Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Desde bien chiquito escuchaba a mi abuelo, y repetir a mi padre, que “Dios no quiere cosas puercas”. Un dicho tan equivocado, como lo era un largo enunciado que mi abuelo había escuchado vaya a saber en qué tiempo, y que a mí me gustaba mucho, y hasta me hacía reír casi a carcajadas, por la entonación con la que lo decía, cuando a mi pedido repetía “vinieron los sarracenos, y nos molieron a palos. Dios ayuda a los malos, cuando son más que los buenos”.

Con más años, aunque no tantos, porque si bien ya no soy un gurí, a veces me siento y me porto como tal, me he dado cuenta que lo que se quiere decir es que no debemos “mezclarlo” a Dios con cosas que podemos llegar a hacer, desagradables a la vista y al olfato.

Claro está que no se puede dejar a un lado eso que se conoce con el nombre de “religiosidad popular”, esa fe tan maravillosa por lo cristalina y, al mismo tiempo, inconmoviblemente férrea que puede observarse en mucha gente, y que sinceramente envidio, porque en mi caso no puedo creer de esa manera.

Religiosidad popular, según mi tío, que se mueve en la cornisa que representa el peligro de poder caer en la superstición. Algo de lo cual se hace patente cuando vemos a un jugador de fútbol, incluyendo a Maradona, persignarse antes de entrar a la cancha, sin que quede claro si es una manifestación de fe o una clase de sortilegio. Por mi parte, ante la duda me quedo con lo primero, pensando que es bueno estar convencido de la existencia de un “más allá”.

A Norberto Oyarbide, de vieja, siempre viva y en estos días explosiva fama, se lo tiene por aquéllos que pasan de tomar a los demás como un mero espejo en que contemplarse, a obsesionarse en hurgar en su vida lastimosa; aunque sedicente devoto de la Virgen del Valle, de esa aparecida en España y venerada en Salta, y en tantas otras partes.

No soy quien para poner en duda la devoción de nadie, pero en su caso me parece que hasta ahora esa proclamada devoción suya le ha servido de muy poco. Si hasta pareciera que hasta ha estado jugando a las escondidas con la buena y pobre virgencita. Lo que no quita que sea mi deseo más sincero que ella lo ayude, de aquí en más a llevar su cruz.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario