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De dónde venimos

Durante mucho tiempo los argentinos estuvimos convencidos de que vivíamos encima de un barril sin fondo. O sea de algo que nos permitía contar con riquezas inagotables, independientemente del hecho que casi nunca fueron bien aprovechadas y distribuidas de una manera justa. Una situación, sobre la cual ya no estábamos totalmente convencidos, cuando el entonces presidente Eduardo Duhalde nos aseguró que seguíamos condenados al éxito.

Por Bucéfalo

Hasta cierto punto tenía razón el entonces Presidente, ya que era cierto que seguíamos viviendo sobre un barril sin fondo, nada más que ya ese fondo había quedado sin riquezas que extraer, y lo único que allí se podía ver era una cantidad de deuda hasta una profundidad insondable, situación de la que nos resistíamos a convencernos.

Algo que pareció hasta sensato seguir creyendo, ya que se dio la conjunción entre la construcción de un relato según el cual entre otras cosas se nos decía hasta qué punto estaba bien cuidada la mesa de los argentinos. Ya que en nuestro país se pregonaba la existencia de menos pobres que en Alemania, al mismo tiempo que la credulidad no necesariamente ingenua con la que nos aferrábamos a ese relato, venía acompañada por los vientos a favor consecuencia del extraordinario precio de la soja. Vientos que se suponía nunca iban a dejar de soplar, que es lo mismo que decir que iban a seguir soplando siempre.

No es de extrañar entonces que cayéramos en un tipo especial de euforia, en lo que todo era posible: desde andar revoleando bolsos, hasta usufructuar servicios públicos a precios de regalo, en los que se aparecía descubriendo poco menos que la cuadratura del círculo, ya que si regalados eran esos precios, era mucho mayor el regalo que recibían los concesionarios de esos servicios, mediante el cobro de subsidios, en los que mil y una trampas se hacían presentes.

Al mismo tiempo, contagiados por el ejemplo bolivariano de Hugo Chaves, con quien cuando estaba felizmente vivo supimos hacer magníficos negocios que se prolongaron lamentablemente por un corto tiempo con Maduro, tomamos la maña (la que claramente era una versión atenuada del exprópiese, con la que el Estado bolivariano se apropiaba de empresas hasta ese momento privadas, a las que terminaba fundiendo de manera sistemática, aunque se debe reconocer que no siempre confiscatoria ya que se supo de algunas de ellas que fueron efectivamente expropiadas, comenzamos a imitarlos, aunque tratando de no exagerar.

Así nos quedamos con la plata que los trabajadores depositaban como aportes en los fondos de pensión; luego se trató de estatizar a YPF, después de intentar argentinizarla con la ayuda de la familia Eskenazi, expropiando tan solo la mitad más uno del capital, porque no era cuestión de hacerse de una cantidad de acciones mayor a la necesaria para asegurarse el manejo de la empresa. A todo esto, como Aerolíneas no valía nada (lo cual, por otra parte, era bien cierto), nos apropiamos de ella pagando como indemnización un solo peso, de modo simbólico.

Mientras tanto, sigue sin arrancar todo el montón de plata que enterramos en Rio Turbio y que por ahora no ha servido sino para inauguraciones sucesivas. Y, en paralelo, están los vagones de trenes que por gestión de Jaime supimos adquirir en España, los que, siempre fueron inservibles -aunque los pagamos como buenos-, han terminado convertidos en chatarra. Se puede decir que no nos privamos ni de una, y eso que lo que hasta aquí contamos, es solo parte de una parranda en la que se enriquecieron muchos y empobrecieron los más. Si hasta nos dimos el lujo de engordar fondos buitres, esos mismos que ahora siguen al acecho, por eso de ser angurrientos en demasía.

Y no se puede decir que cuando se fueron los que se fueron, los que arribaron no metieran la pata, aunque debe asumirse la culpa propia de los que pensaban que era suficiente con jugarla de taquito, no se puede dejar de tener en este caso, el cambio en la dirección del viento, una sequía que hacía añares no se conocía, y la mezcla de zancadillas y pases de facturas que no debía sorprender que tuviera que enfrenar un gobierno sin mayoría parlamentaria.
Dónde estamos parados
En realidad esta es una forma de decir, porque el piso en el que apoyamos los pies está a todas luces tembleque.

