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“¿Sabes qué es un raviol?”, me preguntó mi tío de sopetón, justo en el momento en que me había puesto a pensar en lo que iba a comer a mediodía. Le respondí diciendo que por supuesto lo sabía, acaso hay alguien que no los conozca entre nosotros, siendo tantos los que somos una mezcla de tanos, con gallegos y franchutes, pero que tenemos, según se ve, un alma tana en materia culinaris, viendo como nos gusta comer pastas al por mayor.

No pude sino recordarle los que preparaba su madre, que era mi abuela, cuando todos los domingos nos preparaba una “raviolada” de novela, en la que en el relleno de todos los ravioles, además de la espinaca y no sé cuántas otras cosas, no faltaba el seso. Una parte de la vaca que no sé ahora qué empleo tiene, porque no la veo ser usada en otros platos, como antes sucedía. ¿Será que ahora se utiliza para fabricar picadillo con el pulmón de la misma vaca, lo que no sé si llamarlo achuras, ya que tampoco sé si son ellas también dignas de ese calificativo?

Mi tío me miró y fue cuando repitió la pregunta: ¿no sabes lo que es un raviol? Y continuó diciendo que de lo que me hablaba era de esos pequeños sobres de cocaína, que no llevan seso, como pasa con tanta persona que uno ve pasar por la calle, y que con mirarla solo uno se da cuenta que lo tiene en la cabeza en poco y nada cantidad.

Lo miré poniendo cara de bobo, algo que me sale muy bien, y le respondí diciendo que de esa clase de ravioles nada sabía y todo lo ignoraba, aunque algo conocía de “ladrillos”, que en realidad lo eran solo en su forma, porque no eran de los cocidos en hornos con tierra mezclada con bosta de caballo - por lo menos los mejores- y de los que me había anoticiado por ver a cada rato, como se mostraban en la tele fotografías en las que se los veía a esos “ladrillos”, colocados prolijamente y respetando una rigurosa geometría, descansando en una tela que ignoro si era una manta, un mantel o un más humilde trozo de lona.

Y allí fue el momento que fui yo el que pregunté si eran de verdad esos ladrillos fotografiados, o si se trataba solo de un montaje. Porque por lo que se ve, a la marihuana de esos ladrillos no se la ve en fotos, sino que se la huele en todas partes, viniendo a quedar claro que la de la foto es un montaje, o se trata de limosnas que le tiran a los gendarmes para que puedan dar cuenta de que trabajan.

Porque le recordé a mi tío lo que decía un hermano suyo en referencia a lo que ahora es la afín, que “hay que darle siempre algo de comer al tigre, para tenerlo tranquilo”.

Mi tío se quedó callado, mientras yo me preguntaba si la afín come marihuana como su madre, la degei, se atragantaba de tanto comer plata.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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