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Museo del Prado, grabador anónimo.
Museo del Prado, grabador anónimo.
Museo del Prado, grabador anónimo.
Pocos negarán que el ruido es una epidemia moderna. Ruidos hubo siempre: sensaciones auditivas desagradables y no deseadas, pero fue durante la revolución industrial en que fue tomando las características actuales en cuanto a intensidad y ubicuidad. Obreros fabriles fueron sus primeras víctimas, desde entonces el silencio ha sido continuamente carcomido, ha quedado como un queso agujereado.

Cierto que ya en el renacimiento Garcilaso (1500-1536) lo hacía valor precioso "por ti el silencio de la selva umbrosa", aunque la selva misma sea una minucia de ruidos. En el espacio sideral no hay ruidos, falta la atmósfera, medio para la propagación de las ondas que llegan al oído, innecesarias para la luz. Pascal se equivocó cuando escribió sobre el silencio y el vacío de los espacios siderales, que en silencio obligado están llenos de cosas.

De lo que no hay dudas es que además de degradables o insoportables son dañinos para la salud auditiva en general. En los EE. UU. 26% de los adultos sufren hipoacusia bilateral por trabajar en ámbitos ruidosos. Cuantificamos a los ruidos en decibeles (DB), que es una unidad difícil de definir -para mí al menos- ya que se trata de la diferencia de dos intensidades. El sonido de una aguja al caer al piso es de unos 5 DB, la respiración tranquila en unos 10 DB, una conversación amigable está alrededor de 60 DB. Las motos nos regalan 150 DB y a veces ya causan dolor. Entre los 130 y 150 DB ya hay daño en las células acústicas. Los parlantes auriculares que transmiten música muy fuerte pueden producir lesiones en el aparato auditivo semejantes a la que se encuentran en la esclerosis múltiple.

Una exposición muy corta al ruido intenso dará la sensación de oídos tapados, zumbidos. Si se repiten, los zumbidos serán permanentes y aparece la sordera. La exposición crónica a ruidos nocturnos es más perjudicial: aquí se asocia a trastornos cardíacos y de la circulación, rompe la arquitectura del sueño, aumenta las hormonas vinculadas al estrés. Una sola noche en que individuos normales fueron sometidos al ruido de aviones sufrieron alteraciones en su sistema circulatorio, que llega incluso a cambios en la expresión de los genes que regulan la circulación. Los efectos nocivos del ruido aumentan con la polución del medio ambiente. De aquí que el 70% de los jóvenes que frecuentan clubes nocturnos o recitales rockeros padezcan zumbidos y defectos auditivos.

Aún encerrados en una habitación totalmente aislada el silencio no será total. La respiración y los latidos cardíacos conspiran contra ello. John Cage (1912-1992), célebre músico inglés, visitó en 1952 la Universidad de Harvard y se encerró en una cápsula anecoica, en la cual el silencio debía ser total. No fue así. Cage percibió dos sonidos: uno agudo que atribuyó al sistema nervioso y otro grave que se originaría en la circulación de la sangre. Llamó a éste descubrimiento "silencio más sonido", inspirándose en la filosofía zen.

¿Y las tan llamativas orejas? Ciertamente no están hechas para los colgantes y otras heridas metálicas. Su uso es captar los sonidos y dirigirlos al oído medio.

Y una nota adicional la música más hermosa, en momentos no deseados, es un ruido.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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