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A medida que la pandemia por Covid-19 se fue prolongando, nos encontramos con un nuevo problema: las nuevas variantes, la mutación del virus. Así tenemos las variedades británicas, brasileñas, africanas (del sur), etcétera. Se está intentando una denominación diferente, que no se preste a discriminación. No sé si esto ha ocurrido con todos los virus, sabemos que ocurre con la influenza, lo cual nos obliga a una vacunación anual, no recuerdo si sucedió con la pandemia que me marcó en mi juventud, la poliomielitis.

El virus de Covid-19 tiene 3.800 posibles cambios en sus proteínas, que pueden estar sujetas a cambios con las mutaciones. No todas las mutaciones son favorables al virus, algunas pueden destruirlo. Alguien dijo que cada persona infectada es una posibilidad que tiene el virus para reinventarse (mutación). Esto es la evolución en acción. Es probable que muchas mutaciones se originen en pacientes infectados, pero que tienen un sistema inmunitario ya comprometido, y así incapaz de luchar contra el virus en forma eficaz.

Pese a las mutaciones, las vacunas actuales parecen seguir siendo efectivas, aunque hay dudas para la variedad sudafricana. Y debe estudiarse cuánto dura la inmunidad, y si es posible mezclar diferentes tipos de vacunas. Ante convalecencias complejas, muchos hospitales han creado consultorios de seguimiento para los pacientes que sufrieron la infección por Covid-19. Un relevo de 47.910 pacientes estudiados reveló que presentaban, después del alta hospitalaria, fatiga (58%), dolor de cabeza (44%), trastornos en la atención (27%), caída del cabello (25%), falta de aire (24%). El 80% de los enfermos tenía uno o más de estos síntomas en forma duradera.

El sistema nervioso central es afectado frecuentemente, en un 30% de los pacientes estudiados en Italia y Gran Bretaña. Algunos síntomas son ya clásicos: la pérdida del olfato y del gusto. Pero no todos son tan benignos. Puede haber accidentes vasculares, encefalitis, cuadros psiquiátricos, manía, tartamudez (de novo, o agravación de una previa, o reaparición de una tartamudez infantil), un estado de niebla cerebral, obnubilación, extrema fatiga. Con respecto a la tartamudez, debemos tener en cuenta que hablar es uno de los movimientos más complejos que hacemos los humanos, que compromete la acción de 100 músculos, que se coordinan en millonésimas de segundo. Si bien en el caso de los accidentes vasculares estos están causados por las alteraciones en la coagulación sanguínea, en los cuadros menos dramáticos jugarían un rol anticuerpos que impedirían una comunicación normal entre las neuronas.

Si bien el pulmón es el órgano más comprometido, el corazón puede estar también seriamente afectado: inflamación del músculo cardíaco (miocarditis), lesiones similares a un infarto, o infartos en sí, inflamación de la membrana que lo recubre (pericarditis). Y el aparato circulatorio periférico es también uno de sus blancos, con coágulos intravasculares que bloquean la circulación. En los niños muy chicos pueden predominar los síntomas digestivos. El virus se elimina con las heces, y así se los investiga en los líquidos cloacales, que permiten cuantificar la carga viral y el tipo de virus prevalente en barrios.

Muchas publicaciones recalcan el severo y prolongado cansancio que continua cuando la enfermedad ha aparentemente curado. Es conocida la astenia (cansancio, falta de fuerzas) que sigue a muchas enfermedades virales: en la gripe, en la hepatitis, en la mononucleosis infecciosa. En 1988 se definió al "síndrome de fatiga crónica" que fue calificada por un investigador, Melvin Ramsay, como un "síndrome desconcertante con consecuencias trágicas". Esta denominación incluyó bajo un mismo nombre 20 o más entidades conocidas con diferentes nombres; desde la neurastenia, a la poliomielitis atípica, la enfermedad de Islandia, neuritis vegetativa, encefalitis miálgica benigna, síndrome de la guerra del Golfo, mononucleosis crónica y muchos más. Lo característico de este cuadro es la extrema fatiga que no mejora con el sueño e impide las tareas de la vida diaria. Hay caída de la presión arterial en posición de pie, arritmias, dolores musculares erráticos, dolores articulares, leve aumento del tamaño de los ganglios linfáticos. El desconcierto que provoca es igual para los pacientes y los médicos, y no hay un tratamiento estándar para esta dolencia, que puede durar años, todo con mucha paciencia. Para ambos, ya que, como decía Santa Teresa, la paciencia todo lo alcanza. Esta dolencia alcanzó a ser una epidemia en Islandia, en un hospital de Londres, en Los Ángeles, USA, y puede ocurrir en forma esporádica.

Dijimos más arriba que habría anticuerpos que bloquean la comunicación normal entre las neuronas. Son los auto-anticuerpos, conocidos desde hace tiempo. Un germen despierta en el cuerpo de un anticuerpo que así como va dirigido contra el germen mismo, también ataca sitios del organismo que comparten antígenos similares a los que presenta el invasor. Eso se vio en la fiebre reumática: el estreptococo que produce una angina roja, despierta anticuerpos que van contra él pero también contra las válvulas cardíacas. Las enfermedades por autoanticuerpos conocidas son muchas: la artritis reumatoidea, el lupus eritematoso, la miastenia gravis, la anemia perniciosa, ciertas enfermedades renales, o secundarias a un cáncer.

En casos de Covid-19, se han encontrado auto-anticuerpos contra factores que intervienen en la coagulación de la sangre, contra las neuronas, contra la membrana que recubre los vasos por dentro, contra los interferones que constituyen la primera línea de defensa contra los virus.

Una nota de alarma lo da un estudio del estado de Michigan, USA: el 40% de los pacientes que fueron hospitalizados por Covid-19 y recibieron el alta, a los 60 días de la misma permanecían sin trabajar, por síntomas invalidantes o por que habían perdido el trabajo. Esta pandemia fue responsable de una aumento de la mortalidad en un 15%, y una disminución de la esperanza de vida de 3 años, que es el mayor retroceso desde 1918.

No podemos negar que es un bicho maligno, pero parte del mal que produce se debe, en algunos, a los propios genes del enfermo.
Fuente: El Entre Ríos

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