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La ocasión en la que Colón “se hizo famosa”

Debo confesar que nunca me imaginé que nuestra ciudad lo iba llegar a ser, de la manera que todos ahora novedosamente conocemos, y que nos ha hecho aparecer en cuanto canal televiso o radiodifusora imaginable (sin contar los diarios) que existen a lo largo y a lo ancho del país. Con el agregado que ignoro si esta fugaz fama, que me pone en el dilema de si llorar o de reír, ha (o no) trascendido nuestras fronteras.

Por Rocinante

Quizás, inclusive, que lo que más haya que lamentar sea el hecho que con este episodio en dos pasos, tal como se verá, haya alcanzado esa difusión a la que acabo de referirme, que no lograron (al menos en esa dimensión) los tesoneros esfuerzos que la municipalidad local, con el apoyo inestimable tanto de los emprendedores de la actividad turística regional, como de las asociaciones que los agrupan, a la aspiración que se viene concretando de una manera meritoriamente exitosa de “instalar a Colón y su comarca” en al mapa turístico nacional.

Pero las cosas son como son. Y en ese episodio, es de mi interés, lo repito, señalar dos pasos consecutivos, aunque ineludiblemente imbricados; por más que a los efectos de esta nota, centre el foco en el primero de ellos.

O sea, en aquel vinculado con el hecho en una comunidad, como es el caso de la colonense, que había obtenido gracias a su disciplina social ser tenida como “libre de coronavirus” (al respecto, no cuentan los dos casos importados, con un desenlace feliz, gracias al comportamiento responsable de los afectados), y que en consecuencia asumía la condición de zona no liberada, sino libre de la peste. Condición, la indicada, que ya la había hecho avanzar hasta el límite mismo de la nueva normalidad que a todos y en todas partes nos espera; cuando fue conmocionada por un sorpresivo brote viral.

¿Qué es lo que había sucedido? Según las difusas versiones que circulan, ese brote fue consecuencia de que en una reunión de un grupo de muchachos que fraternizaban en una bullanguera rueda de mates, se daba la presencia de uno de ellos, portador del bichito asesino, por decirlo de una manera diferente a la correcta que con solo escucharla produce hartazgo. De allí al contagio grupal, no hubo separación temporal alguna, ya que el mismo se produjo sin solución de continuidad.

Después de lo cual, y ya habiendo vuelto notoria en alguno de los contagiados y tomado estado público esa circunstancia, la reacción generalizada (la que se volvió verbalmente virulenta, en las redes sociales de la ciudad y localidades vecinas) vino a poner de manifiesto un sentimiento ambivalente en los habitantes de la comarca, ya que, por una parte muchos temieron por la posibilidad de verse contagiados, y por la otra, fueron ganados por la desazón explicable que le provocaba la imposibilidad de volver a trabajar. Algo que me lleva a sospechar que muy pocos fueron los que aparte de adornarlos virtualmente con todo tipo de palabrotas, demostraron preocupación alguna por la salud de los contagiados confinados (se dice, y eso parece no otra cosa sino un chiste, aunque de una sutileza que hizo que de ella no se apercibiera el autor de esa terrible expresión de deseos, que a uno de los enojados por lo ocurrido se le habría escuchado expresar: “Ojalá se muera alguno, así le sirve -dicho así, no en plural sino en singular- de escarmiento…”).

El segundo paso del episodio, se dio cuando el grupo de contagiados contagiosos, ya en el hospital donde estaban hospedados (por lo que sucedió no es aplicable a esa situación otra calificación) convencidos de su buena suerte, como están por lo general los jóvenes, no tuvieron mejor idea estúpida de celebrar lo in-celebrable, prescindiendo de la comida que se sirve en el hospital, y agruparse en torno a mesas en las que abundaban pizzas de excelente aspecto y en abundancia y voluminosos envases conteniendo helados de diversos sabores. Todo lo cual, es conocido por las fotografías que alguno o algunos de ellos subiera a las redes sociales, en lo que aparece como un remache sobrador y deliberado de la inconsciencia inicial.

Debo agregar, que por lo que me llegué a enterar, la reacción de lo aquí relatado fue en el vecindario mucho menos calma que en la primera oportunidad, aunque es de suponer que no ocurrió lo mismo con el nivel de enojo, el que habría sido mayor.
El episodio descripto como manifestación de un fenómeno más amplio, cual es el comportamiento adolescente en la actualidad
Si me he detenido en el relato, no es con un afán de entretener, sino como introducción al intento de efectuar un análisis de características generales, del que el episodio relatado se trata nada más que de un caso en particular.

Ello es lo que nos lleva a ingresar en lo que podríamos denominar como el comportamiento de los adolescentes en la actualidad. Y es en ese sentido que me parece útil comenzar por la descripción que los libros de texto hacen de la adolescencia, cuando se refieren a ella como “una etapa de la vida que se caracteriza por un continuo crecimiento, se reconoce como un fenómeno biológico, cultural y social. En la adolescencia se conforma de tres etapas, las cuales son: pre adolescencia de los 8 a 11 años, en esta etapa los jóvenes experimentan cambios en su cuerpo. La adolescencia de 12 a 15 años, surgen cambios físicos, emocionales y de comportamiento. La tercera etapa de la adolescencia inicia de los 15 a 18 años; en esta etapa empieza la maduración psicológica y emocional de los jóvenes”.