Y lo está de distintas maneras, una de las cuales tiene que ver con lo que debemos y otra con lo que en estos últimos años hemos estado pagando. Haciendo un aparte con lo que debemos al Fondo ya que la que pisa fuerte en la primera o segunda minoría -eso es una cosa que no está suficientemente clara- sostiene que no son ellos los que en ese caso tienen que hacerse cargo.

Hecha esta salvedad pasamos a transcribir en forma resumida un informe de los tantos que se conocen acerca de nuestras deudas y sus pagos, sobre lo que debe reconocerse que no hay mayor coincidencia entre todos los que escriben, pero que en lo que todos están de acuerdo es que se trata de un fangote de plata, que puede volverse mayor, porque no hay día en que no nos encontremos con una sorpresa.

El Estado argentino tiene que enfrentar reclamos de empresas extranjeras y bonistas que todavía tienen en su poder títulos en default de la deuda soberana por 5.231 millones de dólares.

Todos son secuelas de la cesación de pagos de 2002 y de la política de ruptura de contratos -expropiación, reestatización o alteración de pautas tarifarias- aplicadas durante los gobiernos de los ex presidentes Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. También, por la manipulación de las estadísticas del INDEC.

Hace pocos días se conocieron dos nuevas demandas vinculadas a la estatización de los fondos previsionales, que a fines de 2008 sacó de la cancha a las AFJP. La estadounidense Met Life activó una demanda que, al principio, era de 110 millones de dólares, pero con los intereses corridos desde 2008 hoy trepa a 444 millones de dólares, según se calcula en despachos oficiales directamente vinculados con este proceso judicial.

A su vez, un grupo de empresas holandesas hizo lo propio en nombre de la ex AFJP Orígenes, por la cual el banco de origen holandés ING Bank había pagado 300 millones de dólares. El reclamo trepa, hoy, a los 500 millones de dólares.

Por el lado de empresas extranjeras, hay demandas con sentencia firme contra la Argentina por 841 millones de dólares. Además, están en curso juicios cuyos reclamos ascienden a 1.571 millones de dólares, según consigna el diario Clarín.

A esto habría que agregarle el juicio con final incierto presentado por los fondos Buford y Eaton, por unos 1.637 millones, derivado de la expropiación de YPF. Esta cifra surge de los estados contables de estos fondos, según explica el especialista Sebastián Maril.

También en la cuenta se agregan reclamos que podrían ser calificados como "residuales" de bonistas (en su mayoría alemanes, italianos, japoneses y algunos estadounidenses) que no entraron a los canjes de los años 2005 y 2010 por unos 1.100 millones de dólares. Y hace poco se sumó una demanda con final impredecible, según el matutino porteño.

El fondo Aurelius reclama 81 millones de dólares por su tenencia de cupones PBI. Este fondo entiende que por una manipulación de las cifras correspondientes al PBI de 2013 el Gobierno evitó el pago por el crecimiento de ese año. En esa manipulación tuvo intervención directa el ex ministro de Economía, Axel Kicillof.

Pasando en limpio: por reclamos de empresas privadas el Gobierno deberá pagar un monto (sujeto a un tira y afloje entre los abogados demandantes y los del Estado) de 841 millones de dólares. A su vez, enfrenta litigios también de empresas, sin sentencia firme pero previsible resultado en contra de la Argentina, por 3.207 millones. Y juicios en marcha relacionados al default de la deuda soberana por 1.183 millones de dólares. Si se suma el mencionado juicio por YPF, la cifra total trepa a 5.231 millones de dólares, equivalentes al 1,1% del PBI actual.

En cuanto a la deuda soberana, en el arranque del gobierno de Macri se pagaron u$s 9.300 millones a los denominados fondos buitre. Y el año que viene se completará el último pago al Club de París para saldar una deuda en default -renegociada por Axel Kicillof- que dejó un monto a pagar de 9.600 millones de dólares.

Finamente, en el CIADI se tramitan otras cuatro demandas por 3787 millones de dólares. Dos ya tienen fallo adverso para el país, por un total de US$ 1187 millones; una tercera, por US$ 1000 millones, está siendo negociada por las partes.

El último grupo de cuatro demandas se tramita en la Comisión Nacional de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil, por un total de 841 millones de dólares. Dos demandas, por US$ 30 millones, ya tienen fallo contrario a la Argentina; en una tercera (US$ 168 millones) se busca aún un acuerdo entre las partes; y la cuarta, por US$ 643 millones, avanza aún sin resolución.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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