Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Por estas horas está sobre el tapete la crisis institucional peruana, donde el presidente, Martin Vizcarra, decidió disolver el Congreso y llamar a elecciones legislativas a comienzos del próximo año. Como réplica, el Congreso peruano decidió por su parte suspender al presidente y nombrar a la vicepresidenta a cargo del Ejecutivo quien renunció solo 24 horas después de aceptar el mandato. El Congreso es hoy una institución totalmente desprestigiada y hasta deslegitimizada -controlado por grupos de derecha como el partido de Fujimori y otros aún más extremistas-, que está soportando una fuerte presión popular – y también la de los militares- con masivos pedidos de renuncia. Vizcarra, en apariencia, parece estar saliendo fortalecido de este aquelarre pero por ahora el final está abierto.

Esta crisis institucional que vive hoy Perú no puede ser considerada poca cosa. El país andino ya lleva algún tiempo en esta coyuntura de empantanamiento institucional, y por ahora el efecto principal ha sido el de una ralentización de la economía. Pero oh sorpresa, con la crisis política alcanzando su clímax los diarios locales peruanos no hacen referencia alguna ni al dólar, ni a la inflación, el riesgo país aparece inalterable y las cotizaciones de las principales acciones domesticas apenas se han movido. Mientras tanto, los bonos soberanos peruanos sigue rindiendo menos de 4%, en línea con los chilenos, uruguayos, colombianos, y apenas por encima de los brasileños y mexicanos. Crease o no, a pesar de la crisis política, el país y su economía apenas se han alterado y siguen imperturbables su camino.

"A pesar de la crisis institucional, no sufren ni el sol, ni el riesgo país, apenas las cotizaciones en la bolsa, y casi nada la economía"

Que las cosas se den así y de no de otra manera tiene una explicación y tiene que ver con un trabajo de años. En Perú y en el resto de los países arriba nombrados nadie sabe quién es el Ministro de Hacienda y la gente prefiere tener charlas amables cuando se junta por lo que a nadie se le ocurre hablar de economía. Perú, país aún más pobre que el nuestro - lo que hizo que en su momento hubiera un movimiento migratorio importante desde allí hacia aquí-, es hoy un país con una economía estable y sin distorsiones, con baja inflación, con un tamaño razonable del estado y con un sector privado que empuja apoyado en un marco jurídico y regulatorio bien predecible.

No abundan por allí ese universo infinito de talentos individuales con que cuenta Argentina, pero si saben jugar en equipo, son ordenados, austeros, y saben cómo atraer capitales de afuera. Son, sobre todo, bien conscientes de sus limitaciones y no se sienten ricos, ni empoderados, ni bendecidos ni mejores a nadie. Se han ido abriendo al mundo y han aprendido a competir siempre con políticas comerciales ambiciosas pero a la vez cuidadosas de sus intereses. Saben en qué sectores pueden competir y en cuales no, y en función de eso han elaborado una agenda de desarrollo, que evita concentrarse en sectores donde es imposible ser competitivo a escala global.

La evolución de la economía peruana, un trabajo que lleva ya varios años, no es muy diferente a la de los otros países de la región. Hasta en Uruguay, con sus particularidades ya que el peso del estado allí amenaza con depositarlos en el ojo de una larga tormenta, e incluso en Bolivia y en Paraguay hay un plan, una hoja de ruta que incorpora reformas estructurales y dolorosas, y que en algún momento han provocado largos periodos de sacrifico y postración económica.

"Argentina sigue viviendo en un movimiento circular eterno que nos devuelve siempre al punto de partida, mientras progresivamente todos nuestros vecinos siguen avanzando"

El ajuste tan temido, que acá venimos esquivando con recetas mágicas y alquimias complejas que nos siguen depositando siempre en el mismo lugar, ya se ha producido en Perú y en el resto de nuestros vecinos. Un día se levantaron conscientes de que eran pobres, que no podían seguir gastando más de lo que les ingresaba y que tenían que adaptarse a esa circunstancia. Nada que nosotros no sepamos y que no practiquemos en nuestros respectivos hogares. Salvo que uno herede o se gane la lotería, gastar por encima de nuestras posibilidades inequívocamente en bancarrota.

Y ahí es donde estamos hoy nosotros. Macri no supo o no pudo comunicar esa situación y optó por mirar para otro lado financiando la fiesta con deuda, después de que Cristina la había financiado con inflación. Alberto Fernández, si es que es finalmente elegido, se apresta ahora a recoger una papa caliente, con el crédito agotado y con los riesgos de provocar una hiperinflación si se excede en el uso de la maquinita. Por ahora, el grueso de la tropa se resiste a tomar el camino que tomaron nuestros vecinos y le exige a Fernández que termine con el ajuste. Como si del dicho al trecho fuera así de fácil.

Argentina sigue viviendo en un movimiento circular eterno que nos devuelve siempre al punto de partida, mientras progresivamente todos nuestros vecinos han ido avanzando, recorriendo un camino de mayor bienestar, más progreso y menos pobreza, uno al que nosotros no sabemos como unirnos. Un primer paso de autocrítica es condición necesaria, reconocernos pobres e imposibilitados de seguir viviendo una vida de excesos. A ese gran primer paso debería seguirle un plan, el que no parece ser precisamente el que tiene Alberto entre manos y quien muy posiblemente este subestimando lo difícil de la situación. Tal vez logremos salir de esta encerrona sin demasiado sacrificio, pero si ese fuera el camino lo que haría es dirigirnos una vez más a la referencia de circularidad recién mencionada. Sépase que si es eso lo que queremos como destino, en unos pocos años el ingreso per cápita en Argentina será uno de los más bajos de la región, incluso que el de los países mucho más pobres en recursos naturales y que en materia educativa, a diferencia de los argentinos, han tenido que arrancar desde el quinto subsuelo. Como para reflexionar.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

Enviá tu comentario