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Cosas nuevas que ponen todo patas arriba

Se me ocurre que en lo que queda escrito, bien podría verse una ingenua, pero de cualquier manera clara definición, de lo que es una revolución. Ya que con una revolución se viene a poner todo patas arriba, aunque no necesariamente tiene que ser violenta. Pero sí significa siempre la aparición de cosas nuevas (las rerum novarum a que se refería el papa León XIII en una encíclica que lleva ese nombre, precisamente por iniciarse su texto con esas palabras, y en la que sentaron las bases para lo que se conoce hoy como la Doctrina Social de la Iglesia Católica).

Por Rocinante

Cosas nuevas de distinto tipo y naturaleza, que al hacerse presentes en el entorno social, pretenden ocupar un lugar dentro de esa totalidad a la que subsiguientemente modifican, ya sea yendo a ocupar un lugar propio entre lo ya existente, ya desplazando y aun eliminando a lo que se suponía estar allí con la pretensión de perdurar y quedarse para siempre.

Asociando, como lo he hecho a revolución, con cosas nuevas con aptitud de cambiar profundamente el entorno social en donde emergen, si se trataría de darle un nombre a la edad histórica en la que transcurre nuestra vida, cabría denominarla como la edad de las revoluciones, ya que ninguna edad de nuestro largo y casi siempre convulsionado pasado (el que por otra parte para quienes vivieron en esos sucesivos fragmentos cortados arbitrariamente en la historia, lo hicieron siempre en una edad contemporánea) ha dado muestras como la nuestra de una tan enorme cantidad de cambios, por lo demás acelerados y que da la impresión de que se seguirán acelerando, ora en forma pacífica, ora en forma violenta, en todos los ámbitos que tenemos por reales y en otros que ni siquiera somos capaces de imaginarnos, y que no dejan rincón alguno de nuestro planeta sin tocar.

Cambios cuya única cualidad que tienen en común es la de ser… cambios, ya que acerca de su valor positivo o negativo no existe casi nunca un consenso unánime. Algo que por otra parte no puede ser de otra manera.

Y entre esos cambios, hay uno que viene desde el primer día (en que Eva no fue la que engatusó a Adán, ya que en realidad lo habría hecho por medio de una serpiente) muchos son los que han seguido sucediendo a través de los siglos. Entre los que ahora ha surgido con fuerza irrefrenable se encuentra aquél que tiene como objetivo lograr acercarse lo más posible a una positiva, en cuanto es de justicia, igualdad de géneros (algo que hasta hace muy poco se conocía como libertad de sexos, hasta la aparición de lo que conjeturalmente sería un tercero en discordia, al que resulta, más que incómodo, difícil de encasillar. Algo que debe lograrse, por cuanto cada vez está más legitimada socialmente la homosexualidad, a lo que se suma la emergencia de los trans.

Con lo que se asiste a una revolución de la que no somos del todo conscientes, tanto por sus consecuencias directas o indirectas, y también por el hecho, más inadvertido todavía, cual es que a su faldón se las ve o se intuye prendidas a otras revoluciones.
Corroborando lo cual, habría que señalar como en el caso de los grupos más beligerantes de los que bregan por alcanzar esa meta, el término feminismo o feminista bajo el cual cabe considerar a todas identificadas les que chico, ya que el de feminismo es un término sexista (como lo es cuando hablamos de machismo) y lo que ahora está sobre el tapete no es ni el sexo ni el sexismo, sino el género.
Dejando los prejuicios de lado
Como no podía ser de otro modo, el avance en pos de la igualdad de géneros, significa desprenderse de normas, conceptos, actitudes, y sobre todo de prejuicios, que al estar a lo que sostienen las abanderadas de esta lucha, en lo que considero que, cuando no caen en la exageración fóbica, les asiste al menos una gran parte de razón; a estar lo que ellas sostienen, repito, nuestra sociedad, por sus resistentes vestigios en la sociedad occidental, y por su presencia en mala hora saludable, en otros lugares como son algunos de predominio de un integrismo musulmán, es en medida variada de naturaleza patriarcal.

