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Se ha celebrado el 75º aniversario de lo que es hoy la Escuela Normal Superior de Colón. La que ha pasado, en su ya prolongada existencia, no solo por muchos avatares sino que ha brindado a muchos de sus alumnos -entre los cuales se cuentan no solo colonenses, sino jóvenes de otras localidades vecinas con las que estamos más que hermanados- la posibilidad de oportunidades inalcanzables antes de su apertura como “Incorporado”, y que en la mayoría de los casos logró que se convirtieran en hombres y mujeres de provecho.

Supo ser un colegio de excelencia, como ahora se dice, como lo fue en su momento y con antelación, la Escuela de Artes y de Oficios, que brindó a su alumnado una capacitación completísima que le permitió, inclusive, en los casos de los que dejaron la ciudad, escalar a posiciones empresarias importantes, logradas con más empeño que suerte. También, fueron anteriores a la entidad que ha cumplido sus 75, la Escuela Taller del Hogar que se desarrolló paralelamente en la consideración popular con la mencionada de Artes y Oficios. Estas dos últimas cuentan en la actualidad, aunque con un programa de estudios a la vez más complejo y otro menor que no lo es tanto, con un edificio moderno común para desplegar sus actividades, mientras que en el caso de la Escuela Normal no se da -al menos en forma completa- esa circunstancia.

Fue en ella precisamente en la que fueron muchos quienes repararon, al ver como el acto celebratorio tuvo que realizarse afuera del edificio educativo, en medio de una avenida.

Una situación que se constituyó en un verdadero “tour de force” -como en su momento se aprendía de la profesora de francés, la “madame” que daba otrora sus clases en ella- por el hecho de tener que participar en un acto, tan emotivo en otros aspectos, soportando los rayos de un sol inclemente, en una de las pocas veces que se ha dejado ver estas últimas semanas.

Y razón asistía a los que repararon en ese detalle, ya que el edificio donde actualmente se desempeña parcialmente ese establecimiento educativo, data de muchos años. Ello por cuanto su inauguración se produjo nada menos que en 1874, donde funcionó, hasta el traslado a su actual ubicación, en 1928, esa suerte de templete laico que es la sede de la Escuela Superior Juan José Paso.

Mientras tanto, los ambientes que quedaron de esa manera liberados por el traslado de la escuela a la nueva sede no se volvieron un cascarón vacío, porque dieron cabida a un museo desparecido por una omisión inexplicable de la comunidad ya una Universidad Popular. Todo ello hasta que después, ya agonizando el museo, se asistió a su utilización por lo que era entonces el Colegio Nacional, en una parte compartida con la Universidad Popular.

De allí que la ocasión es propicia para destacar dos cosas. La primera es que todavía siga en pie, en condiciones de ser utilizado casi un siglo y medio después, con su dignidad enhiesta a pesar de fallas en su mantenimiento, dando cuenta de una época en que todo parecía ser sólido y se hacían las cosas para que duren. La segunda es la frustración que en la actualidad una escuela de su dimensión y multitudinario alumnado, no cuente con un único y digno edificio en el que pueda ser alojado el personal y alumnado de todos sus niveles.

Es de esperar entonces que nuestros legisladores se hagan eco de un reclamo, que seguramente escuchará nuestro gobernador Bordet, por sus reconocidas, aunque despojadas de toda bambolla, preocupaciones sobre este tipo de problemas.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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