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Todos sabemos que cuando hay un virus dando vuelta lo peor que le puede pasar a uno es que lo encuentre con las defensas bajas. Esto es precisamente lo que nos está sucediendo como país, en el momento en que el mundo entero, incluido nosotros, tiene que lidiar con el aluvión del Coronavirus.

Los efectos del Coronavirus han sido arrasadores primero en Asia, luego en Europa, y ahora parece pronto a descargar su furia incontenible sobre el continente americano. En números de gente enferma y muertos todavía no se verifican aquellos guarismos de las pestes que supimos sobrevivir a lo largo de la historia, pero la potencialidad de un gran daño adicional está ahí. Mientras tanto, los efectos sobre la economía global comienzan a notarse, y ya nadie cree que el mundo se salve de una recesión en este 2020.

Nadie necesita demasiada explicación para entender eso de que el fenómeno nos encuentra a los argentinos con las defensas por el piso. La economía está mal, muy mal, y mientras el mundo se prodiga hablando de la conveniencias del teletrabajo para el momento que nos ocupa, aquí tenemos que lidiar con el hecho de que la gran mayoría de nosotros sino va al trabajo, donde sea que toque, no come. Prácticamente la mitad de la población argentina económicamente activa trabaja en la economía informal o es cuentapropista. Lo que quiere decir que uno de cada dos jefes de hogar no tiene cómo ganarse el pan si el país cierra y no puede caminar o tomarse el tren o el colectivo hasta el trabajo. Si se bajara la persiana el daño económico seria mayúsculo para una parte enorme de la sociedad que queda fuera de la capacidad de respuesta del estado. Y eso se comienza a percibir con suma rapidez.

Por otra parte, mientras vemos cómo la gente cae como moscas víctima del virus en sociedades con sistemas de salud mucho más robustos que el nuestro, uno se pregunta qué nos deparará el destino si aquí se termina replicando la emergencia con la misma virulencia de otros lugares. La fragilidad de nuestro sistema de salud es tal que -por ejemplo- desde Salud a nivel nacional comentan que salieron a comprarse todos los ”ventiladores” -imprescindibles en el tratamiento de este tipo de afección respiratoria- disponibles en el mercado argentino y que compraron... 64. Sí, leyó bien, 64.

Para sumarle dramatismo a la situación, a diferencia de lo que sucede en las economías más desarrolladas, aquí el hacinamiento en los hogares es moneda corriente, por lo que la sugerida solución del distanciamiento social es casi imposible de poner en práctica. Alguno dirá que no es para tanto y mientras ese tal vez no sea un tema en la mayoría de las localidades de provincias como la nuestra, sí son en cambio un problema insoslayable en lugares tales como el conurbano bonaerense.

Debe decirse que el gobierno nacional reaccionó con rapidez frente a la emergencia tomando una serie de medidas adecuadas, pero quedó inmediatamente en evidencia que no vamos a poder eludir el síndrome de la sábana corta. El plan económico de ayuda anunciado hace dos días no alcanzará ni remotamente para compensar los muy negativos efectos de la decisión de poco menos que clausurar la economía. Podremos acudir a la emisión monetaria, y al no pago de la deuda, como fuentes de financiación para este paquete de asistencia pero las consecuencias posteriores están ahí y no son menores.

Es así que corremos altos riesgos no solo de que el plan de contención y/o supresión de la pandemia en ciernes no sea tan exitoso como el gobierno y todos nosotros queremos que sea, sino que también que las consecuencias económicas sean devastadoras.

Con inflación alta y reprimida, con estancamiento económico que ya alcanza una década, con un gran atraso cambiario,-nuestros vecinos devaluaron un 20 y hasta un 30% en estos últimos días sus monedas-, y con un plan económico que ofrece paliativos limitados pero ningún lineamiento claro y de más largo aliento, el camino que tenemos por delante se muestra particularmente duro.

En manos de la divina providencia, solo cabe esperar que esta se apiade del mundo entero pero en particular de nosotros, considerando que el Covid 19 nos encontró, como se dice en el barrio, listo para el cachetazo.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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