Una situación que se explicita en la situación de la mujer como persona sometida, con sus derechos y libertades muchas veces recortadas sino desde una perspectiva jurídica, al menos social.

De allí hasta se habla de la invisibilización (el tenerla como invisible) a la mujer, que de entenderse, como en mi caso lo percibo, es una manera incorrecta de hacer referencia a la cosificación (verla como una cosa), algo que es lamentable por más que suele todavía suceder, y significa un destrato del que en múltiples oportunidades somos víctimas también los varones, cuando somos tratados como cosas en las relaciones con personas de todo los géneros.
La lengua puede ser de todos y todas
La mejor manera de definir al lenguaje inclusivo, es la de dejar sentado lo que se considera lo contrario. Es así como la Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC define el lenguaje, no incluyente o no integrador aquel en que se apela al uso exclusivo de uno de los dos géneros (habitualmente el masculino) para referirse a ambos, excluyendo al otro.

Así, según se señala, el lenguaje no inclusivo se refiere a la discriminación de personas que se manifiesta precisamente en el uso del lenguaje de un sexo, por considerarlo inferior a otro. Esto se da en dos sentidos: por un lado, en lo que concierne a la identidad sexual de quien habla y por otro en lo que se refiere al tratamiento discriminatorio que sufren las mujeres en el discurso, ya sea por el término utilizado o por la manera de construir la frase.

Es por eso que otro investigador advierte que en idiomas como el español el género gramatical tiene por forma no marcada el masculino de los sustantivos y adjetivos, de forma que pasa a ser el género masculino el inclusivo o incluyente frente al femenino marcado, que pasa a ser el género exclusivo o excluyente.

Quejándose de ello un autor (un autor y no una autora) señala que “la lengua puede ser de todas y de todos: no es un sistema rígido, cerrado a cualquier mutación, sino, al contrario, el cambio está previsto en sus mismas estructuras; es un sistema dinámico, un medio (médium) flexible, en continua transformación, potencialmente abierto a escribir en él infinitos significados, y por ello prevé también la expresión de la experiencia humana femenina.”

Añadiendo que una de las propuestas en español ha sido la sustitución de la marca gramatical de género (-o, -a) por una x o @. Es decir, en lugar de todas o todos, usar todxs o tod@s, aunque, este uso no se ha generalizado y ha estado sujeto a controversia. Otra propuesta es el uso de un lenguaje neutro, especialmente en textos de gran relevancia social”.

Y según lo relata un periodista argentino, en un medio español las travestis sugerían el uso de la @ (tod@s) que era resistido por no lingüístico y no pronunciable. Desde el movimiento trans e intersex se evolucionó hacia el uso de la x (todxs) y el del asterisco * (tod*s) para señalar la condición no fija y siempre hipotética de la asignación de género.
Formas de evitar el lenguaje sexista
Según algunos movimientos actuales como son los que se auto perciben y se auto definen como feministas, se sostiene que el lenguaje actual es sexista ya que abusa del género masculino genérico el cual se relaciona con la definición de sexo masculino, para lo que se ha comenzado a definir el lenguaje primero conocido como no sexista, para pasarse luego a hablar de inclusivo, pretendiendo volverlo más abarcativo.

Plantean que se puede evitar el uso del masculino usando entre otras las siguientes fórmulas:

Nombres colectivos (profesorado, en vez de los profesores, alumnado, en vez de los alumnos...).

Perífrasis (la persona interesada, en vez del interesado).

Construcciones metonímicas (la juventud, en vez de los jóvenes).

Desdoblamientos (Señores y señoras, niños y niñas).

Uso de barras (Estimado/a Sr/a)

Omisión de determinantes o empleo de determinantes sin marca de género (“cada contribuyente” en lugar de “los contribuyentes”)

Uso de formas personales genéricas o formas no personales de los verbos (“es preciso atender más” en lugar de “es preciso que el alumno atienda más”).

