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Con desagrado, vimos hacerlo en una carnicería en nuestra cocina. Separar la carne del hueso, o la enfermedad que barrió una mejilla y la dejó piel y hueso. O la hacienda que quedó flaca y vacía. ¿Está mal decir que vivimos en tiempos descarnados? Pues a otros modos me voy a referir, ya que ociosas lecturas me llevaron a ello.

Creo que fue en un cuento de Kipling cuando lo leí por vez primera. La costumbre de ciertos pueblos de la India de exponer a sus muertos en alta torres para que los buitres los devoren y dejen sus huesos limpios de toda corrupción. Esto ocurre entre los parsis (una deformación de persas) para señalar a pueblos originados en un imperio vecino, y seguidores de la religión fundada por Zorastro. Sostienen que deben mantenerse tierra y agua libre de toda corrupción, lo que sería inevitable en caso de enterramientos. Por eso, recurren a las llamadas "torres de silencio” que tienen sus compartimentos según edad y sexo.

Se cree que hay 80 mil parsis en la India, y lo notable es que las torres estarían quedando vacías. Se están extinguiendo los buitres y ello a causa de algo que apuesto ustedes no adivinarán, por el uso del Diclofenac, el popular antiinflamatorio y antirreumático que es aparentemente letal para los buitres, y que se usaría en la India en grandes cantidades sobre todo para el ganado enfermo, en caso de neumonías y mastitis. Las aves, que comen los cadáveres que recibieron el Diclofenac, mueren de "gota visceral”, depósitos de ácido úrico en las vísceras. Han buscado distintas soluciones, criaderos de buitres, o reemplazarlos por pantallas solares, que son inefectivas en época de los monzones. Para 800 cadáveres se necesitan 250 buitres, por otro lado, quizás la solución provenga del hecho que los mismos parsis se están extinguiendo.

La muerte de los buitres provocados por antiinflamatorios es ahora un problema en España. Aquí hay torres, pero no de silencio.

Esta costumbre o rito funerario se practicó en el Tíbet desde hace miles de años y fue aceptada por los budistas. Cierto que en el alto Tíbet cavar una fosa, toda roca, no es una tarea menor. Pero si de estos "cementerios del cielo” estamos hablando, podemos hacer un viaje a Stonehenge.

Todos conocen este prehistórico monumento (¿?) a través de fotos o del cine y algún afortunado habrá estado allí: ese círculo de piedras blancas, enormes, que se yergue en el campo verde del sur de Inglaterra. Data de muchos miles años antes de nuestra era. Sus constructores se originaron en lo que es hoy Grecia y Anatolia, y llegaron a las islas atravesando España. Se desconoce exactamente como pudieron mover tamañas rocas, si bien hay muchas teorías factibles, así como se desconoce el motivo que lo inspiró durante probablemente muchas generaciones. Una de las teorías mas divulgadas fue la de su uso como "almanaque solar", precisando los solsticios de invierno y verano. Solsticio significa sol quieto, cuando el sol alcanza su mayor o menor altura sobre el horizonte, y los días son más largos o las noches, respectivamente. Esto era invaluable para la agricultura. Pero excavaciones al pie de las rocas revelaron gran cantidad de restos óseos calcinados y surgió ahí la teoría que se trataba de un gigantesco cementerio y que las rocas que se colocaban en forma horizontal, como el dintel de una puerta, eran para que se posaran las aves de rapiña para descarnar a sus muertos. No veo por qué las teorías pueden ser excluyentes: sabemos de iglesias donde se reza, tienen algún muerto más o menos ilustre bajo un altar y se pide limosna, se bendicen matrimonios y catafalcos.

Para sorpresa de todos, la desecación de una gran reserva de agua cercana a Cáceres, España, reveló una estructura similar a la de Stonehenge, pero más antigua. Ah… olvidaba. Stonehenge significa en inglés antiguo: horcas de piedra. Algo siniestro, ¿verdad?

Vamos a San Marcos, Texas, Estados Unidos. Una hermosa ciudad de 60 mil habitantes al borde del río del mismo nombre. Fue el lugar donde se registraron los primeros moradores humanos de Norteamérica. Funciona allí un centro de patología forense que depende de la universidad estatal. Similar a otras instituciones llamadas "granjas corporales”, reciben allí cadáveres humanos para ayudar a investigaciones criminalísticas y antropológicas. Los cadáveres, donados en vida, son expuestos en campos abiertos a la intemperie: sol, viento y aves no tan del cielo. 1 de cada 3 donantes en forma expresa desea ser expuesto a los buitres. Primitivos indios americanos tuvieron esta costumbre, alguien supo de ella en Machu Pichu.

¿Qué me lleva en esta tarde dorada de invierno a recordar estás lúgubres costumbres para un diario provinciano, al que no son ajenas "las sórdidas noticias policiales”? No tengo una explicación, que no sea el haber escuchado todo el día la reunión de los congresales para “la ley de urgencia alimentaria”, urgencia mantenida desde hace 17 años.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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