Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
La novela donde las empresas tienen poder absoluto
La novela donde las empresas tienen poder absoluto
La novela donde las empresas tienen poder absoluto
Las infinitas caras del poder

En mi última nota dominical, hice referencia a las piruetas de todo tipo que tiene que hacer nuestro presidente Alberto Fernández, no solo para mantenerse en el cargo, sino para evitar la manera que conservarlo signifique rendirse ante alguno de los poderes fácticos que rondan entorno suyo, con el objeto de utilizarlo como pantalla.

Por Rocinante

Una situación que encuentro parecida, no a la de un grupo de herederos peleando por la herencia, algo que presupone la muerte del titular de un patrimonio concreto, sino a la de una persona de gran fortuna declarada insana, en la que se ve a otras legalmente habilitadas para ello, peleando por ser designadas como curador, función en la que utilizará a su impotente pupilo como pantalla de la que valerse para usufructuar los bienes de este último.

Mientras tanto, lo que se entiende por poder, no siempre exhibe esa cara mezquina, lo cual no significa necesariamente que se presente con otra más amigable, ya que puede hacerlo con varias otras, realmente terroríficas.

De cualquier manera el poder es un concepto crucial de las ciencias políticas (desde la filosofía hasta la sociología, como disciplinas adjetivas de esa manera) a la vez que un factor de alcances decisivos no solo en la vida personal sino de las sociedades.

De acuerdo a una de las tantas definiciones que circulan en los círculos académicos se puede definir al poder como la capacidad de un individuo (que esté en el poder político) para influir en el comportamiento de otras personas u organizaciones sociales. Se trata, sin embargo de una definición que si bien en líneas generales me parece aceptable; merece a mi entender que al circunscribir esa capacidad a la de influir, se pasa por alto el hecho que cuando la influencia falla, se pasa a la de la imposición, ya que el poder implica la posibilidad de utilizar la violencia.

De donde, por una parte se la tiene como capacidad de influir, en los casos que se asiste al ejercicio del poder legítimo, al que es dable denominarlo como autoridad. A la vez que se asiste al derrumbe del poder, cuando el mismo falla en la imposición de sus decisiones.
Una miríada de grupos que giran en torno al poder
Antes de seguir refiriéndome al poder, para llegar al final a ocuparme del poder fáctico se hace útil la referencia a una serie de grupos (puede darse, excepcionalmente, el caso que pueda aludir a personas) que cabe considerar que giran en torno a él, dada la atracción que ejerce sobre ellos.

Es así cómo puede hablarse de los grupos de poder, (una de cuyas variantes son los grupos de presión), o sea, hablando en criollo PODERES DE HECHO, que son aquellos a los que la literatura especializada, además de designarlos como factor de poder o agentes de poder, están constituidos por un conjunto de personas o entidades privadas, usualmente reunidas por un interés común, que tiene poder y peso social en determinados sectores de las sociedades, y que utilizan su potencial para forzar las decisiones que toma el Estado a su favor. Sin perjuicio de dejarse aclarado, que ello no obstante el Estado, a la hora de decidir, puede prescindir de su consulta, teniendo en consideración cuánto pueden afectar a estos grupos sus decisiones.

Cabe agregar que esos grupos de poder pueden permanecer ocultos, aunque existen excepciones. Ejemplos de ello son las diversas iglesias (vistas como instituciones) y las empresas multinacionales y las centrales sindicales, y también organizaciones ilegales como las dedicadas al narcotráfico, al tráfico de armas, la mafia o ciertas sectas.

Se hace necesario distinguir a los grupos de poder de los denominados grupos de interés. Es que estos, según se lo ha destacado con acierto, no buscan forzar el proceso de decisiones del Estado a su favor, sino más bien solo agruparse y actuar buscando sobre todo incrementar el rendimiento de motivos individuales. Se trata de grupos cuyo objetivo es primordialmente el de concientizar sobre cuestiones de su interés, pero que están vinculados también con el bien público, en introducir o buscar de esa manera erradicar ciertas prácticas condenables. Lo que no quita que en determinados contextos puedan convertirse en grupos de poder, tal como sucede en el caso de algunas organizaciones no gubernamentales, especialmente el caso de las defensoras del medio ambiente.
El poder o los poderes fácticos
Hago referencia a este tipo de poder, tanto en singular como en plural, ya que en ocasiones se hace presente la existencia no de uno solo, sino de varios, los cuales pueden inclusive entrar en puja o conflictos entre ellos.