El inconveniente de esto es que muchas veces atenta contra el principio de economía del lenguaje y también puede incurrir en faltas gramaticales y léxicas de la lengua española.
Los primeros y tímidos avances del lenguaje inclusivo en la justicia provincial
Por una acordada de febrero pasado del Superior Tribunal de Justicia provincial se resolvió admitir una propuesta elevada por la Directora de la Oficina de Violencia de Género del Tribunal, doctora Yzet, a fin de incorporar en nuestro Poder Judicial una guía de estilo para un lenguaje inclusivo. Algo que terminó siendo aprobada por unanimidad.

Sin perjuicio de ello y con el objeto de atenuar la ligereza, hasta cierto punto al menos, inexplicable con la que se concluyó el trámite de una cuestión de tanta trascendencia, debe señalarse la sensatez de la que dio muestras la jueza Medina, al advertir que la aplicación de esa guía, podría implicar un cambio de lenguaje judicial, siendo conveniente el examen por parte de la Escuela Judicial, previa opinión de un experto.

En el mismo sentido cabe valorar la postura del juez Salduna, quien hizo referencia a expresiones del Presidente de la Academia Argentina de Letras el cual indica todo lo que podría suceder si se avanzara desacompasadamente en esa línea. Luego de lo cual se hizo presente la prudencia de componedor en la voz del juez Carubia al considerar que las sugerencias (es decir, recomendaciones y no imposiciones) brindadas por la guía no se contraponen con las reglas del castellano tradicional, por lo cual entiende razonable hacer lugar.
La referencia al protocolo aprobado
Cabe indicar que por protocolo no se entiende aquí a lo que considera como normas de etiqueta, sino reglas de actuación que pueden ser de ineludible cumplimiento o, como en nuestro caso, simples sugerencias o recomendaciones.

Es así como en el protocolo se señala que para facilitar la lecto-comprensión y evitar la categorización binaria y reduccionista de los géneros se sugiere, tal como enunciativamente se indica a continuación: 1. -No utilizar @, X, e, ni los pronombres femeninos y masculinos en simultáneo (la/ el, las/ los); 2.- Sustituir el artículo “uno”, por “alguien” o “cualquiera”; 3.- Evitar el uso de adverbios con marca de género; 4.- Evitar el uso de “las/los” para incluir a las mujeres; 5.- Evitar el uso del signo “@”; 7.- Evitar el uso de la barra inclinada: “/”; 8.- Utilizar persona trans, por travesti, trans-género o transexual en el trabajo judicial.

Se agrega que resulta también admisible referirse a los funcionarios judiciales según su género y como señor juez y señora jueza y así sucesivamente.

Sin embargo se me ocurre que algo distinto es incurrir en circunloquios, ya para evitar desdoblar las palabras para no decir “candidatos” y “candidatas” y recomendar decir “quienes optan por candidatearse”, o en lugar de “niños” y “niñas” hablar de infantes o de infancia, con la despersonalización que ello trae aparejado.
Una introducción al protocolo con un sesgo ideológico al menos aparente
En este protocolo o guía se deja entrever una postura ideológica que da la impresión que puede ser equivocada ya que va más allá de sus sensatas, o al menos opinables recomendaciones.

Es cuando se hace referencia a un lenguaje inclusivo para una justicia inclusiva. La opción por un lenguaje inclusivo de género, además de tener fundamentos lingüísticos, tiene objetivos sociales como el de democratizar el lenguaje y dar visibilidad social a los géneros, logrando de esta manera una sociedad más igualitaria y transparente. A través del lenguaje se establece una estrecha relación con el pensamiento, interpretando la realidad en que vivimos, reflejando lo que la sociedad es en cada momento y creando nuevas formas de expresión, según cuál sea la sociedad en la que los hablantes desean vivir.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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