía/ yo no pude matar" o "si aquella boca mentía/ el amor que me ofrecía"; "por tu boca roja que me ha fascinado, la vida en un trago yo quiero beber".

La letra del primer tango que lo hizo conocido fue "Carrillón de la Merced"; tenía música de Discépolo y lo cantó Tania. La Merced es una iglesia de Santiago de Chile, no la nuestra, que también tenemos en Reconquista 207, esquina Cangallo, uno de los templos más antiguos de la ciudad de Buenos Aires.

Viajero impenitente ("viajero incurable, que quiere olvidar"), viajó a París donde trabajó en la redacción y traducción de los subtítulos de películas mudas y luego de las sonoras. Se enriqueció intelectualmente. Conoció a René Clair, director francés ya consagrado; entrevistó a Alfred Hitchcock, esperando la fama; colaboró con Leopoldo Torres Ríos, destacado director de cine argentino, y así llegó a ser guionista de las películas que Gardel filmó en Francia y Estados Unidos, siendo el autor de sus celebrados últimos tangos: "Por una cabeza", "Volvió una noche", " El día que me quieras", "Soledad" y "Volver", con su viajero que huye, y otros, tan diferentes de los primeros que dieron fama al Cantor. Ambos están enterrados en la Chacarita.

Realmente, cuando leo la letra de un tango o de otra canción cualquiera, sin la música acompañante, me digo "esto no es un poema", como también lo pienso cuando leo lo escrito por nuevos poetas. La rima ha desaparecido o casi, el ritmo no se percibe, muchos se amparan en el verso libre, que no es para cualquiera. Pero esa línea opaca, con la música, se transfigura y nos arrebata al entusiasmo, a la emoción, a la tristeza más demoledora (“El viaje en invierno” de Schubert), y curiosamente, la canción de la que escuchamos sólo su música, nos parece también desnuda.

Un ensayista argentino contemporáneo, cuyas conferencias y entrevistas están disponibles en YouTube, Ángel Faretta, ha dedicado mucho a Le Pera y al tango. Define a éste como un breve melodrama, que en pocos trazos describe la esencia del ser humano, una ópera condensada en pocos minutos, y trae para Le Pera interesantes antecedentes o influencias. Se trata del poeta franco-uruguayo Jules Laforgue (1860-1887).

El Uruguay fue cuna de tres grandes poetas franceses, uno el que mencioné, que en pañales fue llevado a Francia, escribió prosas y poemas, un poemario dedicado a la Luna y como muchos de sus adoradores, murió con 27 años víctima de tuberculosis. (De los otros dos tómense ustedes el trabajo de saber quiénes son).La poesía de Laforgue fue nueva para la época, irónica, introducía giros idiomáticos modernos, diálogos, raras metáforas. Fue con Rimbaud uno de los introductores del verso libre en Francia, a caballo entre los simbolistas y decadentes, mechado con el pesimismo de Schopenhauer.

Jules Laforgue tuvo una gran influencia. Aldous Huxley, T. S. Eliot, uno de los mayores poetas y críticos ingleses del siglo XX, y entre nosotros Leopoldo Lugones, no fueron ajenos a ella. Lugones escribió, digamos que una réplica, a los poemas de Laforgue sobre la luna. La llamó “Lunario sentimental” (1909), libro lleno de virtuosismo idiomático. Para Faretta la melancolía del tango nos llega de Laforgue, que es la "forma lírica de la modernidad". Todo esto y mucho más está en su libro titulado: “La traducción de la melancolía”. Y “Volver” o “Volvió una noche"”están, no hay que decirlo, impregnadas de ella.

En el "El día que me quieras" hizo una mala, por inevitable, paráfrasis de un poema de Amado Nervo, conservando el título; mala pues el original lo era, honesta al conservar el título. Hoy, como ayer, se canta a Le Pera, no a Nervo.

Ángel Faretta es también un teórico del cine y un crítico interesante. Véanlo en YouTube. Podremos discrepar con él, pero sin desdeñarlo; como la realidad nos obliga a hacerlos, a los oradores del día.
Fuente: El Entre Ríos

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