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En primer lugar, quiero decir que me parece acertada la decisión del Presidente Macri de prohibir que familiares de los ministros ocupen cargos de relevancia dentro de la misma administración pública.

Pero al mismo tiempo surgen algunas inquietudes en cuanto a la complejidad de la administración pública, el exceso de prejuicios y por sobre todo una constante de gobernar para la tribuna, sea esta de izquierda o de derecha, pero que termina por perfilarse dentro de los populismos, con las consecuencias institucionales que implica.

No debemos confundir esta idea de nepotismo con la decisión presidencial y, menos aún, perder de vista el carácter de idoneidad que exige nuestra Constitución para ocupar cargos públicos.

En primer lugar es claro, evidente, y obvio que no deberían ocupar cargos familiares directos en órganos de gobierno que impliquen conflictos de intereses, como ocupar un organismo de control y otro el organismo controlado. Algo que nuestra historia institucional sabe y bastante.

Pero al mismo tiempo el exceso de gobernar para la vidriera justamente podría conllevar a dos consecuencias ambas graves y complejas, la primera de ellas es dejar efectivamente fuera del gobierno a personas idóneas, pesando sobre estas la mochila del parentesco, piénsese el caso del ministro Frigerio o del Jefe de Gabinete, ambos a mí manera de ver dos de los mejores exponentes de la política actual, y lo digo desde la vereda de enfrente. Sinceramente no creo que nuestro país se pueda dar el gusto de perder a estos dirigentes (obvio se perdieron parientes de ellos), pero ¿sí fuese al revés?, ¿y sí ambos fueran hermanos?

El otro problema es que por ejemplo los funcionarios salientes recalen en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, o en provincia (por nombrar dos bastiones actuales de Cambiemos), como una especie de enroque, entonces luego diremos que cambio todo para no cambiar nada, cuando nos debe interesar la idoneidad y la transparencia.

Por algo nuestros constituyentes y los reformadores exigen como única condición (y no por esto menos importante) a la idoneidad, debiéndose muchos de los males de nuestro país a que hemos tenido o tenemos, a personas carente de idoneidad, quienes creen que ser "políticos" implica ser un todo terreno, y pasan de administrar una empresa del estado, a dirigir un hospital, y en el medio algún órgano de control.

La profesionalidad de quienes se dedican a la Administración Pública viene siendo bastardeada desde tiempos inmemoriales, ni siquiera cuando hizo su llegada al país la New public management (Nueva Gestión Pública) se logró darle el profesionalismo necesario.

Quizás estos tiempos de cambios sirvan como disparador para que todas las fuerzas recobren el valor del concurso público de oposición, pero por sobre todo el perfil de los administradores de la cosa pública.

Insisto, la medida del presidente fue oportuna, tal vez exagerada, pero no le quita mérito, haciendo gala de un pragmatismo propio del peronismo, quien mira aún asombrado al encontrarse con un estilo de conducción práctica, que era privativa del movimiento creado por Perón en la década del 40.

El debate de tras fondo, y a lo que la medida apunta es contra esa idea del Estado como salvamento del empleo, como único lugar donde se puede trabajar, y por sobre todo un agujero negro, donde muchos cobran sin trabajar.

La política es gestual, es quizás una tontería refrescar que nuestro presidente no percibe su salario, sino que lo dona desde que era Jefe de Gabinete, con lo cual el no aumentarse el sueldo en realidad implica no aumentar la donación que hace, y que la mayoría de sus funcionarios no viven del sueldo del estado, siendo casi todos ellos prominentes empresarios, o personas que vienen de la alta gerencia, conocidos como Ceos (chief executive officer).

Es gestual porque no se verán afectados al no tener paritarias, pero también es importante como forma de bajar el gasto público, aunque todos sabemos que no alcanza, y que se necesita más medidas, pero que surjan del consejo, en el Congreso, y no vulnerando nuestra Constitución mediantes DNU (decreto de necesidad y urgencia), de lo contrario el gran karma de cambiemos es terminar siendo aquello que vinieron a combatir.

Por algo existen las instituciones, las normas, la idoneidad, la transparencia y el respeto de las reglas de juego en el marco de nuestra Constitución.

Cuando apliquemos los mismos criterios para todos, habremos logrado dar el gran salto como sociedad, tenemos la persistente idea de mirar siempre lo que nos conviene, y criticar todo lo que venga enfrente, por eso no es menos grave aquellas personas que abiertamente desean que el presidente no termine su mandato o le vaya mal, un claro sesgo de individualismo atroz, a quienes no comulgamos con este proyecto político, no nos queda más que construir una alternativa sólida, y competir democráticamente, pero y aquí es el gran desafío incorporar a nuestros planes de gobiernos los aciertos de cambiemos, y esta medida de parientes, debería ser una de ellas.

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