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Cuando tomamos conocimiento de un proyecto de la concejal Soledad Torres de la Municipalidad de Colón, referido a quienes eran mencionados como “conductores designados”, tuvimos una sensación que, más que de extrañeza o de asombro, era de enojo. Es que no pudimos menos que pensar que nos encontrábamos ante otra ocurrencia, que serviría como pretexto para seguir aumentando la planta de personal municipal; ya de por sí en la actualidad de un tamaño que hace pensar que en cualquier momento -por supuesto que en sentido metafórico- va a reventar.

Empleados que en una gran parte no son otra cosa que desocupados “invisibles” -o sea que han dejado de verse como tales- ya que no solo se trata de que haya pocos “indios” en proporción al número de “caciques”, sino que se dan paradojas como la de que las plazas no cuenten con jardineros fijos -esos que diariamente se ocupan de regar, cortar el pasto, plantar y dar aviso de las veredas que se rompen, los faroles apagados y los bancos descoyuntados-, sino de serenos, como los había en tiempos en que las cosas eran “mucho más tranquilas que ahora”, y en las que a nadie, para dar un solo ejemplo, se le habría ocurrido muy entrada la noche, fumarse un porro, arracimado con otros en bancos de plaza sacados de su sitio y agrupados de una manera estrafalaria. Pero al amago de enojo, siguió el alivio cuando nos dimos cuenta que con esa iniciativa Soledad Torres a lo que aspiraba era a cuidar los menores.

La iniciativa de marras es simple y de aplicación en muchas latitudes. Se trata de que a cualquier reunión en la que se ofrezcan bebidas alcohólicas, uno del grupo de quienes van juntos en un auto debe comportarse en la ocasión como un abstemio absoluto, por haber asumido en forma anticipada la condición de “conductor designado”.

Se trata, a la que nos referimos, de una medida de sensata prevención. Aunque, como se sabe, siempre hay peros y, como también se sabe, por nuestra parte somos como mandados a hacer para encontrarlos. Es que consideramos que con ello se registra un avance… al que todavía le falta mucho. Ya que según tenemos entendido, sumadas las “previas”, las “festicholas” y las “pos”, el consumo de alcohol en esas ocasiones por parte de los chicos es tan peligrosamente excesivo, que se da ocasionalmente el caso que alguno de ellos resulte afectado por un coma alcohólico.

De allí, dicho esto con un poco de exageración, en los contextos que se dan en la actualidad, el conductor designado no tiene la función de transportar pasajeros, que si bien no están del todo sobrios, son casos de personas que “han bebido una copita de más”, sino el chofer de un grupo de muchachos borrachos. De donde queda flotando la pregunta que por su apariencia puritana puede sonar a desubicada: ¿qué pasa si la autoridad que efectúa el control de alcoholemia al “conductor designado” y si, de exceder un determinado parámetro, lo “demore” hasta que venga uno de sus padres a buscarlo?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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