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Caminar por la ruta de noche no es algo que se haga comúnmente a menos que haya una necesidad puntual. Caminar bajo la lluvia y con frío tampoco. Existe algo que mueve a las personas a hacerlo que no responde a necesidades físicas como buscar agua. Se trata de cuestiones de mente.

Durante octubre y noviembre miles de personas se movilizaron hacia la Virgen del Luján. Las dificultades no importaban y la necesidad era una interna, que en muchos casos responde a la Fe.

Las peregrinaciones son de larga data e involucran a diversas religiones. Desde la caminata a la Meca, con 3 millones de fieles anuales que van hacia ella, a la del Santuario de Lourdes, que recibe 8 millones de personas por año, todas tienen diferentes formas y sus colores.

El fin de semana pasado la ruta 6 que lleva a Luján desde varios puntos entre ellos Pilar y Zárate, estuvo cortada para que pudieran transitar por ellas los fieles que buscaban por diversos motivos llegar a ver la Virgen. Durante varias fechas del año se puede ver a grupos de fieles caminando hasta el lugar donde la virgen decidió hace muchos años quedarse, en el paraje de Zelaya, a cinco leguas de la actual ciudad de Luján, siendo el primer fin de semana de octubre el más concurrido.

Los caminantes iban algunos en grupos mientras que otros iban solos. Quizás cumpliendo alguna promesa. Quizás simplemente buscando rendir un homenaje a esta Virgen. Cada uno habrá tenido su motivo, pero lo que se podía observar sin dudas es que había sacrificio en ese caminar.

Los peregrinos tienen diferentes perfiles. Algunos van en grandes grupos, como los que organizan las diferentes parroquias de la Iglesia Católica; otros en cambio optan por ir solos. Incluso se puede ver familias enteras, con cochecito incluido, emprendiendo el camino. Algunos van cantando, otros en silencio. Algunos van incluso con parlantes cargados al hombro, mientras que otros van rezando en conjunto.

Como sea que decidan emprender el camino lo admirable es que elijan hacerlo.

Cada cual sabe cómo quiere hacer el camino y cuánto está dispuesto a caminar. No todos hacen los 60 kilómetros que separan a Luján desde el punto de partida de la Ciudad de Buenos aires (uno de los más comunes es Liniers). Algunos puede que salgan desde otro lugar y hagan más o menos kilómetros, pero todos los caminos los conducen al mismo punto final.

Hace varios años realicé este camino sin tener un motivo claro del porqué de este viaje. No tenía una promesa que cumplir. Tampoco una devoción especial a la Virgen de Luján. Simplemente hubo una necesidad en mí de hacerlo, de ir con un grupo de amigas y de emprender esta travesía. Hoy sí creo que una parte de mí tenía una necesidad, en mi caso de Fe, de hacer esta travesía.

Cada religión tiene sus rituales, cada religión tiene algo particular, pero existen entre ellas algunos puntos en común y el caminar hacia un destino común es uno de ellos. Las diferencias que a veces nos separan puede que no sean tales. Algo para pensar cada vez que miremos al de otro credo como distinto a nosotros. ¿No será que al final somos todos humanamente iguales?
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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