Con la aclaración de que esa distinción en diversas categorías etarias, no es del todo exacta no solo en general, ya que pueden darse innumerables diferencias en casos particulares, sino atendiendo a la circunstancia es notorio que se observa tanto un adelantamiento del inicio de cada uno de esos recorridos, sino que también a su prolongación en una post-adolescencia que tiene más de adolescencia que de adultez entre los que ya no son tan jóvenes.

Entre tanto, se caracteriza el comportamiento típico en la adolescencia en una simplista generalización, de la siguiente manera:

• Mantiene una actitud distante y menos afectuosa hacia su familia.
• Quiere cambiar las normas.
• Permanece absorto muchas veces.
• Elude las responsabilidades impuestas.
• Tiene una actitud negativa hacia las personas, y muchas veces hacia sí mismo.
• Le interesan más los amigos que la familia.

A la vez, es importante hacer referencia a algunos rasgos que, según los especialistas, en los que esa adolescencia se expresa. Se trata en realidad en este caso más que de características, hablar de problemas que nuestros jóvenes enfrentan, y que se puede plasmar como falencias graves, cuales son la falta valores, de ideales, de modelos a seguir. Así como desinterés por la actualidad y por lograr una formación intelectual.

A la vez que se advierte, que “en el fondo no es que nuestra juventud carezca de valores, sino que de lo que se trata es que sus valores -según se indica- no son los que deberían estar presentes”. Y de esa manera se hace alusión, como aparecen en un gran número de ellos, la importancia que asignan al ocio. Algo que se traduciría, según algún el autor, en el hecho que “nadie quiere esforzarse, pero todos quieren tener. El que tiene muchas actividades y se interesa por ellas es un ‘gil’ y el que no hace nada y ninguna actividad lo motiva es un ‘capo’”. Corroborando lo expresado, también se ha podido escuchar decir que “los jóvenes se han instalado en un sentimiento de impotencia confortable, mostrando un comportamiento en el que dan por sentado que no van a cambiar sus vidas ni la sociedad, lo cual tampoco les importa mucho”.

Al que se agregaría la ignorancia, en la medida en que -según la misma fuente- “cualquier modelo que se relacione con el esfuerzo, el trabajo, la justicia, la paz, etcétera, son olvidados por la juventud”. Esto se explica por la falta de valores e ideales.
La contracara de ese comportamiento adolescente
Sin considerar que incurro en una exageración, debo señalar que la descripción precedente de las actitudes y comportamientos adolescentes, es en una gran medida el reflejo casi similar de muchos adultos de nuestra sociedad, e inclusive (y como consecuencia) de un mundo caracterizado por los cambios acelerados y la incertidumbre que provoca no solo la actualidad, sino un futuro difícil de escrutar.

Y que es más. Ya que todo ello es consecuencia del hecho de que lo que somos y cómo lo somos, no es ajeno a lo que pasa en el resto del mundo. Con el que compartimos, la pérdida de valores y el relativismo moral; una desigualdad social en aumento y el derrumbe de las estructuras familiares. Todo, acompañado de una ausencia cada vez más pronunciada de buenos ejemplos, consecuencia en gran medida de la chatura intelectual y las falencias morales de nuestra clase dirigente.

Todo lo cual hace que este repaso, si bien no puede servir para salir en defensa del grupo de muchachos a los que me he referido al principio, debería serlo para que no solo nos ayude a entenderlos en su cruda dimensión, sino a tomar conciencia de las falencias presentes en los adultos como padres y docentes, así como dirigentes políticos, empresarios y sindicales. Es que actuar de otra manera se puede graficar con esa expresión incorrecta del lenguaje llano que alude a las consecuencias de “escupir hacia arriba”.

Para concluir, lo hago con la cita de algunas reflexiones de un calificado pensador nuestro. El que advierte acerca del hecho que “si no hay interés en los problemas actuales, no hay un verdadero interés en encontrar soluciones. En el caso de nuestro país, mientras podamos divertirnos, los demás problemas desaparecen. Ese es el concepto que trajo a nuestro país a la situación actual y va a ser el causante de la destrucción mundial, ya que mientras nosotros nos divertimos con cerveza, marihuana y mujeres, los que tienen el verdadero poder se encargan de asegurarse el poderío empobreciendo al resto del planeta, haciéndolo invivible”.
A modo de anexo: decálogo de cómo no deben actuar los padres
El Departamento de Policía de Washington publicó el siguiente decálogo dirigido a los padres:

1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que le pida, así crecerá convencido de que el mundo le pertenece.

2. No le dé ninguna educación espiritual, espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto le animará a hacer más cosas graciosas.

4. No le regañe nunca ni le diga que está mal algo de lo que hace, podría crearle complejo de culpabilidad.

5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, juguetes; hágaselo todo, así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos; cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero que su mente se llene de basura.

7. Discuta y riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así no se sorprenderá ni le dolerá demasiado el día en que la familia quede destrozada para siempre.

8. Déle todo el dinero que quiera gastar, no vaya a sospechar que para disponer de dinero es necesario trabajar.

9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres: el sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores, vecinos, etcétera; piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.

Las afirmaciones anteriores se comentan por sí solas y es evidente que una familia sensata no debe caer en esa práctica educativa.
Fuente: El Entre Ríos

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