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Tal como ha tomado estado público se produjo un “reacomodamiento” en las exigencias que habían establecido los Intendentes Municipales de Colón, San José, Villa Elisa y Pueblo Liebig, para que los turistas queden habilitados para su ingreso a los respectivos municipios. Se trata de lo que cabe considerar un “retroceso atenuado”, a lo que se mostraba como una férrea postura inicial en la materia. Donde el núcleo de la resistencia a ella, por parte de los diversos operadores turísticos –al menos los de la ciudad de Colón- giraba en torno a la exigencia de la contratación de un seguro por los ingresantes a sus respectivos ámbitos con la intención de disfrutar sus vacaciones estivales. Núcleo medular, el que según nuestro entender –el que admitimos puede incluir una dosis de error- consistía en la contratación de un seguro en forma previa, que sirviera de cobertura al costo que significaría el traslado a su lugar de origen, de quien lamentablemente se contagiara con nuestro familiar coronavirus, durante su estadía en el territorio de cualquiera de los mencionados municipios.

Aquí una digresión: para indicar que para nosotros no ha quedado explicitado, si esa suerte de “ostracismo sanitario” alcanzaba a todos los miembros del grupo del contagiado. A su vez interpretamos que el fundamento de la exigencia a la que aludimos, tiene que ver con los costos de todo tipo que podría eventualmente tener que asumir la autoridad municipal, en el caso de tener que correr con los gastos que significarían la permanencia de un turista así contagiado en uno de esos cuatro municipios.

Ha llegado ahora el momento de señalar que lo que sigue de aquí en mas, no significa entrar en una valoración alguna acerca de la pertinencia de la medida “reelaborada”, sin perjuicio de recordar los interrogantes que la decisión al respecto nos había provocado, y de los que habíamos dado debida cuenta. Ya que el meollo de la cuestión, a la que en esta oportunidad prestamos atención, tiene que ver con el hecho el “reacomodamiento” mencionado, ha tenido una notoria vinculación directa con la presión a los funcionarios municipales de Colón, y en especial a su Presidente, que significaba la presencia de un grupo numeroso de operadores turísticos dentro del edificio comunal – bueno es destacar que en todo momento guardaron la debida compostura- que apoyaban la opinión de quienes, en nombre de todos ellos, efectuaban su reclamo acerca de la referida cuestión.

Por fortuna - y dicho en la forma exagerada en que lo señala una frase trillada – “la sangre no llegó al río”. Una circunstancia en la cual debe haber jugado un rol principal, una cualidad destacable que exhibe Presidente municipal de la localidad, cual es la de “saber escuchar”, y a la vez hacerlo dando cuenta de una atención respetuosa. Una manera de ser, de la que es un aspecto sesgado, pero igualmente meritorio, da muestras el hecho que al momento de decidir sobre el tema, “no se haya cortado solo”; sino que lo hizo previa consulta a los otros tres intendentes mencionados.

De cualquier manera, no se puede dejar de señalar –y esto lo formulamos no como una crítica, sino como un humilde aporte, el que por lo demás no significa, tener pretensión alguna de aspirar ni asumir que se nos reconozca el papel de consejero- que, el haber adoptado esa decisión en el contexto en el que fue adoptado, y sobre el que no consideramos adecuado insistir, en la medida que ha quedado más arriba señalado, “tiene un costo” en materia de “autoridad”. Un costo al cual aunque cabría considerarlo como menor, debería tenerse en cuenta, de manera de no seguirlo pagando en el futuro.

Aquí otra digresión: ¿saben las autoridades de que existe una opinión generalizada entre muchos colonenses, que todo lo inicialmente pergeñado se trató solo de un montaje para la creación de “la tasa sanitaria”? Porque indudablemente es de gran valía no empeñarse en mantener una posición, que aunque correctamente fundamentada como lo era en este caso, era capaz de provocar una reacción como lo ha quedado comprobado. Reacción que atendiendo a la secuencia posterior ya relatada, estaba en condiciones de haber sido elaborada con ventaja para todos, antes de convertirse en un hecho consumado. Pero de lo que se trata ahora es de dar vuelta la hoja, y seguir marchando hacia adelante, procurando hacerlo de manera de evitar pagar ese tipo innecesario de costos, que mas allá de su aparente insignificancia, puede llegar el momento en que peligrosamente melle la autoridad. La misma que resulta el ingrediente principal con el que debe desempeñarse toda función pública de expectable relevancia.

Para concluir, se nos ocurre que los restantes intendentes deben ser conscientes que deben agradecer al de Colón, el hecho de haber “puesto la cara” en favor de todos ellos en estas circunstancias.

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