En esta caso, la descripción de poder fáctico que más me ha satisfecho es la que con ese nombre hace referencia al sector de la sociedad al margen de las instituciones estatales que ejercen tanto sobre la sociedad como sobre el Estado una gran influencia, basada en su capacidad de presión; circunstancia que la transforma en un grupo o factor de poder.

Es decir que por una parte el poder fáctico es diferente al poder estatal, aunque es frecuente que se pretenda colonizarlo, mediante la apropiación de su estructura, ya que le restan importancia a arroparse formalmente de lo que no sería otra cosa que un remedo de un poder legítimo, ya que como se ha dicho, su mera existencia es lo que tienen por determinante.

Al decir del Premio Nobel Elías Canetti, la preservación de su poder es lo más importante para él y al mismo tiempo el sentimiento permanente de amenaza está presente en él. La masa de sus súbditos solo puede ser controlada por los gobernantes paranoicos al decidir excesivamente sobre sus vidas y sus muertes. "Uno podría decir que sus sujetos más perfectos son aquellos que han muerto por él", ya sea en la guerra, en juicios o en campos de exterminio.

En mayor parte de las ocasiones no es necesario que se imponga por la fuerza, le basta con explicitar, o incluso con sugerir sus deseos para que se hagan realidad, la clave de su ejercicio es su capacidad de control de mecanismos externos a la política para lograr poder político, como por ejemplo el dominio de recursos vitales o estratégicos, que le dan el control de la ideología, la sociedad y la economía. Así, por ejemplo, en vez de controlar un gobierno de turno, controlar o influir su legislación, de manera legal o cuasi-legal.
Los poderes fácticos en nuestra actual coyuntura nacional
No resulta disparatado, tal como enseguida se verá, comenzar este acápite recordando un libro que hizo furor hace de esto medio siglo y que es una novela de ciencia ficción. Se trata de Mercaderes del espacio, publicada en 1953 y escrita por Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth.

Su argumento se basa en una historia que transcurre en un mundo en el que las grandes empresas comerciales ostentan el poder más absoluto que imaginarse pueda; en el que el sistema económico ha fagocitado al sistema político, y en el que los Señores del Comercio controlan las vidas de todos y cada uno de los habitantes del planeta. Las identidades nacionales ya no tienen razón de ser, pues lo que cuenta es la lealtad a la empresa para la que se trabaja, y se los ve a los Jefes de Estado desempeñar una función casi decorativa.

Es por eso que en una reseña crítica de la obra a que hago referencia se señala que los poderes fácticos debilitan y en ocasiones incluso anulan la capacidad del Estado para garantizar el interés de los ciudadanos. Los límites que en atención a ese interés y que para salvaguardarse a sí mismo impone el poder estatal, resultan estorbos para los propios poderes fácticos. Trátese de corporaciones eclesiásticas ávidas de influir en decisiones políticas, grupos empresariales afectados por las regulaciones estatales o medios de comunicación cuyos propietarios acaparan el espacio público, los poderes fácticos regatean autoridad a las instituciones estatales cuando no funcionan de acuerdo con sus intereses. En otros casos, se trata de fuerzas delincuenciales, como las del narcotráfico, que directamente tratan de quebrar o paralizar la capacidad del Estado para hacer cumplir las leyes.

Evidentemente comparar la situación actual de nuestra sociedad con la descripta en esa novela de ficción distópica es una exageración, de la que por mi parte tengo plena conciencia. Pero a pesar de ello, es dable entrever una lejanísima similitud entre ella y la que vivimos.

Ya que vemos en este momento a nuestra institucionalidad dando muestras de un bamboleo permanente, consecuencia del espacio que aspiran a ocupar grupos o personas con poder fáctico en permanente pujar, importándoles poco y nada la ley, con la excepción de su posibilidad de manipularla, algo que hasta cierto punto viene a explicar en parte los propios bamboleos de nuestro presidente, que en una medida difícil de cuantificar, cabe explicar por esa circunstancia.

Todo lo cual significa que hasta que no se ponga en su lugar a las personas o grupos que cuentan con un poder fáctico que de una manera efectiva y concreta tantas veces le permite burlar la ley, burlándose de ella, nuestras situación seguirá transitando por el mismo camino, el cual en el mejor de los casos nos conduce a seguir como estamos: una sociedad bloqueada por los aprestos (y más que eso) para un conflicto interminable.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario