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Todo lo que sigue tiene que ver, de una manera directa o indirecta, con un pedido de informes que intentó, fallidamente, solicitar al Departamento Ejecutivo Municipal de Colón la concejal del monobloque de Cambiemos. Hay que recordar que el otro concejal que impedía que así se lo considerara, hizo rancho aparte y se sumó con banca y todo, a otra agrupación política local. El pedido de informes referido tenía por objeto conocer si los partidos políticos participantes en las próximas elecciones, se habían ajustado, en la colocación de propaganda visual, a las normas de la ordenanza vigente en la materia desde el año 2013. Y decimos que se trató de un intento fallido, por cuanto al no encontrar a otros de los demás miembros del cuerpo que se sumaran al pedido, el mismo no estaba en condiciones de tener andamiento.

Para efectuar un análisis de la situación que dejamos descripta, que es más que un hecho anecdótico de “pago chico” o una cuestión “casi folclórica”, como la calificara un precandidato a intendente de la misma ciudad, en el transcurso de una entrevista que le efectuara este medio, ya que el mismo correspondería si estuviéramos regidos por una municipalidad en serio de un país también en serio, lo que parece no ser el caso nuestro.

A su vez, en ese análisis debemos ir paso a paso. Comenzando por aclarar qué significa eso de una “campaña casi sucia”. Por “campaña sucia” se entiende obviamente lo opuesto a “campaña limpia”, la que es, o debería así serlo, una campaña propagandística con un grado de “contaminación visual” que no vaya más allá de lo que exige la reglamentación respectiva.

Y si decimos que en ese sentido la actual campaña es “casi” sucia, es porque la falta más grave en la mayor parte de los casos, que inferimos han cometido los grupos partidarios participantes en los comicios, tiene que ver con la falta de aviso a la municipalidad en tiempo y forma del lugar y características del material de propaganda a colocar. Ya que, en comparación con oportunidades anteriores, el comportamiento en la materia es mucho mejor hasta el momento; dicho así, por cuanto hay que esperar a la ocasión en que la cartelería sea repintada o retirada, más allá de la existencia de las que se suponen -aunque muchas de ellas no lo sean- disimulables transgresiones.

Como se ve, se utiliza la expresión “campaña sucia” en un sentido preciso y acotado, que nada tiene que ver con otro tipo de “suciedades” presentes en las campañas electorales, cuando se hacen públicas falsas denuncias, imputaciones que lindan con la calumnia o la injuria, los “aprietes” y la “generosidad” orientada desde el poder gubernamental -que es evidente que puede darse y que se da- o lo que podríamos caracterizar con la alusión a “empujones o zancadillas”.

Después de lo cual, debe admitirse que en el pedido de informes fallido al que nos referimos, había una segunda intención perfectamente clara, aunque “no demagógica” como también erróneamente se la calificó, ya que por un lado resultaba obvio que la autora de ese pedido de informes sabía de la existencia de una transgresión normativa casi generalizada -ya que la única agrupación política que no se encontraba en falta era a la que ella pertenecía- pero lo que inferimos que lo que ella pretendía era que se desnudara una realidad, que al vecindario podría pasar inadvertida.

Y de esa manera nos estamos acercando al punto central. Cual es de una tendencia que parece constante en el Concejo Deliberante a no advertir, aunque más no fuere por una no disculpable ignorancia, las transgresiones que muchas veces se cometen en el Departamento Ejecutivo Municipal e inclusive dentro de ese mismo cuerpo, y que no son puestas al desnudo, incurriendo de esa manera en una preocupante falencia en su potestad -o sea de lo que es un derecho, pero a la vez un deber- de control y autocontrol.

Y de esa manera llegamos al meollo de la cuestión. Cual es que nunca es una cuestión menor la transgresión a cualquier norma vigente, ya que el verlo así es lo que no solo nos transforma a todos, en mayor o menor grado en pecadores, sino que viene a dar cuentas de la situación de anomia en que vivimos, la que no puede nunca considerarse una cuestión folclórica y de cuantía menor.

Máxime teniendo en cuenta la gravedad institucional que se hace presente en el hecho que exista una suerte de confabulación entre la casi unanimidad de los miembros del cuerpo deliberativo para dejar comprobada la existencia de una transgresión a una norma dictada por el propio cuerpo, aunque haya sido en otro momento y cuando tenía otra composición.

Es que no solo es un verdadero escándalo que los concejales se desentiendan de la suerte de una ordenanza vigente al momento de su aplicación, sino que no sería raro encontrar a uno de esos vecinos nuestros que no se entretienen en circunloquios sino que van a “los bifes”, que se pregunte para qué queremos concejales con sus dietas suculentas, si se despreocupan de la suerte que corren las ordenanzas que ellos mismos sancionan.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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