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Una vez, entre tanto pensar, llegué a preguntarme acerca de lo que quedará de nosotros en este planeta que hemos dado en llamar Tierra, cuando el último hombre lo haya abandonado. Ya porque se haya muerto de viejo, solo como Robinson Crusoe -al final si nuestra tierra no es una isla es porque mirando bien las cosas es una especie de nave- o, porque previsor, se haya podido rajar a otra parte.

Lo primero que se me ocurrió fue traer a la memoria, una afirmación de un hombre más viejo que sabio que era amigo de mi abuelo, y que decía que a nosotros las únicas que nos sobrevivirán serán… las cucarachas, que aparecieron en la tierra muchísimo antes que nosotros, y que seguirán estando cuando se haya ido, tal como hemos visto que se ha conjeturado, el último hombre.

Fue allí donde me encontré con otro más profundo en su pensar, que no se preguntaba tanto, sino tan solo se conformaba con hacerlo acerca de por qué seremos recordados por las generaciones futuras, de esas que vendrán dentro de muchos ni décadas, ni siglos, sino milenios.

Optimista el hombre, me dije, pero seguí escuchándolo. Y él me habló de que a las sucesivas capas de hombres, se los recordaba en algunos casos por las pinturas de animales o de manos que se tomaron el trabajo de pintar en las cavernas los hombres prehistóricos; por quienes levantaron las pirámides egipcias o construyeron el Partenón de Atenas o el Coliseo Romano de la Edad Antigua, o las catedrales góticas de la Edad Media o la Torre Eiffel de finales del siglo XIX…

A esta altura, esa pedante enumeración me estaba poniendo nervioso. Y por lo visto, se me notaba en la cara, porque se cortó de golpe, me miró y me interrogó diciendo: “¿y nosotros, qué vamos a dejar como emblemático, para los que vengan de aquí en más?”.

Fue allí cuando no pude contenerme y le respondí que la basura, esa basura que nos está tapando al mismo tiempo que está invadiendo los mares y ya cubre extensiones grandes como países en algunos de ellos.

Pero seguía enojado, y para sacarme de encima el fastidio agregué que eso sería así, si las ratas no nos comen primero. Es que me vino a la cabeza eso de que, según dicen, el casino de Concepción del Uruguay se ha llenado de dichos roedores…
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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